—¡Es aquí!—grité, y Dylan intentó aparcar en aquella carretera empapada por la lluvia.
—¿Aquí? ¿Dónde está tu amigo?—exclamó, mientras yo no le escuchaba, e intentaba bajarme del coche lo antes posible.
Comencé a caminar entre la lluvia, y una gran sombra negra se veía desde el fondo, tumbado al lado de la carretera. Corrí hasta él con todas mis fuerzas, y cuando lo vi atascado en su moto a un lado de la carretera mi corazón dio un vuelco.
—¡Chris!—exclamé, asegurándome de si estaba bien. Este me miró agotado, e intentaba subir la moto para liberar su pierna derecha. Yo intenté levantarla de su cuerpo con todas mis fuerzas, y me vi derrotada cuando noté que no iba a ser capaz. Había querido que Dylan se quedara en el coche porque sabía que Chris no reaccionaría bien si supiera que me había traído el, pero me vi en la obligación de dar una gran voz en su ayuda. Este acudió al segundo, y al ver el rostro de Chris algo en él cambió. Sin embargo, no su generosidad, ya que se propuso a ayudarnos a apartar aquel pesado vehículo de su cuerpo.
Este pegó un gran berrido y mis ojos se llenaron de lágrimas por su dolor.—Deberíamos llevarle al hospital—sugirió Dylan, mientras yo no sabía que hacer.
—¿Puedes levantarte?—le pregunté a Chris, y este me negó con el rostro.
—Esa es una buena idea—le contesté a Dylan, y entre los dos conseguimos levantar a Chris, y llevarlo hasta el coche.
—¿Como te encuentras?—le pregunté una vez que conseguimos sentarlo en la parte de atrás, pero no dejaba de tiritar. A saber cuánto llevaba bajo la lluvia...
Me quité la chaqueta para arrojársela por encima. Dylan procedió a hacer lo mismo, y me sorprendió que tras Chris haberse comportado así con él, este siguiera siendo tan buena persona. Me quede atrás con Chris, mientras le abrazaba fuerte para frenar sus temblores y Dylan dejaba atrás aquel lugar.
Entonces Chris levantó la cabeza, y prosiguió a abrir la boca.—N-no podéis llevarme a-al Hos-pital —dijo con un hilo de voz mientras su boca tiritaba. —Mi-mis padres me mataran—dijo, mirándome fijamente a los ojos. Valoré la situación, y comencé a revisar su cuerpo. Tenía rasguños en su rostro, y bastante dolor en la pierna donde había estado la moto. Me mordí el labio sin saber que hacer y este siguió mirándome.
—Estoy b-bien—me dijo. —S-solo necesito e-entrar en c-calor—me intento tranquilizar, mientras intentaba no temblar. Permaneci pensativa por unos minutos, y un largo silencio se creó de la nada en el coche. No sabía que hacer.
—¿Donde vamos, Eva?—acabó preguntándome Dylan.
—A mi casa. Llévanos a mi casa por favor—le pedí como un impulso que salía de mi, y este giró la esquina.
Llegamos en unos minutos, y Dylan me ayudó a bajarlo del coche, y a llevarlo hasta mi casa, donde lo sentamos en el sofá mientras me temia lo peor de mi madre. Me salí a la puerta con Dylan, mientras no podía creerme todo lo que acababa de pasar.
—Muchas gracias por todo. No tenías por qué, y...—dije, agachando la cabeza.
—No te preocupes—dijo. —Si necesitáis algo, no dudes en avisarme—me dijo, y le sonreí. Este se marchó y yo seguí concentrada en su figura hasta que se montó en el coche y desapareció en la oscura noche. Después me apresuré a pasar al interior de mi casa antes de que mi madre descubriera a un chico repleto de rasguños y mojado encima de su sofá de cuero. Quiero decir, ¿que mejor despertar podría tener?
Me apresuré hasta el, y le quité la ropa mojada. Parecía un muñeco, dejándose llevar sin fuerzas y cerrando los ojos a ratos. Me traje alguna ropa que conservábamos aún de papá. Le quedaba enorme, pero al menos estaría caliente. Le ayudé a secarse, y descubrí que su pierna derecha tenía bastante mala pinta. Supongo que aunque no quisiera, al día siguiente tendríamos que marchar al hospital. Los rasguños habían dejado de sangrar, menos los de su cara. Este estaba casi dormido, y una vez que su pelo se sentía casi seco prosegui a dejarle tumbarse en el sofá lentamente, colocándole todas las mantas que pude conseguir sin despertar a mamá. Me senté en el borde del sofá, donde su cabeza reposaba, y coloqué mi mano en su cabeza para así acariciarla por unos minutos. ¿Que cojones estaba haciendo? ¿Había sido lo correcto?
No dejaba de darle vueltas a la cabeza mientras le analizaba atentamente desde el sillón frente a su cuerpo. Sin embargo, el sueño parecía quererme llevar consigo, y no conseguí vencerlo, ya que antes de darme cuenta había cerrado los ojos.
Desperté de repente, y mi sobresalto fue tan grande que conseguí despertar también a Chris, quien abrió los ojos asustado. Agarré mi móvil con rapidez, y solté el aire cuando me di cuenta de que era demasiado pronto como para que mi madre estuviera levantada aún.
—¿Qué pasa?—preguntó sobresaltado, y le negué con la cabeza.
—Mi madre está aquí. Tienes que marcharte antes de que se levante—le dije, analizando su cuerpo. Este intento incorporarse, y ante sus gemidos de dolor pude notar que su pierna no había mejorado ni una pizca, y que las cicatrices ahora adornaban su cara, dejando ver un gran hinchazón en su ojo derecho
—¿Puedes caminar?—le pregunté, realmente preocupada.
—No lo sé—me miró, y cerré los ojos por un segundo.
—Vale...—comencé a decir, dando vueltas por el salón sin saber qué hacer.
—Eva—me paró en seco, y un silencio nos acompañó en la habitación por un minuto. Le miré realmente agobiada, y este tragó saliva. —Puedo llamar a William—me tranquilizó, y al escucharlo me di cuenta de lo idiota que había sido sin barajar esa opción.
—Lo siento—dije pensando lo idiota que era, y me deje caer en el sofá rendida. Este permaneció analizando mi cara, y aunque sentía su mirada sobre mi, no me moleste en mirarle de vuelta, ya que me encantaba que lo hiciera. Agarró su teléfono y le escuche murmurear algo rápido con su amigo.
—Ya viene—dijo, para tranquilizarme, y me sentí culpable por haber montado ese numerito. —Eva—me dijo, cuando notó que no le miraba a la cara. —Tu ya has hecho suficiente—me dijo, y le miré atentamente. Me levanté de donde permanecía y me deje caer cuidadosamente sobre él. Realmente podía notar mi preocupación, ya que me hundió en sus grandes brazos durante los cortos minutos en los que su amigo tardó en llegar.
—Prométeme que iras a mirarte eso—le dije antes de salir, mirando como su amigo tenía que ayudarle a salir de casa a cuestas. Este me miró y sonrió, antes de asentirme con la cabeza tiernamente. Permanecí largo y tendido analizándole desde la puerta hasta que desapareció.
—Eva...—escuché decirme mi madre desde la espalda, y me temí lo peor.