Mis ojos se fueron abriendo poco a poco. Toqué a mi costado para ver si Gale aún seguía durmiendo, pero no. Él no estaba ahí. Me senté en la cama y miré a mi alrededor y todo se veía muy frío, oscuro y espeluznante. Miré hacia las ventanas y estas tenían cortinas violetas casi negras.
"¿Cuándo las cambiaron?" Me pregunté.
Me levanté de la cama y caminé hacia ellas, miré hacia afuera y una enorme nube negra cubría todo el cielo.
Salí de la habitación, pero no escuchaba nada. Todo estaba inundado en un silencio muy aterrador.
-Gale.- lo llamé pero no obtuve respuestas de él.- ¿Nessy?- tampoco nada.
Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, pero no había nadie.
-¿Sue, David? ¿Niños?- busqué pero no encontré a nadie.
Subí de nuevo a la planta de arriba y me dirigí al cuarto de los niños, cuando abrí la puerta no había nadie, es más, parecía que nadie hubiera estado allí, ya que habían cajas apiladas como si fuera un deposito.
-¡Esto no es gracioso!- dije bajando las escaleras. Pero nadie respondió.
Miré hacia la ventana y pude ver a una persona que me espiaba por la ventana, pero en cuanto vió que lo ví salió corriendo.
-¡Hey, tú! ¡Detente!- grité dirigiéndome a la puerta.
Cuando la abrí y salí detrás de esa persona, la lluvia y el frío calaron mi ropa pero no me importó y traté de correr más rápido.
Llevaba una gran campera con capucha que le cubría todo el rostro.
-¡Detente! ¡Esto es propiedad privada!- grité.
Cuando estuve a punto de atraparlo de la campera, éste se dió vuelta y me pegó un buen puñetazo que me rompió el labio y me hizo caer sobre el barro.
-¡Malnacido!- mascullé levantándome.
Volví a seguirlo pero lo perdí de vista. Coloqué mis manos en mis rodillas y recargue todo el peso sobre ellas, jadeante y empapada en sudor y gotas de lluvia.
Volví a reincorporarme, pero cuando volteé para volver a la mansión me dí cuenta que estaba perdida, jamás había estado en esta parte del bosque. Comencé mirar en todas las direcciones pero nada... no veía nada familiar.
-¿Perdida, cielito?- preguntó alguien saliendo de un gran árbol.
Volteé y cuando lo ví una furia inmensa comenzó a invadir todo mi ser. Era el tipo de ojos verdes que quiso secuestrar a Amy.
-¿Qué quieres?- mascullé.
-Admito que la lluvia en tu rostro solo te hace ver más horrorosa.-
-Ya lo sé. ¿Algo más?-
-Tu labio está roto.- dijo fingiendo pena.- Le dije a ese idiota que no te lastimara.- comenzó a acercarse a mí.
-Un paso más y lo lamentarás.-
-Uhh.... Que miedo. Me encanta ver esa cara furiosa. Pero no estoy aquí para alagarte, estoy aquí para preguntarte...- hizo una pausa y miró a su alrededor con los brazos extendidos.- ¿Has visto a tu familia esta mañana?-
-¿Qué?- pregunté en un hilo de voz.
-Es decir me refiero a que ¿si desayunaste con ellos antes de venir a correr al bosque?- preguntó con una sonrisa malévola.
-¿Qué les hiciste? Te juro que si le tocas un solo pelo a alguno de ellos, lo vas a lamentar.- dije acusándolo con el dedo.
-¿Yo? Por favor, querida sabes que no soy así. Yo no me ensuciaría las manos con sangre de lobo.-
-¿Dónde están?-
-Ese es el problema.... Ya no están.- respondió él con una horrible sonrisa que le surcaba toda la cara.
En ese momento sentí unas ganas inmensas de cortarle la cabeza. Mis piernas comenzaron a temblar al igual que todo mi cuerpo, el poco calor que aún tenía en mi cuerpo me acababa de abandonar.
-¡No es cierto! ¡¿Dónde están?!- grité.
Él comenzó a reír a carcajadas.
-Deberías haber visto la cara de Gale cuando vió como mataban a sus cachorros.-
Las lágrimas comenzaron a trazar su camino por mis mejillas.
No podía ser cierto.... Todo lo que había creado en este tiempo se arruinó.... Ya no existe....
-¡Tú! ¡Eres una despreciable cucaracha!- grité corriendo hacia él con mis puños en el aire, pero antes de que pudiera tocarlo caí hacia atrás, como si me hubiera chocado con una pared invisible.
-¡Oh! No, no, no, no.- comenzó a hablar, negando con su dedo índice.- No vuelvas a hacer eso.-
Me levanté del suelo, toda embarrada y con el cuerpo adolorido.
-Pelea como un hombre.- le espeté escupiendo sobre sus zapatos, los cuales no tenían ni una sola mancha de barro.
-Lo haría pero no quiero, me gusta ver a la gente sufrir.-
-Como todo un cobarde.-
Toqué mi borcegos y pude sentir un cuchillo en él. No lo dude dos veces, lo agarré y se lo lancé con todas mis fuerza a su pecho, pero este se corrió y quedó clavado en su hombro.
-Vas a lamentar eso.- dijo con sus ojos verdes brillando, literal, estaban brillando.
En ese momento comencé a sentir ese horrible dolor en mi pecho. Un frío enorme invadió mi cuerpo. Tenía ganas de gritar pero no lo iba a hacer, aguantaba el dolor cerrando mis ojos y mordiendo mi lengua para no abrir mi boca.
-¡Grita! ¡Abre tus ojos, quiero que yo sea lo último que tu veas con vida!- bramó él, pero no le hice caso.
El dolor comenzó a hacerse más insoportable, las lágrimas se escapaban de mis ojos. Tenía la esperanza de que Gale apareciera por entre los arboles pero sabía que eso no sería posible. Ya no tenía fuerzas para pelear. Mi pulso comenzaba a descender y los latidos de mi corazón eran cada vez más pausados.
Dejé escapar un inaudible gemido y pronto me ví cayendo en la densa oscuridad.
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Chan!!! Nos leemos mañana, en Argentina ya es media noche. Descansen.
:D