-Bien, Amy. Pero recuerda, que aunque no sean flechas de verdad, no puedes ir por el bosque tratando de cazar a tu hermano.- le recordé a mi hija, quien se pasó todo el entrenamiento tratando de dejar una flecha enganchada al pantalón de su hermano.
-Lo siento, es que es muy divertido.- soltó ella con una risita.
-Lo es.- admití.
-¡Oye!- exclamó Tyler indignado.
-Pero puedes lastimarlo. Ahora vengan, necesito ver si pueden lanzar dagas.- dije caminando hacia las dianas en donde yo solía lanzar.
Les mostré como debían hacerlo, la técnica y cómo debían poner sus manos.
-Bien, Tyler, tu primero.- dije pasándole un cuchillo falso.
-¿Puedo hacerlo con el verdadero?- preguntó
-Ni soñando.- le respondí.
Él soltó un bufido y agarró el cuchillo. Lo midió y luego lo lanzó. Pero éste se desvió y chocó contra un árbol.
-Está bien, está bien.- dije dándole ánimos.- Tampoco me salió a la primera.- mentí, ya que si lo había hecho.-Inténtalo de nuevo.- lo incité y así lo hizo, pero esta vez sí le dio a la diana, aunque no en el centro.-Amy, inténtalo.-
Ella se levantó del tronco en el que estaba y agarró el cuchillo que tenía en mi mano. Lo lanzó y dio en el punto negro. Pero eso a ella no le gustó. Chasqueó la lengua y agarró otro cuchillo, el cual fue a parar justo en el centro.
Satisfecha con el resultado, volteó a verme.
-Bien. Muy bien.- dije y Tyler bufó.
-Esto es aburrido ¿por qué no puedo entrenar con los lobos como hace Caleb?- se quejó él.
-Te dejaría ir si supiera dónde se metió tu padre.-
-Ahí viene.- dijo Amy señalando detrás de mi.-... con... con... ¿quién es esa chica?- preguntó.
Volteé y pude verlo venir con Jade, ambos se reían como si fueran dos estúpidos enamorados.
En cuanto él me vió pude ver pánico en su cara. Estoy segura que la mía no se vería mejor.
-¡Papá!- exclamó Tyler corriendo a sus brazos.
-Hola, hijo.- lo cargó en sus brazos y le dió un beso en la mejilla.- Ella es Jade, una amiga.-
Pude ver el dolor que se atravesó por la cara de la rubia ante las palabras de Gale. Miré a Amy y pude notar algo de recelo en su mirada.
Esa es mi chica.
-Tyler, ya es hora de almorzar.- grité y él se bajó de los brazos de su padre y salió corriendo, junto con Amy hacia la mansión.
Comencé a juntar los cuchillos falsos y los metí en una mochila, agarré las dagas y pude sentir los pasos de Gale venir hacia a mí.
-¿Necesitas ayuda con eso?- preguntó. No hacía falta mirarlo para ver que se veía como un perro arrepentido.
-¿Te parece que alguna vez necesite tu ayuda?- le escupí fríamente. Sabía que eso lo lastimaría mucho.
Me levanté del suelo y dirigí mi vista hacia él, en ese momento me dí cuenta que estábamos solos.
Le dí la espalda y comencé caminar para alejarme de él.
-Espera...- dijo tomándome del brazo.-... lo que viste recién... no es lo que piensas... yo...-
-No es necesario que pienses en alguna excusa.- lo interrumpí. Me solté de su agarre y me alejé de él.
¡Maldito idiota!
Llegué a la mansión, ignoré a todo el mundo y subí las escaleras, dejé la mochila en el armario, guardé mis dagas en las botas que llevaba puestas y bajé.
Salí por la puerta de adelante y me eché a correr por el bosque. El aire frío golpeaba mi rostro y hacia danzar mi cabello negro, mientras que los copos de nieve se incrustaban en él.
Llegué hasta el lago, el cual yacía congelado, pasé por el manzano y comencé a caminar lentamente mientras oía los latidos de mi corazón.
Llegué hasta mi casa, la casa de plata y entré. Me senté en el sofá tratando de controlar todos mis sentimientos: odio, furia, miedo, soledad, todos menos el amor, quien parece se escondió cuando vió cómo resurgía lo peor de mí.
Bajé al sótano, prendí la luces y pude ver que todo estaba tal y como lo había dejado. Prendí la computadora, me saqué la camiseta térmica quedando solo de musculosa y activé a "mis hombres"
"Mis hombres" eran unas figuras que había inventado para atacarlos con cuchillos, balas y flechas. Giré mi cabeza hacia una mesa y tomé varios cuchillos que se encontraban sobre esta.
En cuanto se prendió la luz del prototipo numero 1 le lancé el cuchillo que quedó clavado en sus partes privadas. Se prendió la luz del número 3 y el cuchillo se clavó en su cabeza.
Poco a poco estos comenzaron a avanzar, era todo parte de mi plan de entrenamiento. Llegaba un momento en que los muñecos, que pendían de un gancho del techo, se movían, impulsados por carriles, hacia a mí y yo debía derribarlos.
Cuando me cansé, apagué los carriles y los muñecos volvieron a su lugar, detrás de la pared.
Jadeando, subí las escaleras hacia la cocina y me serví un vaso de agua.
-Linda casa.- dijo alguien detrás de mí, provocando que me sobresaltara y que el vaso terminara estrellándose contra el suelo.
Volteé bruscamente con las dagas en alto.
-¡Carajo!- susurré mientras cerraba mis ojos y llevaba una mano a mi pecho.- ¡No vuelvan a hacer eso!- les dije.
-Te asustas con facilidad, hermanita.- se burló John.
-Bueno, no es normal que alguien entre a mi casa y no se presente antes.- le espeté.
-Tranquila.- habló Dann.
-¿Qué hacen aquí?- pregunté un poco más calmada.
-Paseábamos por el bosque cuando te vimos pasar a toda velocidad a unos metros de donde estábamos.- habló uno de los gemelos.
-Así queue te seguimos.- explicó Kendall, el chico que amortiguó mi caída.
-Ou... ¡Ustedes me están siguiendo!- grité cuando me dí cuenta de lo que hacían.
-¡Claro que n...!-
-Si, te vigilamos.- interrumpió John a Dann.
-Pero ¿por qué?- pregunté.
-No confiamos en esos lobos y no queremos que vuelvas a pasar por lo que pasaste anoche sola.-
La imagen que daba John era la de todo un líder.
-Bien... entiendo.- dije dándome por vencida.