Domingo 15:18
Me encontraba en mi cuarto, sentada con mi ordenador encima cuando decidí revisar mi red social y buscar a esa tal Noora. Su perfil era peculiar. Abrí sus archivos y visualicé algunas de sus fotos. Entonces comencé a pensar, y coloqué el ratón en la maldita solicitud de amistad. Suspiré antes de apretarlo, cuando mi móvil comenzó a sonar. Era mamá.
—¡Hola!—dije con entusiasmo. Llevaba sin escuchar su voz bastante tiempo.
—¡Hola cariño!—dijo tan encantadora como siempre.
—¿Estas en Oslo ya?—
—No, mi vuelo desde Genova está cancelado asi que estoy aquí hasta mañana—dijo entristecida.
—¡no!—maldije.
—Pero estaré en Oslo mañana por la tarde—me animó.
—Pero iré a la cabaña mañana...—le recordé.
—oh si, ¡es verdad!...¿Dónde iréis?—preguntó interesada.
—Emm...a la cabaña de Ingrid con ella y Sara—mentí. Mi mamá aún no sabía que ya no tenía amigos.
—Oh, ¡qué bien! ¿Quién os llevará?—
—Cogeremos un bus—me escapé de aquello como pude.
—¿El bus? ¿No podeis esperar? Si quereis podéis esperar un dia, así puedo llevaros—se ofreció.
—Es que.... he estado queriendo ir a la cabaña desde hace un mes, sabes las ganas que tengo de ir....—dije suspirando.
—Si.... lo sé...—dijo con un hilo de voz.
—Pero....llegaré a casa el Sábado—le recordé.
—Si... el sábado. Parece que me marcharé otra vez el Viernes por la noche...—dijo a mi pesar.
—ah...—suspiré cansada de excusas.
—¿tienes suficiente dinero?—dijo cambiando de tema.
—si...—
—Te mandaré un dinero extra si podeis pasarloslo bien—dijo para enmendarlo.
—Gracias...—
—Vale, tened un buen viaje y dale recuerdos a Ingrid y Sara—dijo entonces.
—Si, gracias, se los daré—volví a mentir.
—Vale, hablaremos, ¡tened cuidado!—me alentó antes de colgar. Odiaba tener que mentirle a mi mamá.
Tras un largo suspiro solté el móvil en el sofá, visualicé de nuevo la pantalla, y aquel perfil.
Martes 09:04
Estaba besándolo, en aquella habitación húmeda en la cabaña, apasionadamente, recorriendo su pecho poco a poco. Me coloqué encima de él, dispuesta a sacarme la camiseta, justo y cuando la puerta se abrió.
—¡Lo siento, lo siento!—comenzó a decir Isaak, alzando sus manos.
—¡Isaak!—exclamó Jonas mientras me escondía tras las sábanas y reía a carcajadas.
—¿Crees que deberíamos mandarle a casa?—sugerí entre risas
—Vale, si haremos eso—rió Jonas.
Tras aquello Jonas se levantó, y me preguntó la hora. Entonces alcé mi mano hasta la mesita de noche, donde se encontraba su móvil. Lo desbloqueé para así comprobar la hora y visualicé algo que llamó mi atención, era un mensaje de Ingrid en su teléfono.