Mi tía no vivía en la ciudad misma, su casa estaba en las afueras, en una especie de parcela. La construcción era lugubre, como ella...
La casa era oscura, con gruesos paneles de metal por dentro, en algunos sectores, habitaciones cerradas con llave y extraños movimientos nocturnos que me estaba prohibido observar. Además, de un frío sótano.
No me gusta recordar ese mes y medio que estuve allí; es decir, está patente en mi mente, con cada detalle, y aún así no sé si soy capaz de escribirlo... yo la ayudaba con las tareas domésticas, mientras Aldo trabajaba, y su trato y actitud conmigo era como el de mi padre. Y sí, como es de imaginar, traté de escaparme a la primera oportunidad; empujé a mi tía para quitarle el manojo de llaves, en donde estaban las de la puerta a la calle, forcejee con ella y la dejé tirada en el suelo, e intente probar varias llaves del gran manojo que había, pero era una puerta metálica, con tres cerraduras, además de la reja metálica que estaba por fuera, y el portón eléctrico del antejardín; la casa era una maldita fortaleza. Logré abrir la puerta metálica, después de un montón de intentos y mucho tiempo desperdiciado, pero la llave de la reja, no conseguía encontrarla, todo eso le dio tiempo a ella para alcanzarme, estaba furiosa, me pegaba con el bastón, mientras yo seguía intentando encontrar la llave correcta, pero la llave no estaba allí. Ella me miró y se rio, mientras volvía a apoyarse en el bastón.
—No lo conseguirás, —me dijo y agregó: —pagarás muy caro tu osadía.
—¡Quiero volver a casa! ¡Usted está igual de loca que mi papá! ¡No puede tenerme encerrado! ¡No soy ni su empleado ni su esclavo, ni nada!
—Eso no lo decides tú, bastardo. Creo que Julio ha sido muy blando contigo, necesitas una mano más dura.
—¡Vieja loca! ¿Qué sabe usted de lo que necesito?
—Sé muchas cosas... cosas que ni te imaginas... y sé la basura que eres.
—¡¿Entonces, para que me quiere aquí, si soy una basura?!
—¿Sabes para qué te quiero? Quiero para hacerte daño. ¿Quién crees que insta a Julio a tratarte de ese modo? ¿Quién crees que lo envenena contra ti todo el tiempo? ¡Tú ni siquiera deberías existir! —Esa respuesta me congeló la sangre, me miraba con odio puro y una mueca de malicia apareció en su agrio rostro.
—¿Qué le he hecho yo a usted? ¿por qué me odia así? —pregunté llenándome de un pavor repentino.
—¡Pobre! No conoces tu origen. ¿Qué crees que será? Pregúntale a tu padre, o aún mejor; pregúntale a tu mamá a ver si es capaz de responderte.
—¡Está loca!
—Si, lo estoy; desde hace 15 años y tú tienes la culpa de eso. ¡Ahora, pásame esas llaves y vuelve al trabajo, mocoso estúpido, que aún te queda mucho por asear!
Le entregué las llaves y fui a fregar el piso de la cocina, que era lo que estaba haciendo cuando le arrebaté las llaves a ella; en ese momento no entendía lo que había querido decirme, sólo tenía claro que me odiaba y deseaba lastimarme, intenté luchar contra el sentimiento de miedo que quería apoderarse de mí una vez más.
Aldo era un hombre joven aún, muy fuerte, tenía en ese tiempo unos treinta años, es menor que ella. Cuando llegó del trabajo ya estaba enterado de lo que yo había hecho. Estaba enojado, muy enojado; se suponía que yo debía cuidar de mi tía, y la había empujado, tirándola al suelo; no sé si ella le pidió que me golpeara, pero me dio una paliza, como jamás ni siquiera mi padre lo había hecho, y me hizo jurar que obedecería a mi tía y que no intentaría nada más. Y al día siguiente volvió a hacerlo, y al siguiente, y al siguiente... y al siguiente. ¾Recuerdo esto y no puedo evitar llenarme de rabia nuevamente, ni evitar que mis lágrimas corran otra vez. Llegó un momento en que temblaba apenas lo veía, y me portaba bien, hacía todo lo que me decían, pero no paró de golpearme en varios días, hasta que después dejó de hacerlo, y entonces se burlaba, porque hacía como que me iba a golpear y yo gemía asustado, instintivamente, intentando protegerme el rostro con las manos, y él se reía. Mi tía hacía su parte con el bastón para que me apurara en tener las cosas listas, y por supuesto que no podía decirle nada ni hacer nada.
El día en que ella fue al control para que le quitaran el yeso, él regreso sólo, entró en el cuarto en que me dejaban encerrado cuando no había nadie más en casa, según mi tía para que no metiera mis narices donde no me convenía. Yo pensé que me golpearía de nuevo, solo porque sí. Pero entonces, me dijo que no me golpearía si yo dejaba que él me tocara... retrocedí unos pasos, espantado, y huí a un rincón de la pieza y me acuclillé en el suelo llorando... entendí qué es lo que quería, él se me acercó, me agarró del pelo, haciendo mi cabeza para atrás, para que yo lo mirara, quiso besarme y yo corrí la cara, me dio una cachetada y yo lo escupí, él se río, me dijo que así sería más divertido... yo me aterré, pensé que él... abusaría de mí; intentó tocarme con sus asquerosas manos, y su celular sonó; y esa llamada me salvó en ese momento. Me amenazó para que no dijera nada a nadie sobre ese instante, y se marchó, mientras mis nervios estaban a punto de colapsar.
Por fin llegó ella sin el yeso, estuve unos días más allá, él no volvió a insinuarse de nuevo, pero si volvió a golpearme un par de veces, sólo por gusto, hasta que me regresaron a casa de mis padres, ellos mismos fueron a dejarme y cómo si nada hubiera pasado o nada me hubieran hecho.
No sé qué aspecto habré tenido, porque mi mamá se tapó la boca de sorpresa y horror cuando me vio, miró a mi padre, y este parecía no importarle nada, quizas era que yo estaba hecho un atado de nervios y había bajado mucho de peso estando allá, a más que me veía enfermo por todo lo que me habían pegado. Pero de lo que pasó con Aldo nadie se enteró nunca, hasta hace solo unos meses atrás.
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Adolecer
General Fiction(Romance juvenil hetero) A Gaspar se le ha enseñado desde niño a acatar la voluntad de su padre, pero la llegada a la adolescencia ha abierto las puertas a la confrontación. En búsqueda de libertad y aceptación por sus pares cae aún más en la red de...