Samarie
— ¿Cómo se encuentra? — interroga una de las tantas enfermeras que ha venido a asegurarse de que me encuentro dentro de mis cabales.
La observo detenidamente corroborando sus verdaderas intenciones. Por alguna razón pienso que todas las enfermeras que entran a mi habitación son contratadas por Flex. No es algo que sea seguro o totalmente cierto, sin embargo no dejo de plantearme esa idea desde que vi a aquella enfermera arrebatarme a mi hijo de mis brazos para entregárselo al maldito de Keenan.
— Mucho mejor — contesto con mi mejor cara.
Ayer, cuando todo el caos llegó a mi vida de imprevisto, me puse tan mal que tuvieron que medicarme. No sé hasta qué punto puede una persona aguantar una situación como la que estoy pasando, aún así debo hacer hasta lo imposible para no desvanecerme.
— Me alegra. Pronto llegará el almuerzo. — sonrío levemente devolviéndole el gesto.
— ¡Disculpe! — hablo de repente antes de que ella logre salir — ¿Usted me podría decir cuándo podré volver a ver a mi hijo? Desde ayer al medio día no lo veo y estoy muy preocupada.
Su mirada abandona mis ojos por unos instantes — Me temo que esa información no podré proporcionársela.
— ¿Por qué? — frunso el ceño extrañada, esto no me está gustando ni un poco. — ¿No se supone que en estos momentos deba estar con mi hijo? El vínculo con su madre es demasiado importante y... — todo el sermón que estaba a punto de exponer y que había aprendido gracias a esas páginas de "mamás primerizas" se vio interrumpido por la hostil voz de la mujer.
— Ya le dije no puedo proporcionarle esa información. — dicho esto cerró la puerta haciendo más ruido de lo usual.
Durante la próxima media hora agoté el tiempo tocando el botón rojo que se encuentra justo al lado de la camilla para así llamar a las enfermeras. Me sentía inquieta. Nada encajaba en mi mente. Cada vez que algún miembro del personal llegaba a mi habitación yo solo preguntaba lo mismo: "¿cuándo veré a mi hijo?".
Si digo que no estoy asustada estaría mintiendo, la verdad es que a pesar de toda las emociones que están alterándome, el miedo es el más fuerte de todas. Quizás si alguien estuviese conmigo susurrándome al oído que todo estará bien, podría intentar conciliar el sueño sin necesidad de ser medicada. Pero Sebastián me mintió y no puede calmar mi dolor, tampoco mi supuesta mejor amiga ni algún familiar. La verdad es que si tuviese mi celular conmigo todo sería distinto pues justo en este momento estaría hablando con mi abogado o algo parecido. ¡Pero claro! Mi celular está extraviado.
Aunque si lo pienso bien, yo siempre he sido demasiado organizada por lo cual siempre sé dónde está mi celular. Además, no puede ser que accidentalmente se haya quedado en la empresa...Nada encaja. Yo recuerdo haber visto mi celular por última vez en la casa.
Un presentimiento inunda mi ser cuando sigo pensando en el paradero de dicho aparato: ¿No será que Sebastián escondió mi celular para que yo no supiera de la muerte de mi hermano? Niego con la cabeza.
— Por su puesto que no, él mismo fue quien mandó a que los empleados de la casa buscaran mi celular. — digo por lo bajo.
Suspiro. Pero entonces...¿que se vieran solo canales infantiles en el televisor y que las líneas telefónicas estuviesen cortadas solo era una coincidencia para que yo me alejara del mundo real? Eso sin contar que el cargador de mi laptop también desapareció.
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¿Quién es Sam?
RomanceSiempre es lo mismo ¿no? El jefe se enamora de su secretaria. ¿Pero que pasa cuando la jefa se enamora de su nuevo empleado, de su mano derecha? Todos conocían a Sam Miller como un gran empresario lleno de muchas influencias, lo que no sabían era qu...