Capítulo 45

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Desde ese momento en adelante, los recuerdos se me hacen difusos, confusos; son como las piezas esparcidas de un rompecabezas, tengo algunas ideas de lo que pasó por las pesadillas que me persiguen y dejan pequeños rastros de ellas al despertar; imágenes; atemorizantes imágenes. Aún así no me atrevo siquiera a pensar en ello.

A veces siento que voy a recordar algo y un terror me recorre entero y entonces ya no quiero saber. A veces es como si escuchara mis propios gritos dentro de mi cabeza; tal vez pedía ayuda, tal vez sentía dolor.

Mis recuerdos vuelven apenas un poco desde aquel día en que desperté y estaba en mi cama, en casa de mis padres. Recuerdo que pensé que estaba en un sueño, pero tuve una sensación tan grande de alivio de volver a estar allí. Me levanté sintiéndome mareado y adolorido por todas partes. La cama era la misma, pero las mantas eran otras, y los muebles eran los mismos, pero no había nada mío allí, había cosas, ropa, pero no eran míos.

Me acerqué a la puerta y estaba cerrada, sentí un miedo atronador al pensar en abrirla y no me atreví, y me quedé allí parado, no sé por cuanto rato.

En algún momento la manilla de la puerta giró, y mamá estaba allí frente mío, pero no se veía igual, estaba más canosa y grandes arrugas surcaban su cara, su expresión era tan triste y se me quedó viendo con las lágrimas cayendo por sus ojos, me abrazó y al sentir su calidez deseaba no despertar de ese sueño.

Me acarició el rostro y siguió llorando en silencio.

Me guió a sentarme en el borde de la cama y se sentó a mi lado; me miraba y me abrazaba, así una y otra vez por varios minutos, mientras las lágrimas seguían corriendo imparables por sus mejillas.

—Qué bueno que despertaste —dijo al fin, enjugándose una vez más su llanto con la mano —. Ven, baja conmigo, te daré algo de comer; estoy segura que debes tener hambre.

Me tomó de la mano y me guío por el pasillo y por las escaleras; la casa era la misma, pero no se veía igual, algunas cosas estaban diferentes a lo que recordaba.

—Ve al baño y lávate. Yo tomaré otra taza de té para que estemos juntos un rato, porque no hay nadie más en casa, los niños están en clases y... —calló de pronto como si fuera a decir algo equivocado—. No me hagas caso, ve a lavarte, te serviré el desayuno.

Recuerdo haber entrado al baño y al lavarme y levantar el rostro, el reflejo que vi no era el mío, o eso creí. Tenía el rostro flaco, hundido, pálido, los ojos se me veían grandes y saltones, y tenía oscuras bolsas ojerosas bajo ellos. Me di cuenta que además estaba más alto de lo que me recordaba y al mirar mis manos era más largas y huesudas, aunque las pequeñas manchas y cicatrices de las quemaduras aún estaban allí . Mi pelo estaba desordenado y largo hasta casi tocarme los hombros, y no recordaba habérmelo dejado así. No sabía qué estaba pasando.

Salí y me senté a la mesa, mamá estaba extrañamente cariñosa, y las lágrimas le seguían corriendo a cada tanto, y no sé de qué me hablaba, era como si todo fuera sólo un extraño sueño.

Cómo ese tengo algunos pocos recuerdos más. Cómo el de ver al Enrique ya hecho todo un adolescente hablarme y traerme comida a escondidas, comida que yo metía bajo el catre. Recuerdo a mi hermanita tomándome de la mano y haciéndome cariño. Pero lo que más recuerdo es sentirme ausente de todo, casi como si estuviera muerto.

Fueron en total cinco años que están casi perdidos en mi memoria. Cinco años en donde Sally no estuvo en mi vida y en dónde tal vez enloquecí o me encerré dentro de mi mismo; en dónde olvidar se convirtió en la mejor opción para sobrevivir. O puede ser que estaba tan roto que lo único que quedaba de mí era una débil carcaza sin voluntad, emociones o espíritu.

De lo que sucedió luego de ese día en el desierto no tengo muchos registros claros en mi memoria, solo la sensación de miedo que constantemente me acompaña, y las pesadillas; mis gritos, las voces, los sónidos, las imágenes... de oscuridad, de sangre; el dolor. Pero no quiero recordar... me aterra el recordar; sé que será tan malo que no voy a poder soportarlo.

La información que ahora tengo de todo este tiempo es por lo que me han contado otras personas; en especial el Enrique y la Sally, y gracias a ellos he podido ir armando un poco el orden de los acontecimientos.

Ahora sé que me buscaron, que investigaron y aún así, no pudieron encontrarme. Que me dieron por desaparecido y nadie sabía lo que me había pasado... nadie excepto los que lo hicieron.

El enrique me ha dicho que estuve tres años desaparecido, pero que un día al regresar de la escuela, yo estaba allí; en la casa. Que papá había dicho que me encontró vagando cerca —lo cual ahora todos saben que es una mentira, porque él me trajo de vuelta de dónde Julia me tuviera—. Por eso creo que el recuerdo que tengo con mamá es de ese día; el día que desperté y me hallé de regreso en casa de mis padres.

Me han dicho que yo no hablaba, pero a veces, en las noches, gritaba aterrado presa de las pesadillas, que era prácticamente un autista, que parecía no reconocer a nadie, que no lloraba, ni sonreía, que no reaccionaba a muchas cosas que dijeran o hicieran, pero que la mayoría de las veces obedecía ordenes como un automata, que tenía miedo de comer, que a veces me acuclillaba en el suelo, ovillándome sobre mi mismo y empezaba a mecerme asustado o me tapaba los oídos temblando, que me aterraba si alguien quería hacerme salir a la calle y que cuando mi padre alzaba la voz o gritaba yo me paralizaba y empezaba a temblar incontrolablemente.

También me han dicho que Julio no quiso llevarme al médico en ningún momento, como tampoco informaron a la policía que yo había "aparecido", por lo que seguí en el registro de personas desaparecidas por mucho tiempo más, y todo ese tiempo; más de dos años, permanecí encerrado en casa; enfermo... perdido en mi propia mente.

Lo que sé es que de alguna forma me protegían; el Enrique, mi mamá e incluso mi pequeña hermana; tengo nebulosos recuerdos de eso; de mi mamá diciendole a papá que no me gritara porque yo estaba enfermo, o del Enrique abrazándome y diciéndome que cuando terminara de estudiar se iba a ir de casa y me llevaría con él para que nadie pudiera lastimarme de nuevo, y de mi hermanita que siempre me hacía cariño con sus pequeñas manitos; hasta ahora lo hace cuando los visitamos.

Y aunque yo no lo recuerdo bien, pese a que sucedió hace sólo algunos meses atrás, sé que fue gracias a mi heroína: a Sally, que pude salir de ese estado y volver a reaccionar... ella me devolvió a la vida.

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