Samarie
Abro los ojos con lentitud, siento como si hubiese dormido por largas horas. Cuando logro acostumbrarme a la luz blanca del lugar en donde estoy me doy cuenta de que me encuentro en una habitación de hospital.
¿Qué hago aquí?
Frente a mi hay una pared crema demasiado pálida, tanto que puedo fácilmente confundirla con el color blanco, en esa misma pared hay una ventana en forma rectangular bastante grande cubierta por una cortina que me impide ver lo que hay a través de ella. Un carrito de metal con unos documentos sobre el adornan un poco la aburrida habitación seguido de unas máquinas, dos encimeras, una de ellas con un lavabo, una puerta que supongo es el baño, obviamente la puerta de entrada y una butaca donde se encuentra un dormido Sebastián, espera...¿Sebastián?
Lo observo detenidamente, él no está nada mal y si lo hubiese conocido bajo otras circunstancias ahora mismo la historia sería distinta. Pero no es así y a pesar de que se ve demasiaso bien hasta dormido con sus labios malditamente besables, su larga y perfilada nariz, sus largas pestañas y su cabello lacio con un rizo rebelde en las puntas, eso no hará que logre verlo ni pensar en él de otra manera. No señor.
Su mirada verdosa se asoma entre sus perfectas pestañas en el mismo instante en que deseo que se vuelva a dormir o que al menos no me hubiese cachado viéndolo. Volteo mi cabeza mirando la aburrida pared de enfrente intentando pensar en cualquier cosa.
- Has despertado. - dice con la voz un poco pesada.
- No, estoy dormida y tú también así que cállate y cierra tus ojos. - contesto sin mirarlo, no quiero y no puedo ya que una oleada de recuerdos llegan a mi mente con relación a todo lo que pasó antes de llegar aquí.
¿Cómo pude ser tan débil y mostrarme tan susceptible frente a él?
- No sé a cuál Sam prefiero. - hace una pausa como si estuviera pensando algo.
¿Él piensa? ¡Si es un inútil!
Continúa hablando - Si a la que se desmayó y parecía un ángel mientras estaba inconciente y dormía, porque no eres un ángel. - alzo una ceja - O a la bruja que cada día veo en la oficina. - lo miro sorprendida.
¿Qué ha dicho de mi? ¿Que soy una bruja?
- ¿Por qué no te callas, te tomas muchas pastillas y te mueres? - lo miro mal. - Nos harías un favor. - ruedo los ojos.
- ¿Nos? - inquiere con el ceño fruncido.
Miro hacia la derecha, justo donde se encuentra una máquina, intentando hayar en ella algún tipo de ayuda. Mierda. - Pues sí - contesto volviendo mi vista a sus ojos. - Me harías un favor a mi y al mundo ¿no lo sabías?
- Vuelve a dormirte por favor - rueda los ojos. ¿Cómo es que se atreve a hablarme de este modo? ¡Soy su jefa!
- ¿Qué hora es? - inquiero ignorando mis pensamientos.
- Las dos y media de la mañana. - contesta mirando su reloj. Ahora que lo pienso...¿Qué hacía durmiendo con la luz prendida? - Iré a avisarle al doctor que lamentablemente te despertaste. - hago una mueca de molestia. Se levanta y se dirige a la puerta.
- Y de paso me compras algo, tengo hambre. - él asiente. - Rubio idiota. - susurro para mis adentros pero él parece escucharlo.
- Te escuché - se voltea dandome una mala mirada a lo que yo sonrío falsamente.
La puerta se cierra y no es hasta varios minutos después que un Doctor entra por ella con un sobre y unos papeles entre sus manos. Se presenta mientras yo me pregunto cómo rayos hace un señor tan mayor para poder sostenerse a esta hora. ¿No es muy tarde para él?
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¿Quién es Sam?
RomanceSiempre es lo mismo ¿no? El jefe se enamora de su secretaria. ¿Pero que pasa cuando la jefa se enamora de su nuevo empleado, de su mano derecha? Todos conocían a Sam Miller como un gran empresario lleno de muchas influencias, lo que no sabían era qu...