Director Utrera:
—Por fin llegáis —nos dice Fran con una sonrisa traviesa cuando entramos en el despacho de Utrera.
—Miller, Holbein, Brown, sentaos —ordena y le hacemos caso—. Cazalla me ha comentado que vosotras habéis causado ese escándalo en el recreo.
—Eso es mentira, Utrerita —digo y Richi y Elisa ríen disimuladamente.
—¡No me llames Utrerita!
—Director, nosotras no hemos hecho nada.
—Sí, claro, Elisa. ¿Entonces por qué habéis escapado? —le pregunta desafiante Fran.
—Fácil —digo—. Dabas miedo, Fran. ¿Te has visto la cara? —le sonrío burlona a la vez que mis amigas hacen el típico 'uuhh'.
Fran gruñe y el director suspira exasperado.
—¡Basta! Los cuatro estáis castigados —todos empezamos a quejarnos, pero nos calla—. Si seguís así, aumentaré el tiempo. Para empezar, estaréis únicamente tres días.
—¿Y qué haremos?
—Ten paciencia, Miller. Estaréis limpiando el recreo, así las limpiadoras tendrán un pequeño descanso.
—¿¡Qué?! —decimos todos al unísono. Miro a Fran con asco, pero no me hace caso y sigo escuchando al director.
—Shh. Ahora estaréis cuatro días —sentencia y ninguno dice nada por miedo a que se alargue el castigo—. Estaréis máximo dos horas. Eso sí, el patio tiene que quedar perfecto, o el próximo castigo será peor. Ahora marchaos, que va a sonar el timbre.
—Una última cosa... ¿Llamará a nuestros padres?
—Gracias por la idea, Holbein —inmediatamente los tres nos giramos hacia Richelle y la matamos con la mirada.
(...)
—¡Rebecca y Elisa! —chilla el tío nada más entramos en casa.
Vamos a su despacho, y con su cara de póquer nos indica que nos sentemos.
—El director Utrera me llamado muy enfadado —prosigue. Y si las miradas matasen, ya estaría enterrada bajo tierra.
Sé que el tío piensa que todo esto es por mi culpa, que soy una mala influencia. Y no me lo he inventado, lo ha dejado bastante claro con todas las indirectas sobre mí que lanza al aire.
—Lo sentimos, papá.
—De nada me valen tus 'lo sentimos' —dice imitándola, y ella baja la cabeza hacia sus mano —. Estáis castigadas, limpiaréis la casa por toda la semana. Y con eso me refiero a lavar los platos, poner lavadoras y secadoras y por supuesto, ordenar vuestros cuartos.
—¿Os habéis puesto de acuerdo los adultos para imponer castigos con la limpieza o que?—pienso en voz alta e inmediatamente se levanta de la silla giratoria y apoya ambas manos en su escritorio.
—Si no quieres un castigo peor, más te vale que vayas a comer y cierres la boca.
Ambas salimos del despacho y nos dirigimos a la cocina.
—Ya veo que ni siquiera esa absurda broma os sale bien —comenta Ash y mis hermanos ríen.
—Cállate, víctima del payaso loco —contraataco y pone los ojos en blanco.
—Comed y callad —ordena Jack entrando en la cocina.
Al acabar de comer, subo deprisa a mi habitación y aprovecho para hacer una videollamada con Pey.
[Aquí empiezan a hablar en inglés]
—¡Hola! —saluda animada mientras se peina.
—Hola Pey, te veo muy guapa —le digo y sonríe.
—Desde que estoy con Dimitri estoy mucho mejor. Es el mejor, siempre hace que me ria.
—Me alegro muchísimo por ti.
—Tengo media hora antes de que venga a por mí, me llevará a dar una vuelta por no sé dónde —dice mirando su pequeño reloj que lleva en la muñeca—. Así que, cuéntame todo. ¿Qué tal por allí? ¿Algún chico guapo?—me rio ante su insistencia y me siento en la cama para estar más cómoda.
—Bueno, se está bastante bien por aquí. Tengo bastantes amigos, súper majos. Y...
—¿Has salido ya de fiesta? —me interrumpe.
—Peyton, la duda ofende.
—Esa es mi chica —sonríe orgullosa y ruedo los ojos.
Seguimos hablando hasta que llega Dimitri. Nos ha venido bien esta charla para ponernos al día.
Le he contado todo, omitiendo lo de Erick, y ella me ha puesto al día con los cotilleos de clase.
(...)
—Tu helado es muy aburrido —dice Arnau.
—Y el tuyo muy colorido —contraataco sacándole la lengua.
Después de estar un buen rato haciendo deberes, recibí una llamada de Arnau diciendo que si podíamos salir a tomar un helado.
Y aquí estamos.
—Y bueno, ¿sueles viajar mucho? —me pregunta saboreando su helado.
Se pasa la lengua por los labios, y se me pasa por la mente cómo sería besar esos labios carnosos. Dejo a un lado esos pensamientos y me concentro en la pregunta.
—De vez en cuando. Recuerdo que cuando era pequeña, mis padres nos llevaban a hacer excursiones por muchos sitios. Luego crecimos, y mis padres empezaron a estar más ocupados.
—Nosotros también vamos de acampada. Cada año, cuando es el cumpleaños de mi madre, mi padre organiza una acampada. Una vez, cuando mis padres dormían, mis hermanas y yo tiramos su colchón al río que había al lado. Claro que después temíamos por el castigo y los sacamos en seguida. Y aunque se despertaron, valió la pena ver su reacción.
Ambos empezamos a reír a carcajadas, y me quedo unos segundos mirando como se ríe. Se le forman unos hoyuelos muy bonitos, y cuando me pilla mirándolo fijamente, aparto la mirada sonrojada.
—¿Cuántos hermanos tienes? —le pregunto y bajo la mirada a mi helado.
—Tengo dos hermanas, ambas menores. ¿Y tú?
—Cuatro. Dos menores y dos mayores. Déjame decirte que tienes el placer de hablar con la mediana de la familia Miller.
—Oh, todo un honor —dice sarcásticamente después de reírse y le pego suavemente en el hombro.
Una llamada hace que se levante de la mesa, y minutos después regresa.
—Mis han tenido que irse al hospital —por mi cara de preocupación, se ríe un poco antes de seguir—. Una amiga suya se ha puesto de parto, y han dejado a mis hermanas con mi tía.
—Si quieres puedes venir a cenar a casa esta noche —digo restándole importancia mientras dejo la tarrina del helado en la mesa.
—¿Ya me quieres presentar oficialmente? —sube y baja las cejas repetidamente.
—Que bobo, encima de que intento ser maja...
La idea de que venga a casa a cenar me pone un poco nerviosa, y no entiendo la razón de mis pensamientos.
—Será un honor, Miller —asegura y salimos fuera para seguir con nuestro paseo.
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Idiota, te ganaré. (COMPLETA)
Teen FictionLos secretos que la familia de Rebecca Miller tanto intenta esconder se ven amenazados cuando ella y sus hermanos deben irse a vivir a España con sus tíos. Los secretos corren peligro, pero, ¿podrán guardarlos?