Capítulo 10

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Samarie

La presentación ha estado bien, muy bien la verdad. Si consideramos el poco tiempo que les he dado para armar toda una campaña navideña podemos llegar a la conclusión de que tengo uno de los mejores equipos de trabajo y que hacen las cosas muchísimo mejor cuando están bajo presión. Quizás quisieron agradarme para no ser mandados de patitas a la calle, pues Sebastián les había dicho algo así para que se apuraran. Me molesté con él pues no tenía ningún tipo de derecho de creerse la gran cosa como para andar poniendo palabras en mi boca, pero al final le salió todo tan bien al idiota que no pude hacer nada más que decirle: "Nada mal" claramente no le iba a decir "estupendo" así que se tuvo que conformar con solo eso.

Por otro lado, la monotonía se ha vuelto parte de mi. La rutina nunca ha sido lo mío pero en estas semanas más que nunca todo se ha vuelto patas arriba en mi vida. Generalmente llego a la hora que quiera a la oficina pues muchas veces en la mañana trabajo desde mi casa y luego vengo a la oficina, salgo casi todas las noches y los fines de semana me pierdo por alguna cuidad de esta gran nación. ¡Ah! Y no hago el papel de madre. Pero últimamente estoy haciendo lo contrario y aquí estoy, una vez más bebiendo mi chocolate caliente mientras reviso algunas cosas y el enano de dos años destruye mi oficina. ¿Había mencionado que el torbellino rompió un jarrón que tenía en la oficina? Por suerte ese jarrón no me gustaba del todo así que no me molestó demasiado.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por el sonido de mi celular, abro los ojos con sorpresa al ver que mi tía Beatriz es quien me llama.

- Pensé que te habías muerto. - sonrío sin querer hacerlo, no quiero ser más la niñera de nadie.

- Muy linda tu manera de saludar a tu amada tía. ¿Cómo está mi pequeño Iker? - inquiere con cariño.

- Pues muy bien, se acaba de graduar de la universidad y planea casarse pronto. ¿Cuándo piensas volver? - miro con advertencia al niño mientras lo sujeto ya que intenta lanzarse de mi escritorio.

- No exageres Sam, solo han sido cuatro días con mi pequeño. - le resta importancia.

- Cuatro días que parecen semanas.  - me quejo - Él está muy bien, te lo paso. - alejo el celular de mi oreja y se lo doy al rubio no sin antes ponerlo en alta voz.

- Hola mamá. - saluda con la mano como si mi tía fuese a verlo. Río por su inocencia.

- ¡Mi bebé precioso! - ruedo los ojos, mi tía es muy (demasiado) melosa y cursi. ¿Qué son esos saludos raros? - Te estás portando bien ¿verdad? - alzo ambas cejas, me imagino que se está portando bien, ajá.

- Mjm - se limita a contestar.

- Bien, que bueno. ¿Y te gusta que te cuide tu prima?

Miro a Iker con los ojos muy abiertos diciéndole que no pero él, como el niño malo que es sonríe y dice que sí.

"Accidentalmente" corto la llamada. No me apetece continuar la conversación con mi tía. Mucho menos cuando me acaba de decir que todavía me quedan muchos días como niñera. ¿Qué se cree? No se me dan bien los niños.

- Escribe algo....un poema tal vez, si quieres dibuja un edificio moderno, multiplica tu edad por la mía...no lo sé. Solo has algo productivo en este papel ¿si? - sonrío esperando a que me haga caso pero Iker solo toma el papel y el lápiz y se sienta en el suelo a garabatear.

¿Quién es Sam? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora