Bueno, esto no era lo que esperaba que hubiera después de la muerte. Siempre pensé que dos arcángeles me escoltarían hasta el señor barbudo, saltando los tres por entre las nubes. Pero esto estaba muy lejos de parecerse a mi visión.
Podía sentir la nieve que entumecía mis manos y mi cabeza que estaba apoyada contra algo duro.
Abrí mis ojos y cinco cabezas, cuatro de ellas conocidas, me miraban expectantes. Fijé mi vista más allá de ellos y me choqué contra el cielo estrellado. Aún era de noche.
-Sabíamos que volverías a despertar.- dijo uno de los gemelos, cuya cabellera parecía que estaba en llamas.
-¿Qué...?- traté de reincorporarme pero un dolor muy grave en la parte posterior de mi cabeza me hizo caer de nuevo contra el árbol en el que estaba apoyada.
-No te esfuerces, Alex. Aún estás débil.- habló una chica morena.
-Ten, come esto. Te ayudará a reconfortarte.- dijo el otro gemelo mientras me tendía un pedazo de chocolate.- ¿Qué? ¿No me digas que tampoco a ti te gusta?- preguntó al ver la mueca que hacia.- Ya veo, eres igual a estos dos.- señaló a John y Dann, quienes me miraban con una tierna sonrisa en sus rostros.
-¿Tampoco les gusta el chocolate?- pregunté en un hilo de voz.
-No.- contestó John.
-Es asqueroso.- le siguió Dann.
-¡Claro que no!- exclamaron indignados los otros tres.
-Pero, ya, en serio Alex, cómelo. Aunque no nos guste, el chocolate es una medicina esencial en la vida del Murdok.-
-¿Tan simple como eso?- pregunté metiendo un gran trozo en mi boca.
-Tan simple como eso.- me respondió John.
En cuanto tragué el chocolate sentí como los nervios de mi cuerpo se despertaban y mandaban señales de vida a mi cerebro.
-Qué susto que nos hiciste dar, Alex.- dijo Dann tocando mi hombro.
-¿Cuánto tiempo me desvanecí?- pregunté.
-Solo 20 minutos.- me respondió John.
-¿Qué paso con...?-
-Casi lo mato, de no ser porque te ví caer. Mi daga quedó clavada en su brazo. Eso fue suficiente para que echara a correr.- me respondió Dann.
-Gracias.- susurré.
-¿Qué paso con...?- comenzó a preguntar uno de los gemelos pero se interrumpió a él mismo mientras señalaba al cuerpo sin vida de Carl.
-Yo lo maté.- respondí.
-Me sorprendes.- dijo la chica con notable acento de sorpresa en su voz.- No eres la clase de chica que se vé que pueda matar a alguien.- pude notar su tono burlón mientras decía esto último.
Me senté bruscamente, tratando de controlar el dolor en mi cabeza y me paré. Mis piernas estaban temblorosas pero podría llegar con ellas hasta la mansión.
-Alex ¿A dónde vas? Aún estás débil.- me advirtió uno de los gemelos.
-Si, ese idiota casi consume hasta la última gota de tu alma.- estuvo de acuerdo su hermano.
-Realmente gracias por haberme salvado, pero lo único que quiero ahora es volver a mi casa.- contesté fríamente.
No necesitaba que esa idiota crea que no me puedo defender sola debido a mi tamaño. "Pequeña pero muy letal" solía decir mi entrenador de artes marciales.
Avancé dos metros y mis piernas comenzaron a darle paso al temblequeo, haciéndome caer sobre mis rodillas.
-Ven, déjame ayudarte.- se ofreció Dann tomándome del brazo y colocándolo sobre sus hombros.
-¿Por qué eres tan gentil conmigo?- pregunté.
-Porque no soporto verte caer. Además es lo único que puedo hacer por mi melliza.-
¿Melliza? Esas palabras hicieron que me detuviera de golpe y lo mirara sorprendida.
-¿Vas a decirme que no te diste cuenta?- preguntó divertido a lo que negué levemente.- Si, somos mellizos.- me confirmó.
Mi corazón comenzó a dar saltos de emoción.
¡Tenía un mellizo!
Miré hacia atrás y los demás nos seguían, pero ellos hablaban de otras cosas. Cuando volví mi mirada al frente pude ver humo saliendo de la gran chimenea de la mansión.
Paré en seco, haciendo que uno de los mellizos chocara conmigo.
-¡Auch!- se quejó.
-¿Qué pasa?- preguntó John, posicionándose a mi lado.
-Ya casi llegamos. Creo... creo que... va a ser mejor que se me dejen continuar sola.- le respondí tragando saliva sonoramente.
Una parte de mí no quería dejarlos ir, pero otra me decía que era lo mejor si quería mantenerlos con vida.
-Tiene razón.- estuvo de acuerdo la chica.- Por cierto me llamo Paulina, Paulina Henderson.-
-Un gusto.- respondí fríamente.
Pude ver como John y Dann intercambiaban miradas divertidas.
-Bueno, creo que otra vez debemos separarnos.- dijo Dann, con cierto tono de tristeza.
Volteé a verlo y en sus ojos negros se reflejaba la luz de la luna en todo su esplendor.
-Así es.- respondí.- Pero algo me dice que nos volveremos a ver.- le aseguré a lo que él sonrió.
-¿Qué te parece la idea de enterarte de que tienes un mellizo?- preguntó ansioso por escuchar mi respuesta.
Miré a los demás chicos y ellos solo hablaban a unos metros de nosotros.
-Me parece genial.- respondí.
Él se acercó a mí y me dió un cálido abrazo.
-Por favor cuídate mucho ¿si?- dijo él.
-Está bien. No te preocupes.-
-Ten...- dijo tendiéndome un cuaderno con cubierta de cuero negro.
-¿Qué es?- pregunté tomándolo.
-Era de mamá. Creo que te gustará leer todo lo que ella escribía sobre nosotros tres.-
-Gracias. – dije esbozando una auténtica sonrisa.- Debo irme.-
Me alejé de ellos, volteé a verlos y los cinco me miraban, levanté mi brazo en señal de despedida y ellos me imitaron. Volví mi vista al frente para ver que me faltaba muy poco para llegar. Metí el cuaderno en uno de los bolsillos internos del tapado, volteé para verlos una última vez pero ellos ya no se encontraban ahí.
Llegué hasta la puerta de atrás, le dediqué una última mirada al bosque y entré a la casa.
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Paulina Henderson en multimedia.