-¿Co... cómo?- pregunté perpleja.
Sentía como si me hubiesen golpeado en la cara con una tabla. Mi cuerpo quedo tieso y sentía un horrible pitido en mis oídos.
Esto no podía estar pasando... ¿Tengo un hermano? ¿Qué les pasó a mis padres?... pero ¿y si todo esto es una broma de mal gusto?
-Olvida lo que dije. Solo... rebobínalo... sácalo de tu mente.- dijo él pasándose la mano por el cabello con frustración.
-No.- contesté.- Dime que no es una broma.- toqué mis mejillas y estas estaban mojadas. ¿Había llorado y no me dí cuenta?- ¡Contéstame!- grité saliendo de la cama, al ver que él no decía nada.
Pero en cuanto volteó a verme se paralizó. No entendía por qué hasta que seguí su mirada y ésta estaba fija en mi muñeca izquierda. Yo tampoco me lo podía creer, de esta colgaba la esposa, miré hacia el caño de la cama y éste estaba cortado.
-Bien... no hagas nada estúpido.- dijo mientras su mirada pasaba de la puerta a mí.
-No lo haré, pero dime... ¿es verdad?-
Él suspiró y miró hacia la ventana, cerró sus ojos, apretó sus labios y trató de relajar sus músculos mientras los abría y caminaba hacia el escritorio que estaba cerca de la puerta.
-Tienes derecho a saber todo, así que, por favor toma... toma asiento.- me pidió y me senté en la cama lista a escuchar cada palabra que saliera de su boca.
Justo cuando estuvo a punto de abrir su boca para hablar, la puerta se abrió de golpe y entró el chico que había irrumpido anteriormente.
-Dann te dije que no puedes estar aquí, no por ahora.- habló el castaño.
-¡Creí que ya le habías dicho!- susurró.
-¡Es un asunto para tomar con pinzas! ¡No puedes decirlo y ya!-
Estaban peleando entre susurros, susurros que podía escuchar perfectamente.
-¡Hay cosas que no pueden esperar, John!- le respondió.- Si, somos tus hermanos.- habló dirigiéndose a mí.- ¡Listo, ya lo sabe!- volvió a decir mirando a John.
-Bien, ya se lo dijiste, ahora vete.-
Los hermanos comenzaron a discutir y ya me estaba hartando de todo eso. Miré por encima del hombro de Dann y pude ver que la puerta estaba abierta. Era mí oportunidad.
Caminé hasta ella, procurando de que ninguno de los de ahí presente me vieran, y así fue, estaban tan metidos en su conversación que ninguno de los dos volteó a verme.
Una vez fuera de la habitación comencé a bajar las escaleras que rechinaban a cada paso que daba, así que trataba de no recargar mucho el peso en ellas. Comencé a sentir pasos y voces que provenían de abajo y comenzaban a acercarse a mí.
Miré para todos lados en busca de un escondite y lo más que pude encontrar fue una puerta roja. Me metí adentro y me dí cuenta de que era un armario. Pegué mi oreja a la puerta y pude diferenciar la voz de una mujer y la otra era de un hombre. Cuando se alejaron, traté de acomodar mi vista a la oscuridad del armario. Comencé a tantear hasta que toque algo duro, frio y de metal. Pase mi mano y pude sentir que era una ventana de 50x50 cm. Mi cuerpo pasaría por él sin problema.
Abrí la ventana, y en ese momento me dí cuenta que el único problema era que no llegaba a auparme por ella. En la penumbra pude ver una silla, así que la tomé y me subí a ella. Comencé a sentir el frío aire de la noche que golpeaba mi cara. Salí del cuarto y comencé a caminar por las tejas, las cuales estaban todas llenas de nieve, un paso en falso y todo se iría al demonio.