Capítulo 35

26 5 0
                                    

De niñera va la cosa:

—Sí que es aquí —asegura Ian y miro a Chad.

—¿Qué hacéis aquí? —vuelve a preguntar.

—Vengo a jugar con Daniel.

—¿Quién eres? —le pregunta Chad.

—Venga, ya vendremos otro día —le digo a Ian, pero no me hace caso.

—Soy Ian. ¿Está Daniel?

—Sí —le dice Chad e Ian corre hacia el interior de la casa.

-¡Ian! -grito y Chad se aparta para que pueda ir tras Ian.

—Tranquila, está fuera con el hijo de mi padre —dice persiguiéndome hasta llegar a lo que parece ser un desastroso salón.

—Mira, no sabía que vives aquí, porque de ser así jamás hubiese venido —le aseguro señalándolo.

—¿Qué mosca te ha picado? —pregunta abriendo una lata de cerveza.

—¿Tú eres tonto, o qué te pasa? ¡¿Sabes cómo está Elisa por tu culpa?! ¡La has hecho pedazos!

—Yo dejé claro desde un principio que no iba en serio. Solo era diversión. No es mi culpa que se enamorara —dice tranquilo y le doy una cachetada de la rabia. Me mira divertido y si las miradas matasen, ya estaría a 20 metros bajo tierra.

—¿Esta es tu forma de decirme qué quieres sexo? Encantado.

—Eres imbécil, lo juro. Para empezar, tengo novio y nunca le sería infiel y para acabar, eres un desgraciado y nunca tendría sexo con alguien tan desagradable como tú.

—Pues tu prima si lo hizo. Sinceramente, Rebecca, me aburres —lo miro lleno de rabia y estoy dispuesta a pegarle otra cachetada, pero una llamada hace que él coja el teléfono rápido.

—¿Qué pasa, tío? Estoy con Becca —comenta y se muerde el labio. Repugnante—. ¡No! —es lo único que dice antes de colgar.

—¿Quién era? —exigo saber y me mira vacilante.

—No te importa —dice cortante. Dejo de mirarlo y voy hasta el jardín, en busca de Ian.

No puedo seguir ni un segundo más aquí.

—¡Ian! —grito llamando su atención. Empieza a correr hacia mí y abro los brazos para que cuando llegue, abrazarlo. Tropieza con un camión de juguete y cae al suelo. Empieza a llorar a todo pulmón y cuando le levanto la carita, veo que está sangrando.

—Madre mía —susurro y lo cojo en brazos, llenándome la camiseta de sangre—. ¡¿Tienes algo para curarle?! —le grito a Chad en cuanto vuelvo al salón y me mira alarmado.

—¿Qué ha pasado?

—Se ha tropezado con un juguete y al caer se ha hecho daño en la boca —explico rápidamente y asiente.

—Siéntalo ahí —ordena y le hago caso.

Los sollozos de Ian no cesan, y le limpio la sangre con un papel mojado.

—No pasa nada, Ian —le digo en un intento de calmarlo, pero chilla de dolor en cuanto Chad le examina el labio.

—Se le ha inchado un poco el labio, pero está bien —asegura y le da un pequeño apretón en el hombro—. No llores, hombre. Eres un niño muy fuerte y no puedes llorar —le dice e Ian deja de gimotear poco a poco.

—¿Me das una piruleta? —pregunta y sonrío revolviéndole el pelo.

—No tengo piruletas.

—Ian, tenemos que irnos, venga —le digo y se pone de pie.

—Pero, Becca, ¡quiero una piruleta!

—Por el camino te compraré una —digo exasperada y sonríe victorioso.

Me da la mano y salimos de esa casa por fin.

—¿Becca? —escucho la voz de Fran en cuanto empiezo a andar de vuelta a casa.

—¡Hola, hermano de Becca! —dice contento Ian y corre a abrazarlo.

—¿Qué coño hacías en casa de Chad? —exige saber enfadado y sonrío nerviosa.

Idiota, te ganaré. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora