Capítulo 25

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Apenas me instalé de nuevo en casa, mi temor fue que a mi padre se le ocurriera volverme a quitar toda la ropa nueva que tenía; la que me había comprado mi tía, y algunas prendas que fueron regalo de la tía Margarita y de Sally. Lo bueno fue que me había desarrollado un poco durante esos meses, y tenía unos cuantos centimetros más y había ganado peso y masa muscular, por lo que la ropa mía vieja que había quedado en casa ya no me servía. Infundado o no mi temor, pude seguir vistiendo bien y no tuve que volver a ponerme los trapos que tenía que usar antes, eso fue un alivio para mí.

Mis días se volvieron bastante agotadores desde mi regreso; me levantaba muy temprano y me ocupaba de mis hermanos, del desayuno, dejaba tendiendo las camas, y pelando las verduras para el almuerzo, para aliviarle a ella el trabajo. Luego de pasada a clases iba a dejar a mis hermanos a su escuela que queda bajando una cuadra, y al regreso, me volvía a prisa para recogerlos. Luego me ponía a lavar la loza, la ropa, o a hacer aseo o cualquier cosa pendiente; y tuve que aprender a hacer de todo un poco, al principio era super torpe, pero de a poco me fui acostumbrando hasta cogerle el ritmo.

A sally la veía en clases, y tuvimos que acostumbrarnos a no pasar todo el tiempo juntos, como nos gustaba, y aunque primero eché mucho de menos la casa de mi tía y las visitas donde la tía Margarita, de todos modos me fui adaptando a todas las responsabilidades que tenía; incluyendo el esfuerzo de estudiar cuando ya estaba super cansado, para poder mantener las notas que en ese momento tenía, porque Sally me decía que si quería ir a la universidad con ella tenía que estudiar.

Durante esos meses no tuve ningún altercado con mi padre, era como si implicitamente hubiesemos hecho un acuerdo para llevarnos mejor. Él seguía siendo tosco en el trato conmigo, pero no me agredió mientras ella estuvo embarazada, ni siquiera cuando me mandaba alguna embarrada, por no saber hacer bien las cosas. Mis hermanos se apegaron aún más a mí en ese periodo, y a veces querían ayudarme con los quehaceres, pero mi papá no los dejaba.

Cómo la situación económica que teníamos no era muy buena, yo no le pedía a ellos nada para mí; tampoco me atrevía a pedirles que me compraran lo que fuese; era mi tía Dina la que me compraba utiles de aseo, y la que me daba algo de dinero para lo que necesitara, además ella se había vuelto en ese tiempo mi apoderada en el liceo, y era la que iba a las reuniones de apoderados y pagaba las cuotas que pedían para las actividades que se hacían a veces. Y mi tía Margarita a través de la Sally me mandaba colaciones, y los materiales que me hicieran falta en clases.

Así era como vivía; si no fuera por ellas todo hubiera sido mucho más difícil de sobrellevar.

El tiempo pasó rápido y pronto llegó diciembre. Ese año de sólo recordar lo que él me había hecho la navidad anterior, me hizo sentir un irracional miedo, y empecé a pensar en qué debería hacer si a él se le ocurría lastimarme de alguna forma de nuevo; eran dos navidades que no había podido estar con mamá y con mis hermanos; realmente pensé que otra vez me iba a encerrar o a hacer algo, gracias al cielo no fue así.

Las clases acabaron y con Sally hicimos planes para estar juntos un rato en navidad y para aprovechar las vacaciones de verano un poco.

El día de noche buena anduve como nunca para todos lados; fui a la casa de mi tía Dina en la mañana, porque tenía regalos para mamá, y para mí y mis hermanos, y como siempre, además me dio algo de dinero y mandó también confites y un queque.

Por la tarde estuve un par de horas donde la tía Margarita, tomé té allá con un montón de dulces que ella había hecho y también me tenían regalos. Aprovechamos con Sally de estar un rato juntos sentados en la sala, al lado del hermoso arbol de pascua que tenían, y allí le entregué un pequeño obsequio que le había hecho, pero le pedí que no lo abriera antes, y es que me daba vergüenza, pero le había hecho un anillo con alambre de cobre y pequeñas cuentas de vidrio; me había costado mucho hacerlo y dejarlo bonito, trabajando con apenas un alicate, porque como no podía comprarle nada caro, preferí darle algo que hubiera hecho con mis propias manos.

