Desperté de un sobresalto, casi sin aire, sudada y aturdida, como si me hubiesen dado una buena golpiza. Me levanté del suelo y todas mis articulaciones comenzaron a doler. Miré a mi alrededor y todo estaba oscuro, solo la luz de una pequeña lámpara alumbraba la habitación.
-Veo que tú y tu familia han sobrevivido a otro ataque... ¡Oh, espera! No todos.- dijo con una mueca que se transformó en una burlona sonrisa.
Lo miré y solo sus ojos verdes podían verse, al igual que su boca y su barbilla, el resto de su cuerpo era solo una oscura silueta.
-Ahora ¿qué?- susurré más para mí que para él.
-Dime ¿qué se sintió matar a un lobo?- su sonrisa se ensanchó más de lo que un sonrisa podía ensancharse.- Es decir, primero mataste a unos vampiros y ahora mataste a unos lobos...-
-Estaban atacando a mi familia.- mascullé.
-¿Es eso? O... realmente estas descubriendo tu verdadera naturaleza.- comenzó a pasearse alrededor de mi.- La anciana muerta supo, desde el momento en que se enteró de que eras una Murdok, que lo tuyo con ese lobo no iba a funcionar.-
-¡No te atrevas a hablar de ella!- le grité.
-Bien.- dijo deteniéndose.- Hablemos de ti y de tu reciente descubrimiento.-
-¿De qué hablas?-
-Tus hermanos... los murdoks. Desde que los conociste no puedes controlar tus arranques de celos cuando ves a Gale, Ámbar y Hannah disfrutando de su vida con sus padres...-
-Cierra la boca. Cierra la boca- susurraba tapándome los oídos mientras él hablaba.
-¡... Cuando los tuyos están muertos y su raza se encargó de matarlos!-
-¡Cierra la boca!-
Ambos quedamos en silencio y él rompió en una carcajada vacía.
-Deberías ver tu cara.- dijo entre risas.-Bien, debo irme, pero antes tengo que decirte que el peligro no ha pasado del todo. Mantén tus ojos abiertos.-
Dicho eso desapareció y al poco tiempo también lo hice yo. Lo último que ví fue una luz verde que se iba tornando violeta y aparecí en la cama. Aún sudada, agitada y aturdida.
-¿Estás bien?- preguntó Gale a mi lado, mirándome con preocupación.
-¿Los niños?- pregunté en un susurro.
-Fueron a la cocina. ¿Segura que te sientes bien?-
-Si.- susurré.
Me acosté en su pecho y los latidos de su corazón comenzaron a tranquilizarme. A los pocos minutos aparecieron los mellizos, frustrados por no haber encontrado a Nessy en la cocina.
-Vamos a preparar el desayuno.- dije empujándolos a la salida.- ¿Qué haces?- pregunté cuando ví a Gale levantándose de la cama.
-Ya me siento mejor, fueron solo unos rasguños.-
-No. Gale, sabes lo que opino de que te levantes, aun estás débil. Niños vayan a la cocina- los mandé.
-No estoy débil. Me siento mejor que nunca.- bufó.
-Bien, pero al menos déjame que te revise.- le contesté y pude ver una pequeña sonrisa pervertida en su rostro.- No voy a desnudarte, idiota. Ahora recuéstate.- ordené y él lo hizo.
Cerré mis ojos y posé mis manos en su torso. Todo se veía bien, las heridas estaban sellándose con normalidad, pero aún no podía hacer movimientos bruscos.