** ¿Hola?- hablé y mi voz se vió acompañada de un eco.- ¿Hay alguien?- mi voz salió fuerte y clara.-
Miré a mi alrededor y me encontraba en el living de una casa, muy pintoresca a decir verdad. Tenía tres sillones, uno largo y dos pequeños, una mesa ratonera con muchos dibujos de niños apilados, crayones desparramados por el suelo, las cortinas eran blancas con detalles en dorado, lo que hacía más agradable la casa. Me acerqué a la ventana y pude ver que estaba en un vecindario muy pintoresco y familiar.
Escuché risas de un niño provenientes de la escalera, rápidamente me escondí detrás de uno de los sillones y esperé a que apareciera. Y lo hizo, pero venía acompañado de una mujer que cargaba a una bebé y un hombre que traía a un bebé. Me dí cuenta por el color de sus ropas.
**John, hijo, debería juntar tus juguetes y crayones del suelo. Tu madre o yo podríamos tropezarnos y caer.- habló dulcemente el hombre.
Es raro, pero cuando ese hombre habló, su voz me transmitió una oleada de paz y bienestar.
**Bien.- bufó el niño.
Lo miré bien y tenía ojos pardos, al igual que su padre, ambos eran castaños claro. La madre por su lado tenía un largo cabello negro y sus ojos eran marrones oscuros.
** ¿Después puedo jugar con Dann?- preguntó emocionado el niño.
** Hijo, tu hermanito es muy pequeño para jugar aún.- habló su madre.
** Esta bien. ¿Entonces puedo ir a jugar con Isabela?-
** ¿La nueva vecina?- preguntó su padre y el niño asintió.- Está bien. Pero no pelees.- le advirtió.
** Esta bien.- respondió el niño corriendo a lo que era la salida de la casa.
No entendía por qué yo estaba allí. Debía salir de ese lugar, cuanto antes.
** ¿Crees que estaremos bien aquí?- preguntó la mujer y pude sentir algo de miedo viniendo de ella.
**Claro que estaremos bien aquí. Ellos no se atreverán a atacarnos en el medio de los suburbios.-
**Temo por la vida de Alexandra y Danniel, son muy pequeños...-
**Cariño, ellos estarán bien. Mira la cara de Alex, tan pacifica...-
**Todo lo contrario a Danny.- dijo con una sonrisa la mujer.
**Ya quiero que crezcan y aprendan a luchar como grandes mu....-
**Cariño...- lo interrumpió la bella mujer.-... es mejor no hablar de ciertos temas aquí.-
Su esposo asintió y le dedicó una dulce mirada. Una de esas miradas que realmente te transmiten toda la paz del mundo.
Miré a mi derecha y pude ver a un chico, también de mi misma edad, pelo negro y ojos marrones. Estaba escondido detrás del otro sillón.
Ambos nos miramos y quedamos petrificados.
¿Qué era todo eso? ¿Me estaré volviendo loca?
La habitación comenzó a oscurecerse de a poco, luego la luz comenzó a subir muy rápido, haciendo que la habitación quedara toda blanca y que me obligará cerrar mis ojos.
Abrí mis ojos y me encontraba en lo que era la antigua habitación de Gale. Todo estaba tal cual lo recordaba. Aunque todo estaba oscuro y, podía sentir como esa oscuridad pesaba. Como si la felicidad ya no estaba.
Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta.
-Alex, que bueno que despertaste.- dijo Gale, quien estaba a punto de entrar al cuarto.
-¿Qué me pasó?- hablé, pero mi voz salió como un leve susurro y mi boca se sintió como el cuero curtido y reseco.
-Te desmayaste por una semana.- respondió él.
-¡¿Una semana?!- pregunté exaltada.- Tyler.- dije cuando me acordé de mi hijo.- Necesito verlo.-
-No, Alex. Él... él...-
-Él ¿qué, Gale?- pregunté.
-Él ya no está con nosotros.- dijo fríamente.
Mi mundo entero comenzó a desmoronarse frente a mí. Mis piernas comenzaron a flaquear, mi respiración a fallar y mis lágrimas a agolparse en mis ojos.
Miré a Gale, quien se veía muy tranquilo ante todo lo que estaba pasando. Me levanté como pude y lo miré a los ojos, estos comenzaron a tornarse de una color verde. Él me miró con una sonrisa perversa y me pegó en el estómago haciéndome caer de rodillas.
-¡Te lo dije, maldita perra! ¡Vas a sufrir como la gran perra que eres!-
Comencé a dar grandes bocanadas para recuperar todo el aire que había perdido. Cuando ví que él comenzaba a acercarse barrí sus pies con los míos, haciéndolo caer. Al hacer eso sentí que algo frio y duro se movía en mis borcegos. Me puse de pie, toqué uno de mis borcegos y pude sentir una daga. Lo que era raro porque desde que nacieron los mellizos jamás volví a guardar dagas en mis borcegos.
-Esto no es real.- susurré.
Al mismo tiempo, el tipo que estaba disfrazado de Gale, me tacleó tan fuerte que me hizo caer por la baranda del segundo piso.
Lo último que ví cuando caí fue la sonrisa burlona de ese hombre.