Samarie
Al llegar a Pekín no pudimos hacer demasiado, solo alojarnos en el hotel obviamente cada uno en su cuarto y dormir hasta el próximo día. Me había encargado de que la habitación de Giordano quedara lo más lejos posible de la mía, no quería quiero verlo más de la cuenta. Pero ya es hora del desayuno y por más que no lo quiera él está aquí, junto a mi en la pequeña mesa circular comiendo alguna especie de desayuno que claramente la empresa pagará, o sea yo.
- Come rápido, no tengo todo el tiempo del mundo. - lo apresuro solo para que se moleste, esa es mi misión de vida y si un día pasa sin fastidiarle la existencia a mi empleado, definitivamente algo anda mal conmigo.
Sus ojos me miran aburridos y un tanto exasperados, no es la primera vez en este día que lo apresuro.
- Deberías relajarte un poco, quizás y solo quizás así puedas dejar de ser tan amargada.
Mi ojos buscan los suyos tan rápido que probablemente mi cuello se afectó con tan brusco movimiento. ¿Qué acaba de decir?
- ¿Qué fue lo que dijiste? - me levanto de la silla cuando veo que él hace lo mismo.
Me mira con expresión temerosa y es que lo que ha dicho acaba de lograr que quiera matarlo. ¿Qué derecho tiene de decir que soy una amargada? ¿Y qué pruebas tiene él de que realmente yo sea una amargada?
Continúo mi camino hasta el auto que habíamos reservado anteriormente.
- Creo que no tienes claro tu posición, Sebastián. - me volteo para encararlo justo antes de subir al auto.
Sus ojos observan los míos sin ningún tipo de vacilación. - Sé que solo soy un empleado...
Lo interrumpo - Entonces compórtate como tal. No tienes derecho a nada, mucho menos a opinar sobre mi. Pero hagamos lo siguiente, hoy a las diez en punto te espero en el bar del hotel. Quizás allí entiendas que no debes juzgar a las personas.
Sebastián alza sus manos a modo de disculpa pero yo no quiero quedarme así, quiero golpearlo porque presiento que ya mismo dirá algo estúpido.
Subo al auto sin más remedio seguida del bueno para nada con cabello rubio. Manejo libremente creyendo que conozco Pekín como la palma de mi mano pero sin lograr perderme como en un principio pensé.
¿Quién se cree Sebastián? Se supone que él sea el empleado sumiso y callado que todo jefe o jefa quisiera tener y más aún cuando lleva muy poco tiempo en el empleo. Se toma demasiadas confianzas y eso no me gusta.
Apago el motor del auto y lo miro seria. - Ahora sígueme y no comentes nada. - abro la puerta dejando ver mis zapatos nuevos color negro de punta fina.
Abro las puertas del gran edificio con estructura increíblemente moderna y saludo con una sonrisa a la recepcionista.
- Tengo una cita con el señor...
Una voz demasiada alegre me interrumpe. - ¡Sebastián! - miro hacia mi derecha en donde la hija del señor Liu saluda efusiva al rubio idiota. Lo que es algo impropio de esta cultura oriental tan reservada.
Lo siguiente que sucede es que la "amable" Hui Ying nos dirige hacia la oficina de su padre en donde comenzamos la charla de negocios de manera inmediata. Debo decir que su hija después de todo hizo las cosas más fáciles debido a que la supuesta belleza, encanto y no sé que más por parte de Sebastián aquel día en la cena con la china logró que el Señor Lui no pensara de más en cada cláusula y firmara el dichoso contrato. Solo bastó una que otra palabra y mi firma, una sonrisa y un estrechón de manos completamente formal logrando sellar el acuerdo entre ambas compañías. Un almuerzo con ambos orientales se añadió a la agenda del día en donde las pláticas se concentraron en lo obvio, los negocios a pesar de que no me gusta comer mientras hablo de esos temas, en fin.
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¿Quién es Sam?
RomanceSiempre es lo mismo ¿no? El jefe se enamora de su secretaria. ¿Pero que pasa cuando la jefa se enamora de su nuevo empleado, de su mano derecha? Todos conocían a Sam Miller como un gran empresario lleno de muchas influencias, lo que no sabían era qu...