Capítulo 40

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Ellas siguieron hablando un poco más, quizas seguras de que yo aún dormía. Luego de eso Sally entró al dormitorio de nuevo, venía con los medicamentos y un vaso con agua; me vio sollozando de costado en la cama, y yo al verla me cubrí instintivamente el rostro con la almohada, para evitar que notara mis lágrimas, pero dejando las cosas en el velador, se sentó a mi lado y me abrazó.

—¿Estabas despierto? ¿Nos oíste? —musitó, y yo asentí y me puse a llorar más fuerte.

—¿Sally, qué hiciste? Te dije que no le dijeras... —La tía Margarita entró aprisa al cuarto al oírme.

—No fui yo, mamá... nos escuchó —contestó con un dejo de culpa.

—Ay, no... —murmuró.

—¿Por qué nadie me dijo? —pregunté en un susurro disfónico, la garganta aún me dolía, y mi voz se oía extraña, mientras intentaba contener el llanto.

—Tu tía Dina dice que tu madre no quiere que te enteres de esas cosas; ella no quiere que sufras todavía más por lo que ocurrió en el pasado...

—¿Y usted sabe qué es lo que pasó? ¿Le dijo mi tía de quién soy yo hijo? Pregunté sintiendo que me hería la garganta al hablar, por forzar la voz.

—No, Gaspar. Tu tía sólo me contó eso, lo hizo para que yo entendiera porque ella estaba tan preocupada por ustedes; por tu madre y por ti.

—Mamá no sería capaz de engañar a mi padre... tiene que haber ocurrido algo muy malo... —musité reflexionando. Pensé en ese momento que quizás allí estaría la razón por la que ellos no me querían.

—Quizás sea para mejor que sepas la verdad... —comentó Sally dudosa— Lo bueno es que no llevas la sangre de ese hombre tan malo —murmuró casi como si pensara en voz alta.

—Lo importante ahora es que descanses, y te recuperes. Y toma estos medicamentos —dijo la tía Margarita, tomando las pastillas y el vaso con agua del velador, entregándoselas a Sally para que me los diera—. Sally se quedará a acompañarte y cuidarte, cualquier cosa que necesites se lo pides a ella. Yo tengo que salir ahora, trataré de regresar pronto; no le abrán la puerta a nadie, hasta que yo regrese —esto último lo comento con algo de temor, supongo que lo dijo por si aparecía mi padre o alguien de mi familia.

Sally se quedó conmigo, y me echó en las manos una crema que recetó el paramédico; me ayudaría a sanar más rápido.

Luego de eso, ella se recostó a mi lado y se puso a conversarme de distintas cosas, creo que lo hacía para evitar que yo divagara en todo lo que ocurría, aún así ella también se veía asustada y nerviosa.

Me volví a dormir, ahora en los brazos de ella, sin darme cuenta de en qué momento, pero luego de todo el drama ocurrido, era agradable poder sentir el reconfortante calor de la persona a quién se ama, y agradecía poder tener gente que se preocupara de mí y estuviera dispuesta a ayudarme, pues eso hacía que no me sintiera tan solo.

Sally me despertó suavemente, pero a pesar de eso desperté sobresaltado al escuchar las voces de otras personas; se oían al menos tres voces diferentes fuera del dormitorio.

—Carabineros y la gente del hospital quieren hablar contigo... —me informó ella preocupada.

—¿Porqué están aquí? —pregunté forzando mi voz .

—Don Marcial y mi mamá denunciaron a tu padre... —Sally no alcanzó a decir más, pues un grupo de personas entraron en el cuarto.

Dos carabineros me observaron desde los pies de la cama, mientras un médico y una enfermera se me acercaron, y otras dos personas más se quedaron junto a la puerta, por algún motivo el ver tantas personas me intimidó, por lo que intenté levantarme; quería huir sin saber porqué.

