Capítulo 13

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Llegó diciembre, mis notas habían subido considerablemente, gracias a Sally y los consejos de su mamá, aunque mis padres ni se enteraban de ello, porque no iban ni a las reuniones de apoderados; por un lado era mejor así.

Pero lo que nos preocupaba era que ese mes terminaba el año escolar... ¿Qué excusa tendría para salir de casa e ir a verla? Estuvimos pensando en eso durante algunos días, y habíamos hecho planes para poder vernos durante las vacaciones. Pero una noticia, como un balde de agua fría, hizo que las cosas fueran aún peor de lo que pudiera esperar; estábamos a mediados de mes, faltaba apenas un día para que finalizaran las clases, cuando una tarde, después de la once, mi padre me dijo que me enviaría a casa de mi tía Julia, a Iquique, que porque se había fracturado la pierna —la vieja maldita— y necesitaba que la ayudaran en su casa.

—¿Por qué yo, papá? —pregunté intentando no exaltarme, para que no se me cayera mi papel de sumiso.

—Tú sabes que está sola, es mi hermana, no le voy a rechazar ayuda cuando más lo necesita. —Justificó la sentencia que me imponían.

—Ella me odia —señalé sin ser consciente en ese entonces de cuán acertadas eran mis palabras, aunque en lo poco que la conocía era bastante notorio.

—¡No digas tonteras! —me contestó carraspeando; él sabía que ella me odiaba, y sabía porqué...

En vista del pobre resultado de mis intentos, acudí a la única estrategia que por impulso solía hacer: Suplicar.

—¡Por favor... no me mande para allá!

—¡No empieces! Esto ya está decidido; vendrá a buscarte mañana. Te quedarás con ella hasta que le saquen el yeso.

—¡¿Qué?! ¿Mañana? ¿Y Pasaré la navidad allá? —Sentí de pronto que la rabia me subía como espuma por dentro, como si fuera sal de Eno. Quería estallar.

—Sí, y probablemente el verano. —Confirmó, dejándome a punto de perder toda calma.

—¿Y porqué mejor no me envía solo, porqué tiene que venir a buscarme, no se supone que está coja?— dije a punto de armar un escándalo una vez más. Ya no lograba contenerme.

—¡No seas irrespetuoso! Sabes porqué no te mandaría solo: eres capaz de irte a cualquier otra parte y no llegarías nunca donde tu tía.

—¡Por favor... papá no me haga esto... me he portado bien todos estos meses! Esa señora no me quiere, no quiere a nadie...

—¡Basta! ¡Irás, la ayudarás en todo lo que necesite y pobre de ti si recibo una sola queja de su parte! Es mejor que tengas tus cosas listas.

—¡No iré! ¡No me puede obligar! ¡Quiero pasar navidad con mis hermanos y con mi mamá! —Empecé a gritar sin poder contenerme.

Debo reconocer que a veces me era muy difícil luchar contra mis impulsos, las emociones me ganaban, no sabía cómo lidiar con mi padre, cómo hacer que me escuchara, o que al menos tomara en cuenta mis deseos y decisiones; no quería ser un peón movido por la voluntad unilateral de otros, pero al final, eso era lo que de constante ocurría.

—¡Cállate, infeliz! —vociferó él también, cruzándome la cara de una cachetada.

Con eso dio por terminada la discusión, una vez más él ganaba.

Ni siquiera alcanzé a despedirme de mi Sally; el último día de clases no asistí al liceo, y aunque quería huir no tuve oportunidad, papá no había ido a trabajar; había intercambiado el turno con otro para poder recibir a su hermana.

La noche anterior había intentado convencer a mi mamá para que me ayudara, pero angustiada, me respondió que no podía hacer nada.

Llegaron a buscarme por la mañana; mi padre estaba feliz de encontrarse con Julia; se entendían muy bien, eran muy parecidos los dos, en carácter y actitud.

Almorzaron en casa, mamá los atendió a ella y a Aldo. Mi tía vivía con él, era como su perro guardían, tenía una relación rara con ese depravado.

Después de eso, llegó la hora de partir. Hasta el día de hoy pienso que Ella y mi padre planearon el que yo fuera para allá, él no quería que pasara la navidad con su familia.

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