Capítulo 43

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Beatriz

A pesar de todo lo que ha estado sucediendo yo quiero ayudar a mi sobrina. Todo este mal sabor parece haber caído de la noche a la mañana, pero no voy a descansar hasta que ella comprenda que todo lo que hemos hecho ha sido exclusivamente por su bienestar.

Me encuentro a dos pasos de la puerta de la habitación de mi querida Sam desde donde se escuchan una serie de ruidos que me parecen extraños. Frunso el ceño llena de intriga. ¿Qué estará pasando? Sin poder soportar la curiosidad ni un minuto más, decido acercarme. Abro la puerta hasta encontrar la peor de las escenas que jamás esperé ver. Mi corazón se acelera sintiendo ganas de asesinar a Flex quien está a punto de dejar sin aire a Samarie.

— ¡SUÉLTALA MALDITO IMBÉCIL! — grito asustada y enojada.

Me acerco a él propinándole varios golpes que parecen ser como nada ante su musculoso cuerpo, pero que logran desviar su atención y aflojar el agarre. Con su brazo golpea mi rostro haciendo que pierda el balance y caiga al suelo. Grito por ayuda tan desesperada como nunca. Si alguien no viene a socorrernos no sé qué pasará.

— ¡Señor Keenan! — las enfermeras hacen acto de presencia.

Las cinco mujeres lo rodean intentando sacarlo de la habitación justo antes de que un guardia de seguridad llegue a nuestro auxilio. Me levanto espantada procurando que Sam se encuentre con vida. No sé por cuánto tiempo ese maldito estuvo haciéndole daño.

— ¡Señora debe retirarse por favor! — piden las enfermeras una y otra vez.

Me niego con lágrimas en los ojos — ¡Sam, cariño! ¡Abre los ojos, por favor!

— ¡Sáquenla de aquí, no nos deja trabajar! — pide una de las enfermeras a un doctor que acaba de asomarse por la puerta.

Aún poniendo resistencia logran sacarme de allí con mil preocupaciones a bordo. No sé qué será lo que pasará.

Flex

Huyo como todo un cobarde al darme cuenta de lo que acabo de hacer.

— ¡No, no, no, no! — susurro una vez dentro del auto. — ¡Yo no lo hice! ¡No lo hice! ¡Ella no está muerta! — intento repetirme para sentirme menos culpable.

Salgo a toda prisa violando las leyes de tránsito. Necesito despejarme de estos pensamientos acusadores. Tengo que hacer algo... Mi cabeza debe estar ocupada en otra cosa, sino terminaré acompañado a Sam al otro lado.

(...)

Horas más tarde...

Sebastián

Llegó la hora. Es momento de entrar a la empresa de Flex y buscar algo que me pueda ayudar a sobrnarlo. Casi son las 11:30 de la noche, ya no deben haber demasiados empleados por aquí. Entro por la parte de atrás siguiendo a unas personas de mantenimiento que acaban de llegar. Me acerco lo necesario pero sin ser visto por ellos. Cuando llego al área de acceso controlado les muestro disimuladamente un cuchillo en una posición favorable para que las cámaras de seguridad no lo vean.

— Déjenme entrar y nadie saldrá herido. — digo por lo bajo.

Ellos me miran asustados, uno de ellos es un señor mayor y el otro parece ser su nieto.

¿Quién es Sam? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora