Mi tía llamó cerca de las nueve de la noche, estaba preocupada por mí, le dije que estaba bien, que pronto me iría para allá. Papá me observó con una mueca de disgusto, pero no dijo nada.
Llevé a los niños a ponerse el pijama, lavarse los dientes y a dormir, y me preguntaron si regresaría al día siguiente, y no les pude decir que no.
Fui a despedirme de mamá, y ella me abrazó; yo la veía angustiada; pero no sé qué pasaba por su mente, no lograba descifrarlo.
Bajé a la sala, y mi padre estaba viendo las noticias en el sillón, no sabía si hablarle o no, pero me di valor y lo hice.
—Ya me voy, padre —dije intentando sonar sereno y seguro, pero no sé si lo conseguí.
—Bien, vete —respondió sin más.
—¿Q-qué va a hacer con lo de mi mamá? ¿Le dijo que necesita reposar o puede perder al bebé? —pregunté algo nervioso.
—¿Te interesa acaso lo que le pase a tu madre? —dijo con sorna.
—¡Por supuesto que me importa! Además... no quiero que le pase nada al bebé que lleva en su vientre.
—¿Y qué harás, entonces? —me dijo mirándome fijamente.
—N-no lo sé, aún no lo sé... p-pero voy a tratar de ayudarla —sé lo que él quería escuchar de mí; pero aún no estaba listo para regresar; el temor seguía allí latente; mi voz lo evidenciaba; hubiera deseado que en ese momento él me hubiera dicho algo como "hijo no te voy a volver a golpear", algo que me diera seguridad de estar allí, pero no lo hizo.
—No voy a obligarte a que te quedes.
—Gracias por eso... —musité, y me dí cuenta en ese momento que lo que fuera con lo que lo amenazó mi tía debía ser muy fuerte, como para que mi padre tuviera esa actitud conmigo; pero no sabía si eso seguiría teniendo valor si me atreviera a volver con ellos.
Estaba a punto de yo mismo echarme la soga al cuello.
En eso golpearon la puerta, era mi tía, entró en la sala y mi papá al verla puso una gran expresión de enfado.
—¿Qué haces aquí Dina? —le dijo cortante.
—¿Es que acaso no puedo venir a visitar a mi hermana enferma? —le contestó con el mismo tono, y agregó con un susurro muy cerca de mí:— ¿Estás bien? —yo asentí, y ella me sonrío e hizo una expresión de alivio, mientras mi padre que seguramente había oído, dio un resoplido de fastidio.
—Si vas a verla, a qué esperas; sube —la apuró él indicando la escalera con un gesto.
—Gracias, cuñado —dijo con sarcasmo y luego agregó para mí sonriendo:— te están esperando allá afuera.
Yo me alegré de inmediato; sabía quien era. Salí de la casa y pude ver de inmediato el auto de la tía Margarita estacionado frente a la calle. Sally se bajó del vehículo y lo primero que hizo fue inspeccionarme.
—¿Estás bien? —interrogó tomándome la cara con sus manos.
—Sí. Hey, tranquila, estoy bien —respondí asombrado de su actitud tan sobreprotectora.
Pero ahí me di cuenta que todas ellas estaban preocupadas por mí; tal vez pensaron que mi padre me haría daño apenas me viera, eso me hizo sentir un poco de vergüenza, de que me vieran como alguien tan débil, pero también me hizo sentir bien; me gustaba sentirme querido.
Nos subimos al auto, saludé a la tía y esperamos allí a mi tía Dina. La tía Margarita preguntó por mamá y ahí les dí la noticia que estaba embarazada, pero ya lo sabían, mi tía Dina se lo había dicho, y me pareció que ninguna se sentía feliz con la idea, tal vez por lo que pensaban de mi padre.
Minutos más tarde regresamos a la casa de mi tía Dina, ella y la mamá de Sally se fueron a la cocina a conversar mientras tomaban café y yo me fui con Sally al antejardín, allí nos sentamos a hacernos arrumacos y a conversar de los acontecimientos del día. Cuando le conté que mamá tenía que estar en reposo y que estaba pensando que tal vez tendría que volver allá para cuidarla, Sally se enojó mucho. Se levantó de su asiento y empezó a decirme muchas cosas; nunca la había visto tan enfadada; de hecho creo que nunca la he vuelto a ver así de enojada conmigo. Luego simplemente se puso a llorar y se metió dentro de casa, y fue directo a acusarme con mis tías; la seguí hasta la cocina, sin entender porqué se había puesto así; pensé que había sobrereaccionado, pero ahora que veo las cosas hacia atrás me doy cuenta que ella tenía razón; nunca debí regresar a casa de mis padres, sin embargo, eso fue exactamente lo que hice un par de días después.
Mi tía Dina me preguntó si estaba seguro de querer regresar con ellos, la verdad es que no lo estaba, me sentía confundido; no quería perder todo lo que había logrado en esos meses, pero tampoco quería dejar sola a mamá; sin importar cómo ella fuera conmigo, yo quería ayudarla; simplemente era mi madre, la amaba, amaba a mis hermanos, incluyendo el pequeño ser que estaba en la panza de ella.
Mi padre trabajaba todos los días y tenía descansos los domingos y los miercoles, pero sólo en la tarde, la paga que recibía no era mucha, pero no había conseguido nada mejor, estaba dificil encontrar trabajo por esos días, más a alguien sin especialización como él. Por eso que ni pensar en que pudiera estar más tiempo en casa, además, aunque así fuera, nunca hacía labores domésticas, decía que no era trabajo de hombres. También era impensable que pudiera pagar a alguien para que ayudara a mamá en casa, por lo que sólo había dos opciones; o mamá dejaba el reposo para hacer las cosas ella, o yo trataba de ayudarla como pudiera, porque tampoco era que supiera hacer bien todas las cosas que hacen las mamás en casa. Pero como nunca he tenido el pensamiento machista de mi padre, no me molestaba aprender a cocinar o a planchar y lavar; de hecho en varias ocasiones había ayudado a mamá a hacer el aseo, a escondidas de mi padre, para que él no se enojara con ella o conmigo por eso.
Un par de días después, una nueva visita al médico, esta vez en el ARO, le confirmó las complicaciones que traía el embarazo; no sólo estaba en riesgo el feto, sino que incluso ella misma podía morir sino se cuidaba. Tenía algo llamado preeclampsia o algo así era el diagnostico. Fue esto lo que me hizo tomar la decisión definitiva de regresar a vivir con ellos nuevamente, mi tía lo comprendió y hasta se emocionó conmigo por mi deseo de ir a cuidar de ella y los niños, pero Sally no se lo tomó bien; no quería que por ningún motivo volviera allá, mientras mi papá estuviera en esa casa. Me hizo prometerle que si mi padre me llegaba a agredir otra vez lo iba a denunciar y me iba a ir de allí para siempre; y se lo prometí para que se quedara tranquila, pero no lo cumplí; no pude hacerlo.
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*Arrumacos: cariño, acariciar.
*Aro: Alto Riesgo Obstétrico.
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Adolecer
Ficción General(Romance juvenil hetero) A Gaspar se le ha enseñado desde niño a acatar la voluntad de su padre, pero la llegada a la adolescencia ha abierto las puertas a la confrontación. En búsqueda de libertad y aceptación por sus pares cae aún más en la red de...