–¿Qué cosas?–dije, temblando. Fijé mi mirada en la suya, y este no articuló palabra.
Se inclinó hasta mí apoyando sus manos en la cama, a ambos lados de mis piernas. Nos miramos y ya. Entonces retiró mi cabello de mi rostro, y se lo llevó hasta mis orejas. Sentí mi piel arder a medida que sus dedos la rozaban.
–Estaba borracha–dije en seco, cuando me acordé de las palabras de Noora. Pude oír cómo este maldecía para sus adentros. Se incorporó y ahora fue mi turno de maldecir la vida. Giré la cara para que no notara la decepción que sentí cuando se apartó de mi. "No te fíes de él" pensaba y pensaba, sin escuchar los latidos de mi corazón. Aún me dolía la cabeza, y no podía pensar con claridad, pero me enorgulleció saber controlarme.
–Ya, olvídalo–dijo, sin prestarme atención, mientras ordenaba algunas cosas. Le observé desde la cama y entendí que nos estábamos haciendo daño. Agarré mi ropa y me marché sin despedirme
Viernes 10:00
Unos gritos me despertaron salvajemente del gran sueño que arrastraba. Abrí los ojos como pude para apreciar a mi mamá junto a las chicas de pie, junto a mi cama. Antes de pensar que estaba soñando, pude diferenciar con mi vista mediocre en esos instantes la tarta que sujetaba mi madre. Había vuelto a olvidar mi cumpleaños.
–Felicidades cariño–exclamó esta, antes de darme un tierno beso en la frente. Me sorprendió ver a las chicas frente a mi, aunque podía notar la incomodidad de Noora en sus ojos, la conocía demasiado bien.
–Gracias mama–respondí, con una sonrisa algo forzada.
–Muy bien, voy a preparar los cubiertos y los vasos en la cocina para probar esta riquísima tarta que yo misma te he preparado–dijo esta, bastante orgullosa de si misma.
–Pensaba que no cocinabas–mascullé. En realidad, nunca me había hecho ningún tipo de plato dulce.
–Pero esta es una ocasión especial, cariño–dijo antes de irse.
–Quería hablar con vosotras–pronuncié ahora que estábamos solas en la habitación. Las chicas procedieron a sentarse alrededor de mi cama ahora deshecha. –Lo siento, por todo–dije, y sin que me diera cuenta una lágrima ya había caído desde la primera palabra. Estas se abalanzaron a mi para secarme la mejilla, y así hacerme sentir mejor con su cariño. No las merecía.
La puerta sonó de repente. Nos miramos confundidas y luego nos nació la curiosidad. No esperaba a nadie.
–Eva, es el vecino–oí gritarme mi madre. Me incorporé de repente, y las chicas y yo nos miramos con sorpresa.
–No puede ser–fue lo único que pude decir.
–¿Es ese "Dylan"?–preguntó Vilde, algo interesada.
Y corrí hasta la puerta, ignorando cualquier pregunta.
Abrí y se autoinvitó a entrar