Capítulo 44

242 22 7
                                    


Cuando pienso en todo lo que ocurrió, no dejo de sentir rabia conmigo mismo... fui tan ingenuo; ¡Tan estúpidamente ingenuo! Sabía que no debía confiar y sin embargo, le creí; como un imbécil caí en su trampa... no me alcanzará la vida para arrepentirme de haberme ido con él ese día.

Fue a mediados de febrero, un domingo caluroso. Cómo me era ya habitual me fui como a las nueve de la mañana a comprar empanadas recien hechas para el desayuno, antes de que ellas despertaran; la pastelería queda a solo una cuadra, así es que no pensaba que podía pasarme algo en ese trayecto tan corto, y además, me gustaba sentirme util.

Pero lo que sucedió fue que antes de llegar a la pastelería una camioneta de fletes se detuvo a mi lado, sin apagar el motor, en una esquina, mientras yo terminaba de cruzar la calle.

Cuando el vidrio de la ventanilla bajó vi a mi padre en el asiento del conductor, y estaba solo. Mi primera impresión fue algo de temor, pero él estaba nervioso y con el rostro conpungido.

—Hey, es tu madre... te necesita urgente; quiere verte.

Me habló con una inusual angustia en la voz, lo que me hizo creer que algo le había pasado a ella y me quedé allí estático por un segundo, viéndolo.

—Tu madre quiere verte urgente, sube te llevaré con ella, si te demoras será muy tarde... —reiteró y la sensación de desesperación al pensar que ella estaba mal se apoderó de mí.

—Déjeme avisarle a Sally primero... —pedí.

—No. No hay tiempo, vamos —me interrumpió enérgico—. Sube. Te llevaré donde ella ahora.

Dudoso aún avancé hacia el vehículo, me subí y papá partió a toda prisa.

Cuando recuerdo ese día no puedo evitar ponerme a llorar una y otra vez; y me repito: ¿Por qué? ¿Por qué me subí? ¿Por qué fui tan tonto? Es algo que me desespera pensar. ¿Por qué tengo que ser así?

Pero es cierto, soy muy sentimental, muy emocional; y actúo impulsivamente... no razono bien.

El vehículo avanzó por la avenida y cuando pasamos la cuadra en la que debería haber doblado para llegar a la casa, una sensación de escalofriante temor me invadió.

—¿Dónde está? ¿Por qué no vamos hacia la casa? —pregunté tenso y asustado.

—No está en la casa, nos encontraremos con ella arriba —dijo avanzando cada vez más rápido.

—¿Arriba? ¿adónde? ¿Papá dónde me lleva? —grité, con la intención de buscar la forma de bajarme del vehículo.al ver que seguía avanzando con la camioneta rumbo a la salida norte de la ciudad; la salida que da a la pampa.

—Te digo la verdad... Tu madre está esperándonos allá. Llegaremos donde ella pronto, muy pronto.

—Papá, por favor... ¿Dónde vamos? ¿Dígame al menos qué le pasó a mamá? —vi pasar las ultimas casas frente a mis ojos y noté con angustia que siguió su avance por el camino barriles hacia el desierto.

—Te digo que te está esperando... —reiteró sin sacar la vista del volante, intentando tomar más velocidad a pesar de que es zona de curvas.

—¿Le hizo algo a mamá? ¿Acaso sufrió un accidente? —seguí preguntando con el cuerpo comenzando a temblar ante el temor y la incertidumbre que me estaba envolviendo.

Papá no me respondió y solo estaba concentrado en conducir. Empecé a ver pasar las curvas una tras otra y al ser cada vez más consciente de que nos alejabamos más y más de la ciudad, el miedo se fue apoderando de mí espantosamente, hasta que sin poder aguantar más me puse a gritar muy fuerte para hacer que detuviera el vehículo.

AdolecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora