Capítulo 38

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Mas_QueLetras ¡Regresé!

Samarie

Alzo una ceja con curiosidad. Sebastián se ha quedado en la misma posición durante un mimuto como todo un tonto.

- ¿Sebastián? - insisto.

Aclara su garganta y endereza la espalda. - Es...una decoración...justo para la sala. - mantengo la misma expresión de hace unos segundos.

- Te pregunté "¿qué haces?" No "¿qué es eso?". - río un poco ante su estado de idiotez.

- Claro... - se relaja - Como te estaba diciendo, esto es una decoración que quise comprar para la casa. - Sebastián la observa para luego dejarla en su lugar - Está muy linda, por cierto.

- ¡Gracias, tú también te ves muy lindo hoy! - sonrió como tonta. Un cumplido nunca viene mal.

Su mirada llena de confusión me hace sentir incómoda. ¿Dije algo malo?

Ríe - ¡Oh ya! - ahora soy yo quien lo mira confundida - Me refería a que la nueva decoración "está muy linda" pero tú también "estás muy linda".

¡Trágame tierra! ¡Que vergüenza!

¡La próxima vez límpiate los oídos mejor, Samarie!

- Debo ir a la oficina. - se despide de repente con un casto beso pasando por mi lado.

¡Que estúpida! ¡De seguro él se estará burlando de !

Camino hasta la cocina en donde el chef está demasiado concentrado en sus quehaceres diarios. Gracias a Dios, los olores que emanan de las ollas ya no causan ningún efecto negativo en mi. Así que me siento libremente apoyando mis codos en el taburete.

- ¿Lleva aquí mucho tiempo? No la había visto, disculpe. - sonríe apenado el chef.

- No, la verdad es que me acabo de sentar hace un momento. Esto de que solo se vean canales aburridos de niños pequeños en la televisión y que mi celular esté perdido es muy aburrido. - hago un puchero - ¡Y encima las líneas telefónicas están dando problemas!

- Eh...sí lamentablemente no sé qué estará sucediendo. Y sobre su celular lo hemos tratado de encontrar pero aún sigue extraviado. - responde con algo de extrañeza en su voz.

- ¿Me puedes decir por qué no contestas tu celular Samarie? - la voz de Flex fuerte y demandante se hace escuchar por toda la cocina.

- Lo siento mucho, ha entrado sin poder avisarle antes. - se disculpa una de las sirvientas.

- No te preocupes, a él a veces se le olvida tener un poco de educación. - digo molesta - ¿A qué viniste? - miro esta vez al maleducado.

- Subamos. - ordena como si yo fuese su criada. Lo miro mal, más sin embargo opto por hacerle caso, pues ya imagino a lo que viene.

Le sonrio al chef y a la sirvienta antes de seguir los pasos de Keenan que se dirigen por mi casa como si fuese la suya. Al llegar a mi despacho cierro la puerta detrás de mi esperando a que sea él quien hable primero.

- ¿Cómo estás con todo lo que ha pasado? - inquiere con cierta cautela. Lo miro extrañada. ¿A qué se refiere con "todo lo que ha pasado"?

- Bien...supongo. - me observa con asombro pero lo ignoro. Él está muy raro hoy. - ¿A qué viniste?

- Solo quiero saber cómo va todo. Ya sabes, en menos de una semana tu hijo será mío.

Un golpe directo al corazón me hace sentir la peor persona del mundo. Cierro los ojos intentando retener los deseos de llorar que me invaden violentamente.

- Olvídalo Flex, por favor. - ruego con tristeza.

- ¡Ni loco! Ese bebé será mío y de mi esposa. Ya hay un acuerdo firmado. Más vale que no lo olvides. - dicta.

- ¿Por qué? ¿Por qué eres así? Todos estos años he sido tan estúpida de permitirte que hagas conmigo lo que quieras. Me he dejado de amar y de valorar para darte a ti todo lo que debí darme a mi primero. Jamás te he hecho algo malo, jamás te he usado o dañado. ¿Tú por qué tienes que hacerme esto? Olvídalo, olvida ese tonto acuerdo y déjame ser feliz. Ya tienes a tu esposa, tienes a tus hijos, déjame a mi tener mi propia familia y aléjate de mi. - las palabras salieron por si solas. No hizo falta gritar pues aunque lo intentara me sentía tan triste y tan mal que no sería capaz de tener un metal de voz más alto que el actual. Estaba sintiendo toda demasiada culpa de haber firmado ese acuerdo y en el pasado haber lamentado estar embarazada.

Era cierto, yo no quería a ese bebé en un momento dado. Pero luego pensé que yo no era quien para decidir sobre su vida. Por que él ya era un ser que crecía dentro de mi. No sabía que haría, si lo daría en adopción o me lo quedaría. Hasta que Sebastián con todo su afán me terminó demostrando que la idea de tener una familia no sonaba tan mal. Y ahora, esa idea tan magnífica se reduce a una mentira. Una mentira que en unos días explotará y todo por mi culpa.

Como si fuera un efecto secundario de mi aflicción, comienzo a sentirme un poco mal física y mentalmente. No sé qué haré con todo esto.

- ¿Ya te haz complacido de volver a Tierra? - habla haciéndome caer en cuenta de que los murmullos que mis pensamientos ignoraban eran pertenecientes a él.

- Necesito tomar aire . - digo antes de salir del despacho totalmente pensativa.

Escucho sus pasos detrás de mi que indican que me está siguiendo, quizás para irse o tal vez para continuar fastidiándome.

- Bien, me iré. Pero antes quiero decirte que lo siento. - ruedo los ojos. ¿Qué siente? ¿Quitarme a mi hijo casi a la fuerza tras haberse aprovechado de mi? - De verdad siento mucho lo que le pasó a tu hermano. Ojalá se haga justicia.

Fruso mi ceño totalmente descolocada. ¿Por qué me dice que lo siente por lo que le pasó a mi hermano? Dominic está bien...Bueno, se ha vuelto a desaparecer como hace habitualmente pero nada más. ¿Qué le pasa a Flex? ¿Por qué dice esas cosas? ¿A qué se refiere con que se le haga justicia? No lo entiendo.

- ¿De qué hablas? - cuestiono en medio de mi aturdimiento sosteniéndome del estante para intentar calmar el mareo.

- ¿Cómo me preguntas eso? Pareciera como si no supieras que tu hermano está muerto. - responde con extrañeza.

Mi corazón se congela al instante, mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas, mi boca se convierte en una perfecta "O" que constantemente tiembla sin pudor alguno. Mis piernas flaquean y en el intento de no caer me vuelvo a sujetar bruscamente del estante logrando así que el obsequio decorativo que Sebastián me acaba de regalar caiga al suelo haciéndose añicos a la vez que deja expuesto un polvillo que cualquiera reconocería.

Es entonces que todo encaja a la perfección.

La despedida de mi hermano cuando me entregó a su hija.

Su desaparición instantánea.

El obsequio de Sebastián.

Sus nervios.

Las cenizas en el suelo...

Pero me rehusaba a aceptarlo. - No, no, no, no puede ser... - susurro cual loca sacada del psiquiatra.

Las fuerzas de mis músculos se reducen a nada a la vez que oigo voces que se distorsionan en la obscuridad de mi tristeza.

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¡HOLAAAA! ¡He vuelto señoras y señores! Sé que me he tardado en regresar. ¡Lo siento!

No tenía mucha inspiración y hasta a veces llegué a pensar que esta no era una buena historia. Pero gracias a mis queridas lecturas y a sus comentarios decidí volver.


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