El médico me sostuvo cuando al tratar de pararme de la cama perdí el equilibrio y casi me caigo, mis piernas no quisieron sostenerme, aún me sentía débil. Hizo que volviera a acostarme y me tranquilizó con sus palabras.

Me explicó porqué estaban allí y me revisó tal como lo hizo más antes el paramédico, mientras la enfermera tomaba apuntes de lo que iba diciendo el médico, también uno de los carabineros hacía su propio registro en una libreta.

Me preguntaron cosas, muchas cosas, y yo no sabía si responder o no, o si decir la verdad o quedarme callado, o mentir y seguir encubriendo a mi padre. Todos me hicieron preguntas, el médico, carabineros y la otra gente, que eran del Sename (El Servicio Nacional de Menores), pero por la disfonía que tenía, apenas si hablaba, asi que no pude responder casi a nada.

Finalmente, me dejaron tranquilo y se fueron del cuarto, mientras yo intentaba convencer a mi mente de que era mejor que Julio fuera arrestado de una vez y sacado para siempre de nuestras vidas... pero no estaba seguro si eso era lo que mamá realmente quería, pues una vez más y como siempre, de una forma u otra yo era el culpable de todo.

Mi mente no dejaba de divagar en ese instante, porque aunque estaba agradecido y aliviado de que me salvaran, por otro pensaba en todas las consecuencias que esto acarrearía, y mi confusión era tal, que me era imposible esclarecer que tan bueno o malo serían esas consecuencias.

Los días que siguieron fueron extraños. Sally y su mamá cuchicheaban sin decirme qué estaba pasando. Me atendían super bien, me cuidaban y por orden del médico me hicieron estar en cama varios días, de lo contrario me hospitalizarían, pues fue sólo gracias al paramédico amigo de la tía Margarita que no me llevaron para allá, cuando vino toda esa gente. Aún así, tuve nuevas visitas de esas personas; todos querían saber cosas de mí y de mi familia. Sentía que todos me ocultaban información o algo, se les notaba, por sus actitudes conmigo, y eso me asustaba, aunque no se lo decía a nadie.

Cuando me permitieron dejar el reposo, recién pude enterarme de todo lo que estaba ocurriendo, fue Sally y la tía Margarita quienes me contaron.

Habían arrestado a mi padre, pero increiblemente lo dejaron en libertad al día siguiente de su detención, pues no tenía antecedentes penales, y ningún conocido habló en su contra. Dijeron que mi madre habló a su favor y que hasta mis vecinos lo defendieron y dijeron que yo era el problemático. Aún así la denuncia seguiría en curso y seguirían investigando, y yo no podía volver a casa de mis padres. Mis dos opciones eran quedarme en casa de la tía Margarita, cosa a la que ella estaba dispuesta, o irme a un centro de internación del Sename; lo cual yo no quería por ningún motivo, así que obviamente mi elección era quedarme en casa de Sally. Además, a mi padre le dieron una orden de alejamiento a mi favor, por lo que no podía acercárseme, hasta que yo cumpliera la mayoría de edad.

Hubo una audiencia con la jueza, a la que tuve que asistir, en donde le entregaron mi custodia a la tía Margarita con mi consentimiento, y ese mismo día la policía la acompañó hasta la casa de mis padres para retirar mis cosas; mi ropa, útiles escolares y mis pequeños tesoros; papá tuvo que entregar también el celular. Así fue como ese año terminé viviendo en casa de Sally y su mamá, y aunque por un lado me sentía bien de estar viviendo con ellas, por otro la culpa me comía por dentro, al no saber cómo estaba mi mamá y mis hermanos... especialmente el Daniél, a quién yo le había dicho que no lo dejaría sólo, y no había podido cumplirle; y fue justamente por eso que él terminó odiándome por mucho tiempo; lo comprendo y me duele saber que les fallé a quienes más quise proteger, y tal vez fui egoista, porque me protegí a mi mismo, aceptando estar lejos de mi familia nuevamente.

AdolecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora