Capítulo 45

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Samarie

Habían pasado veinticuatro horas desde que había despertado del coma. Veinticuatro horas desde que había decidido echar de la habitación a Carla. Y tres horas desde que había firmado el alta voluntaria para poder salir del hospital con mi hijo en brazos de una vez y por todas. Por lo cual fui en busca de él, más no lo hallé. Me desesperé, mi respiración se entrecortó y las lágrimas comenzaron a salir sin pudor alguno. Flex Keenan se había llevado a mi bebé. Nadie hizo nada para impedirlo pues el hospital es suyo.

Los doctores intentaron asistarme pero me negué. Sabia que estaba bien. Si antes estuve en coma fue por que Flex casi logra matarme. Y el hecho de haberme puesto mal fue por la impresión de no encontrar a mi hijo. Aún así estoy bien, estoy viva. Tan viva como nunca antes y con unas feroces ganas de encontrar a mi hijo y hacer hasta lo imposible para que Flex se pudra muy lejos de nosotros.

Había llegado a la casa en donde me di un baño con dificultad. Las molestias por la cesárea eran constantes pero no tanto como el deseo de salir adelante.

Cuando llegué, todos se quedaron viéndome como si fuera una especie de fantasma. Me pregunté si todos ellos sabían todo lo que había estado pasando. Desde la muerte de mi hermano, hasta el hecho de que mi hijo ya nació. Por un momento me sentí molesta. Quise despedirlos a todos, en cambio pedí que todo se reestableciera y que me entregaran mi celular de una buena vez.

Desde ese momento estuve poniéndome al día sobre muchas cosas. Mi cabeza estaba inundada de tanta información que pensé que explotaría. La empresa había estado descuidada, mi hermano había sido asesinado, yo había tenido un hijo, me lo habían quitado a la fuerza y el hombre a quien amo me estuvo mintiendo. Todo era importante, pero encontrar a mi pequeño lo era aún más.

Por esa razón, ahora me encuentro frente a la puerta de la casa de los Giordano, fingiendo que no tengo molestias tras la operación. Toco el timbre luego de suspirar. No se me ocurren otras personas a las cuales pueda acudir. No me interesa que sean los padres de Sebastián, lo que me interesa son los contactos que tienen estas personas, los abuelos de mi bebé.

— ¡Señora Samarie! — habla la sirvienta que acaba de abrir la puerta.

Sonrio un poco — Magdalena sabes que no me gusta que me digan señora. — la reprendo. — ¿Estarán los señores?

— Están a punto de irse pero si les digo que has llegado de visita de seguro que atrasan su salida, entre. — me deja pasar haciéndose a un lado.

Camino hasta llegar al living en donde de pura casualidad me encuentro con los Señores Giordano.

— ¡Sam! ¡Querida! ¡Que sorpresa tenerte por aquí! ¿Trajiste a mi nieto? ¿Dónde está mi hijo? — la mamá de Sebastián es la primera en verme.

Bueno Sam, es ahora o nunca. — me digo a mi misma.

Decido sentarme, tomo una bocanada de aire y comienzo a hablar. Les cuento toda la verdad. Desde que mi embarazo fue un accidente y que mi relación con su hijo era asquerosa, hasta que Flex me hizo firmar aquel acuerdo, intentó matarme y finalmente se llevó a mi hijo. En todo el relato lloré y me desahogué. Necesitaba eso, llorar frente a alguien y pedirle ayuda. Yo sé que ellos tienen muy buenos contacos, por lo cual les rogué que me ayudasen. Claramente ellos no se negaron, de hecho, desde el primer instante dijeron que contara con su apoyo. Sentí alivio, estaba viendo una luz de esperanza asomarse por el nublado cielo de mi tristeza.

¿Quién es Sam? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora