Capítulo 33

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Narra Sebastián

A

pago el motor del auto justo cuando llegamos frente a una de las entradas de la casa de Samarie, la misma en la que la recogí hace unas dos horas. A esta hora el clima parece querer deteriorarse, tal y como en la mañana.

- Quiero que hablemos. - explico ante su rostro de confusión tras haber apagado el motor del auto.

- Bien, entremos entonces. - desabrocho mi cinturón, bajo del auto y lo rodeo con agilidad restándole tiempo a la rubia de que pueda abrir su puerta por ella misma. Alza ambas cejas. - ¿A qué viene tanta amabilidad? - ríe al ver que le he abierto la puerta. - No sabía que eras amable. - acepta la mano que le acabo de extender para ayudarla a baja del auto.

Ruedo los ojos. - Soy la persona más amable de este mundo solo que contigo no se me da bien...mucho menos al natural. - bromeo recordando aquel dicho que dice "entre broma y broma, la verdad se asoma".

- Muy gracioso. - esta vez es ella quien rueda los ojos a la vez que subimos unos cuantos escalones antes de ingresar a su casa.

Doy gracias a Dios de que adentro por obvias razones esté mucho más cálido que afuera. Sigo a Samarie hasta llegar a la sala en donde estuve hoy en la mañana y en donde nos besamos como hace tiempo tenía ganas.

- Antes de hablar quiero cambiarme. Ya vuelvo. - avisa antes de desaparecer escaleras arriba con ayuda de una de sus empleadas domésticas.

Suspiro pensando en lo que le voy a decir. Ella es demasiado complicada y no sé cómo se lo tomará. Por un lado puede que esté de acuerdo con lo que le quiero decir aunque realmente lo dudo mucho. Por el otro lado puede que sea un rotundo no lo que salga por sus labios. Así que para esto habrá un plan B, el mismo que ella ha dicho justo cuando subió al auto para ir al restaurante: volver a trabajar para ella. Y es que ni ella misma se entiende, un día me despide y al otro me vuelve a contratar...por no decir que la primera vez que me contrató fue todo aún más extraño, al parecer no me daría una oportunidad pero finalmente accedió.

- ¿De qué quieres hablar? - volteo topándome con una Sam en pijama. - ¿Qué? ¿Nunca has visto a una mujer embarazada en pijama? - y aquí tenemos de nuevo su lado borde.

¿No crees que cambias mucho de humor?...Descarto la idea de decirle semejante cosa, si lo hiciera de seguro me echaría de su casa aún con la lluvia que está cayendo ahora mismo.

- Tengo que decirte algo pero realmente no sé cómo. - me sincero al ignorar su último comentario.

Se sienta en el sofá dando una palmada a su lado para que yo haga lo mismo.

- Solo dilo. - bosteza como si le aburriera todo este rollo, sin embargo yo sé que no es así.

Asiento, no le voy a dar vuelta a las cosas. - Quiero estar cerca de ti estos dos meses que le restan a tu embarazo y también conforme nazca y vaya creciendo el niño. - suelto de una vez notando como deja de mirarme con incomodidad. - Tengo el derecho. - añado.

- Yo estoy bien así... - dice aún sin mirarme.

- Pero yo no. - aclaro - No quiero que ese bebé crezca pensando que él no le importa a su padre. No quiero que crezca pensando como yo, que mis padres biológicos solo sirvieron para concebirme y nada más. - sus ojos al fin encuentran los míos, sintiendo algo de compasión por mi.

- Lo siento. - baja la vista por una milésima de segundo antes de volverla a mi -  Tienes toda la razón...y el derecho.

Sonrío para mis adentros, realmente pensé que sería mucho más difícil.

¿Quién es Sam? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora