-Te dije que yo dispararía.-
-No, John me dió la orden a mí.-
-Seguramente lo hiciste confundir.-
Podía escuchar como dos voces parecidas discutían entre sí. Era como escuchar a una persona que discute consigo mismo, ¿me explico?
-No me culpes a mí.-
-Mírala, aún no despierta.-
-Le tiramos dos dardos, es obvio.-
-Shhhhhh, está despertando.-
Abrí mis ojos y pude ver a dos personas iguales. ¿Veo doble?
Me senté en la cama rápidamente, pero un tirón en mi muñeca me impidió que pudiera salir de ella. La miré y estaba esposada a la cama.
-¿Qué es esto? ¡¿Dónde estoy?!- les grité pero ellos no hicieron nada.
-Llama a John y dile que despertó.- le dijo uno al otro, éste salió por la puerta de madera dejándome sola con su clon.
Ellos eran pelirrojos y tenían sus ojos verdes, pero no verdes como el tipo que me quería matar, sino que estos eran más tranquilos.
-¿Quién diablos es John?- le escupí.
Y cuando el pelirrojo iba a contestar la puerta se abrió y me dejó ver a un chico castaño, casi rubio y de ojos pardos. Quien me miraba sin ninguna expresión en su cara.
-Déjame hablar con ella a solas.- le pidió al pelirrojo y éste salió del cuarto.-No puedo creerlo, realmente eres tu.- dijo mirándome perplejo mientras se acercaba a la cama.
-Si me tocas, juro que te arrepentirás.- le solté fulminándolo con la mirada.
-No voy a hacerte nada.- dijo tomando asiento en una silla que estaba junto a la cama.
Pateé mis borcegos, que aún tenia puestos, con la esperanza de sentir el frío metal chocar contra mi piel, pero no sentí nada.
-Tus dagas los dejamos en otra habitación. Lo lamento pero tuvieron que revisarte.-
-Si eres uno de los peones del de ojos verdes, dile que se enfrente a mí sin usar a sus estúpidos hombres.-
-¿Quién?- preguntó atónito.
Algo en su voz y apariencia se me hacía familiar, pero no sabía qué....
-¿El de ojos verdes?- preguntó nuevamente.- No, escucha, yo...- no pudo terminar porque ambos comenzamos a escuchar pasos bruscos y gritos del otro lado de la puerta.
-Danny, no puedes pasar.- gritó uno de los gemelos pero ya era tarde el tal Danny ya estaba dentro del cuarto mirándome con sorpresa en sus ojos, los cuales eran marrones oscuro.
Lo conocía de algún lado.
-Aquí está.- susurró.
-Dann, no puedes estar aquí. Por favor sal.- le pidió el castaño.
-La encontramos, está aquí, está aquí.- exclamó feliz.
-Si, y yo debo hablar con ella ahora. Debes salir.- le pidió el castaño al moreno. Este asintió y salió del cuarto, no sin antes mirarme por última vez.
Mi corazón latía muy rápido, mis piernas temblaban y mi cerebro estaba completamente bloqueado como para idear un escape. Literalmente me habían desarmado, me sacaron las dagas, las pulseras, la cadenita que me regaló Gale con un dije en forma de luna, miré mi dedo anular de la mano izquierda y mi sortija de casamiento no se encontraba ahí.