Días después me dijo que le había gustado, y lo guardó bien, porque aún hoy todavía lo tiene de recuerdo, y eso que ya ha pasado tanto tiempo.

Ese año al fin pude pasarla con mamá y mis hermanos, nuestra cena fue bastante humilde, y mis padres le hicieron regalos solo al Enrique y al Daniel, pero no me importó, porque al menos por un momento podía imaginar que mi familia era como una familia normal y que yo era parte de todos ellos.

Dos días antes del año nuevo, mi mamá se sintió muy mal y tuvimos que llevarla al hospital de urgencia, la dejaron hospitalizada, por lo que para el año nuevo, mi papá se quedó con ella en el hospital y yo me fui con mis hermanos a pasarla donde mi tía Dina, y Sally vino también para estar conmigo.

Después de las doce llegó mi tía Margarita también y cuando los niños se durmieron me fui con Sally y su mamá a su casa. Nos quedamos conversando allá toda la noche; era la primera vez que me quedaba en la casa de ella, y fue también la primera vez que pasamos un poco más allá de los besos y los abrazos, aunque no hicimos mucho tampoco.

Ya por la madrugada dormimos un rato; yo me quedé dormido al lado de ella, en su cama, sin darme cuenta; ese fue el mejor año nuevo que había tenido hasta entonces,a pesar de que mamá estaba en el hospital.

El primero, después de desayunar juntos, Sally me acompañó a buscar a mis hermanos a casa de mi tía Dina, y de allí fuimos a mi casa. Ellos le empezaron a hacer muchas preguntas a pesar de que la habían visto el día anterior, pero no le habían hablado mucho, porque estaban más interesados en jugar en la calle. Pero estoy seguro que se dieron cuenta de inmediato que teníamos un trato especial entre nosotros.

Sally se rió de buena gana, y yo me puse rojo cuando el Enrique le preguntó si nos ibamos a casar cuando fueramos más grandes.

—¿No crees que es muy lindo tu hermano? ¿Lo compartirías conmigo para casarme con él? —le respondió Sally graciosa y espontánea.

—Bueno, pero si se se casan tienen que llevarme a vivir con ustedes... —le respondió sonriendo Enrique, que en ese entonces tenía sólo nueve años.

—Yo no quiero que se vaya de nuevo —dijo Daniel que ahí tenía siete.

—Estos niños te quieren mucho; me voy a sentir celosa de ellos —me dijo bromista Sally, yo sólo sonreí.

Ella se ganó en un rato a mis dos hermanos, aún hoy los aprecia mucho, en especial al Enrique, y es que como es hija única, siempre quiso tener más hermanos, sin embargo yo soy el que ahora tiene varios hermanos más, a los que hasta hace unos meses atrás no tenía idea que existían.

Mi papá llegó a la casa un poco antes de mediodía, y Sally todavía estaba allí conmigo; la vio, y no la saludó, pero tampoco dijo nada, simplemente fue a bañarse y luego a su cuarto.

Ese día cocinamos entre los dos y por suerte nos quedó bastante buena la comida. Tuve que preguntarle a papá si ella se podía quedar a almorzar y a regañadientes me dijo que bueno. Comimos, pero ya no estaba ese ambiente distendido. Ella me observaba, sé que porque mi actitud y comportamiento cambia radicalmente cuando estoy frente a él.

Después del almuerzo fuimos a las visitas, al hospital, y llevamos a mis hermanos y los dejaron entrar sólo por un ratito. Mi mamá no se veía bien, y el médico le había dicho que si se le subía más la presión iban a tener que hacerle una cesárea de emergencia.

Sally también pasó a saludarla, pero mi mamá hizo una mueca de desagrado y apenas si recibió el saludo.

—Tu familia no me quiere —me dijo Sally ya en el pasillo, fuera de la habitación en el hospital.

—A mi tampoco, así que no te preocupes —le respondí para hacerla sentir mejor. Ella me sonrío con tristeza y me tomó una mano y me acarició con sus dedos.

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