Subí al cuarto de los niños, pero cuando entré me llevé con la dificultosa sorpresa de que ambos estaban dormidos. No sabía a quién llevarme primero.
Me decidí por Amy y cuando estaba por salir del cuarto, Tyler despertó.
-¿A dónde la llevas, mami?- preguntó.
-Emmm.... Debemos ir al pueblo.- mentí.
-¿Por qué? ¿Está enferma?- me miró con sus ojos grises preocupados.
-No, mi amor. De hecho tú también debes venir. Vamos... a... vamos a comprar los regalos de navidad. Sí, eso.-
-¡Si!- exclamó.
-Shhhhhh... debes bajar sin hacer ruido ¿si?- le susurré y él asintió.
Bajamos las escaleras y me crucé con varios lobos pertenecientes a la manada de Jeremy. Cuando pasaba junto a ellos, levantaba mi barbilla y caminaba con paso seguro, solo de esa forma podía hacer que me tengan más miedo del que ya me tenían.
Llegamos al auto y le pedí a Tyler que se ponga el cinturón mientras yo acomodaba a Amy. Cuando todo estuvo listo, me subí al asiento del conductor y conduje hasta mi vieja casa. Después de unos buenos minutos, llegamos.
-¿De quién es esta casa, mami?- preguntó Tyler bajando del auto.
-Es mía y pensé que les gustaría conocerla.- contesté, bajando a Amy entre mis brazos, aún dormida.
Entramos y comprobé que estaba vacía. Deje a Amy sobre el sofá y aseguré las puertas.
-¿Puedo prender la tele?- preguntó a lo que le asentí levemente.
Me senté en el sofá de una persona y esperé a que pase el tiempo, tratando de contener mis impulsos para correr hacia la mansión.
Mordisquee las uñas de mi mano, mientras mi pierna se movía frenéticamente. No podía creer que yo estuviera allí, a salvo y no peleando junto a Gale, el cual no sabía si aún seguía con vida.
Negué con la cabeza sacando ese horrible pensamiento de mi cabeza.
Miré a los niños y supe que al menos ellos estarían bien, siempre y cuando no se muevan de este lugar.
Me levanté de un salto y...
-Tengo hambre.- se quejó Amy, quien recién había despertado.
-Igual yo.-
-Bien... Uhh... déjenme ver que tengo en la cocina.- dije caminando hacia ella.
Era obvio que no tenía nada, hace años que no vivía allí.
Abrí la alacena y para mi sorpresa me encontré con varios paquetes de galletas de chocolate y cereales, abrí la heladera y había chocolatadas y jugos en paquetitos, además de varias latas cerveza.
-Los chicos.- susurré refiriéndome a John y Dann.
Agarré un paquete de galletas y dos chocolatadas y se las lleve a los niños.
Comencé a pasearme por la casa con los nervios de punta, cuando de reojo, veo, en el monitor de una de las computadoras, que se acercaban cinco muchachos, cuyas caras ya conocía.
Llamaron a la puerta y antes de que entraran les hice una seña para que entraran al estudio silenciosamente.
-¿Pudieron ver algo?- pregunté con impaciencia mientras retorcía el ruedo de mi camisa.
-Sí y tu lobo está bien.- masculló Dann.
-¡Baja la voz!- le espeté.- ¿Qué está sucediendo?-