Capítulo 3

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Samarie

Me siento un tanto impaciente. He llegado más temprano de lo normal a la oficina, lo que se cataloga como un milagro. Por que ODIO levantarme temprano. Pero la culpa de todo esto la tiene Sebastián Giordano, el estúpido al que le haré la vida una mierda solo porque se lo merece.

Cierro un poco las cortinas del ventanal para que los rayos del sol no molesten tanto. Miro mi reloj y veo que aún faltan unos diez minutos para las ocho. Abro la gaveta que queda justo a la derecha y saco de allí la caja que contiene un nuevo celular para Sebastián. El hecho de que él sea un idiota no significa que no le iba a comprar un celular nuevo por haber hecho trizas el que ya tenía. Y la verdad es que ningún arreglo iba a hacer que el pobre aparato quedara en óptimas condiciones, había quedado horrible. Ojeo uno que otro documento que me han dejado más temprano y firmo otros cuantos. Alisto los papeles de la junta que tengo en unos diez minutos y pongo algo de música.

- Pase - digo al escuchar que alguien toca la puerta.

- Ya ha llegado Sebastián. - anuncia Miranda desde la puerta, pudo haberlo informado por el intercomunicador pero da igual.

Miro el reloj y veo que son las ocho en punto ¿tan rápido se ha pasado el tiempo? Los segundos pasan con rapidez y justo cuando mi reloj marca que son las ocho en punto con cincuenta y siete segundos le digo a mi secretaria que haga pasar al rubio.

- Llegas tarde. - no lo miro pero sé que es él quien ha abierto la puerta.

- Son las ocho. - ¿lo he oído refutar?

Lo miro de inmediato. - No te pregunté. Además en mi reloj son las ocho y un minuto lo que quiere decir que has llegado tarde a tu primer día de trabajo.

- ¿Cómo? Espere ¿me dará el empleo? - su expresión es de confusión.

- Sí. Y ya es tiempo de que comiences a trabajar. - miro la montaña de papeles que está sobre mi escritorio y los aviento. - Comienza a organizar todo este desastre. - lo miro por última vez y salgo de la oficina no sin antes llevarme todo lo necesario para la junta.

Cierro la puerta y me río sin hacer ningún tipo de ruido. No es mi estilo ser así de abusadora y mala jefa pero ese estúpido se lo ha ganado y la verdad es que disfruto de eso.

- He escuchado todo. - miro a Carla quien camina a mi lado hasta la cafetería. Sé a lo que se refiere.

Río - Se lo merece. Lo dejé ordenando toda la montaña de papeles que estaban en mi escritorio. Están por todo el suelo.

- Eres mala Samarie. A este paso ya te ganaste su odio. - nos subimos al ascensor y marco el piso de la cafetería.

- Nadie lo mandó a ser tan idiota conmigo. Sabes lo mucho que me chocan los tipos como él. Así que él se lo ganó. Mucho hago con darle el empleo. - me justifico.

- Un café descremado por favor. - Carla me voltea a ver y niega con la cabeza. Pido un chocolate caliente, odio el café, y nos dirijimos a una mesa. - Yo que tú aprovechaba, Sebastián no está nada mal.

Mi amiga tiene razón, Sebastián es bastante atractivo. Rubio, ojos verdes, alto, buen cuerpo...Pero no, es un idiota y hasta ahí.

- Pero es un idiota. - hablo al fin, luego de analizar a mi nuevo empleado.

- Los idiotas enamoran. - habla seguido de un suspiro.

Río - Mi primo por más idiota que es te enamoró pero eso es un caso aparte.

Termino mi bebida y me dirijo hacia la sala de juntas. Saludo a todas las personas con un "buenos días" y dejo mis cosas en la silla que encabeza la larga mesa marrón obscura.

¿Quién es Sam? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora