-¡Muy bien, mami!- exclamó Amy mientras me veía patinar.
-¿Quieres intentarlo, cielo?- le preguntó Gale, a lo que ella asintió enérgicamente.
-Ten cuidado, Gale.- le pedí.- Ven Tyler, es tu turno.-
-¡Si!- exclamó mi hijo.
Le ayudé a ponerse los patines mientras veía a Amy patinando con la ayuda de su padre.
-Bien, cariño.- dije ayudándolo a pararse en el hielo.- Toma mis manos y no te sueltes hasta que estés listo ¿sí?-
-Está bien.- contestó.
Estuvimos toda la mañana en el lago congelado, en donde Gale me enseñó a patinar.
Los mellizos lograron estabilizarse después de cinco minutos.
-Es sorprendente la facilidad que tienen para hacer todo lo que desean.- dijo Gale a mi lado.
-Llevan sangre de Murdok.- le recordé.
Ambos sabíamos lo que eso significaba. Uno de ellos sería altamente letal y poderoso.
Nos quedamos en silencio, mirando cómo se divertían sobre el hielo.
-¿Crees que vuelva a aparecer?- preguntó él. Lo miré sin saber a quién se refería.- El vampiro.- contestó después.
-No lo sé, pero en cuanto aparezca lo mato.- sentencié con mi voz apagada.
-Prométeme que no te largaras sola.- me pidió.
-Lo prometo.- dije sin mirarlo.
-Alex...- dijo él en tono de advertencia.- Mírame y promételo.-
Lo miré y en sus ojos pude ver dulzura y amor mezclada con miedo. No podía mentirle, no si me mira con esos ojos.
Solté un largo y pesado suspiro.
-Lo prometo.- dije finalmente.
-Esa es mi chica.- contestó atrayéndome hacia él.
-¡Bien, chicos debemos volver!- gritó Gale.
Se avecinaba una tormenta de nieve y si nos quedábamos un minuto mas no llegaríamos a la mansión.
-Pero papá...- exclamó Amy acercándose a nosotros.
-Nada de "peros". Debemos volver.- dijo Gale mirando al cielo gris.
-Está bien, ya me está agarrando hambre.- dijo Tyler sacándose sus patines.
Los tres volvimos a la mansión, justo para la hora del almuerzo. Todos se dirigieron hacia la cocina, excepto yo que me encerré en la biblioteca. Pero cuando entré me acorde de la mochila que llevaba conmigo al lago, en la cual llevaba un par de cuchillos, una pistola y el cuaderno de mi madre.
-Carajo.- susurré y volví a salir de la casa.
Me interné en el bosque nuevamente y corrí hacia el lago, mientras le daba cortas miradas al cielo, el cual se ponía cada vez más feo.
El viento golpeaba con fuerza en mi rostro, el frío y los copos de nieve se colaban entre mis ropas.
Llegué al lago y me dirigí al tronco en el que habíamos dejado las cosas, pero la mochila no estaba ahí.
Comencé a buscarla por los alrededores pero no logré hallar nada, además de que la tormenta comenzaba a hacerse presente.
Me sentía como una idiota, perder el único recuerdo de mi madre ¡Tan estúpida puedo ser! Me sentía devastada, cuando John y Dann se enteren se molestaran mucho.