Capítulo 17

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Al fín acabaron las vacaciones ese año. Nunca había estado tan deseoso de volver a clases como esa vez, y el motivo era solo uno... reencontrarme con Sally, y aunque suene cliché, es muy cierto eso de que entre más te falta alguien, más se le extraña y se le necesita. El amor crece con la ausencia y el no poder vernos ese verano elevó la necesidad mía por ella a un nivel dramático... se volvió más doloroso que cualquier castigo el no tenerla; era como si doliera hasta respirar.

La busqué con los ojos, desesperadamente, entre todo el montón de chicos y chicas, que esperaban el discurso de bienvenida, en la inauguración del año escolar, el primer día de clases de mi segundo año de secundaria. Hasta que por fin la vi; tan hermosa como siempre, aunque su rostro tenía un aspecto de tristeza que nunca había visto antes en ella. Ella también me buscaba con la mirada, y su expresión cambió a una subita alegría apenas me vio, y eso hizo que mi corazón diera un brinco desbocado y latiera con más fuerza... ella me esperaba; yo seguía siendo importante para ella.

Apenas pudimos estar juntos, nos abrazamos y nos quedamos así unos instantes, sin importar que los demás chicos de la clase estuvieran viendonos; volver a sentir la calidez de su piel, sus caricias, sus palabras, su amor era todo lo que yo quería en el mundo en ese mismo instante.

Nos sentamos uno al lado del otro en la sala, y Sally apenas si podía contener las lágrimas "Pensé que no te vería nunca más" —me dijo—, y en ese momento comprendí que había sido igual de dificil para ella como para mi el estar separados.

Intercambiamos las cartas, y tuvimos que aguantarnos los deseos de leerlas allí mismo.

Durante el recreo nos escabullimos a lo más recóndito del patio para poder besarnos sin que nos fueran a ver o a encontrar. Pero esta vez ya no eran esos besos inocentes del año anterior, ahora había más anhelo, más urgencia, un deseo reprimido por la ausencia obligada; tal vez serían las hormonas, pero lo único que deseabamos era poder saborear la boca del otro y sucumbir ante esa sensación de querer fundirse con la persona a quien se ama.

Terminaron las clases de ese día, y ninguno de los dos quería separarse el uno del otro; yo no quería volver a casa, ella no quería que yo me fuera... no lo hice.

Nos fuimos a la playa, bajo el mirador, jugueteamos en la arena y me importó un carajo el tiempo, o las tontas reglas de mi padre. No nos importó ensuciar el uniforme o mojarlo, cuando nos sacamos los zapatos y las calcetas para meter los pies en el mar y tirarnos agua con las manos, quedamos salpicados y luego nos tendimos a ver el atardecer, y sólo cuando el sol desapareció por completo en el horizonte, regresó cada uno a su casa.

Me fui caminando, cantando, contento, y cómo no estarlo, si ella me seguía queriendo, me había esperado y me había dicho que me amaba. Yo estaba en las nubes. Era como si por un segundo pudiera alcanzar eso que llaman felicidad.

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