Capítulo 53

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Tenía las manos con sangre y Sally aún me abrazaba, cuando una mujer de la PDI se acercó a mí, mirándome, mientras comparaba mi imagen con la de una fotografía que tenía en sus manos.

Luego vi como si de una pelicula se tratase, que se llevaban a papá esposado y a la rastra, que hablaban con Sally y con mamá y hasta con mis hermanos. Ví las camionetas de la policía estacionadas afuera y los curiosos observando la escena.

Me llevaron al hospital para revisar mi estado, y Sally me acompañó todo el tiempo.

Me chequearon y me hicieron exámenes de distinto tipo, pero por sobretodo me hicieron preguntas, muchas preguntas, y por primera vez no callé; con mi declaración tenían lo necesario para dejar a Julio tras las rejas por un buen tiempo.

Poco después fueron arrestados también Julia y Aldo, y aunque no era lo que yo deseaba; también arrestaron a mamá.

Me fui a vivir con Sally y eso me hizo muy bien, y lo primero que ella logró fue que yo pudiera alimentarme mejor nuevamente, dándome de comer en la boca, como cuando tenía las manos heridas, y era la única forma en que nada atemorizante sintiera cuando comía.

Cuando iba a preparar el almuerzo yo le dije que no comería, aunque con tan solo hablar de comida la sensación de hambre en mi cuerpo me rogaba por alimentos.

—¿Tienes hambre, verdad? —me preguntó entonces mirándome triste.

—Mucha... —reconocí.

—¿Pero...? —preguntó dejando la palabra en el aire.

Entonces le conté lo que había pasado durante el desayuno esa mañana y ella me contó lo que le había dicho mi hermano sobre que yo no comía y me contó que estuvo conmigo en la pastelería, aunque yo no lo recordaba. Entre los dos llegamos a la conclusión de que algo me había provocado un trauma con la comida, y me pidió que intentara alimentarme y ella me ayudaría a vencer de alguna forma eso.

Cocinó unos fideos con salsa y cuando tuve el plato frente a mis ojos, el olor me despertó aún más el apetito, sintiendo un dolor gigante en el estómago, tomé el tenedor con la mano, pero al momento de querer tomar algo de comida, las manos me empezaron a temblar y sentía como si la oscuridad se acercara acechándome.

—Mírame. Respira profundo —me pidió—. Piensa en mí; en los recuerdos bonitos que tenemos juntos ¿de acuerdo? —yo asentí y me llevé el bocado a la boca.

Lo saboreé por un momento disfrutando de la sensación de la comida en la boca, pero sólo duró ese instante, de inmediato sentí que la oscuridad me rodeaba; como si estuviera en un cuarto oscuro o como si no viera nada, a pesar de estar con los ojos abiertos y mirando la mesa, a Sally y la comida. Y nuevamente los sonidos; la madera crujiendo y esos gemidos, fuertes, ... gemidos sexuales; pero a mi me angustiaban, me aterraban y me estremecían, al punto de casi no poder respirar.

—Gaspar. Mírame... —me dijo Sally tomando mi mano—. Estás aquí; estás seguro.

Apenas si pude tragar ese bocado, solté el tenedor y no quería atreverme a comer más, pero ella insistió. Entonces me dijo que haríamos como cuando mis manos estaban vendadas y ella me alimentaba en la boca.

Tomó ella el tenedor y me puso lentamente una porción en mi boca, mientras yo la miraba fijamente, nervioso, pero Sally me sonreía, aunque forzadamente, y con sus palabras me llevaba a recordar esas semanas en que hacía todo por mí; yo avergonzado de darle todos esos trabajos y ella amable, siempre dispuesta a ayudarme.

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