Corría por la nieve con mi arco en la mano y mi carcaj en el hombro. Después de tanto tiempo volví a sentir esa libertad que hace tanto no sentía.
No me mal entiendan, conocer a Gale fue uno de mis mejores logros, pero amo volver a ser la vieja y joven Alex.
Paré de correr cuando visualice a un conejo gris que buscaba comida. Me agaché, coloqué una flecha en el arco, tensé la cuerda, tomé aire, lo expulsé y en cuanto iba a soltar la cuerda, alguien, detrás de mí lo espantó y el conejo huyó.
-¿Qué diablos?- bufé molesta, mientras volteaba y me tragaba mis propias palabras al ver quién era.
-¿Qué pensabas hacer con ese conejo?- preguntó con una risa burlona.
-¿Qué haces aquí? Mi esposo puede verte.- le espeté.
-No estoy haciendo nada malo, solo hablo con mi hermana.- se excusó mientras sacaba una flecha de mi carcaj.- Mmmm... ya veo...- meditó mientras estudiaba la flecha.- No está bien calibrada.-
-Debes irte, Danniel. En serio.- dije arrebatándole la flecha de las manos.
-Tranquila, solo me encargo de protegerte.-
-Sé protegerme sola, gracias.- comencé a caminar lejos de él.
-Eso es seguro.- dijo irónico.
-Por qué mejor no...- volteé para decirle que se vaya, pero ya no estaba ahí.-... te vas.- susurré mirando hacia todos lados.
-¡Aquí estas!- exclamó Gale jadeando mientras se acercaba a mí corriendo.- ¿Pasa algo?- preguntó.
-N-no nada.- respondí.
-¿Desde cuándo corres tan rápido?- preguntó mientras caminábamos a la mansión.
-Desde que ya no estoy embarazada.- respondí con una sonrisa.
-Tendré que embarazarte de nuevo entonces... ¡Auch!- exclamó ante el golpe que le proporcioné con una bola de nieve.- ¡Esto es guerra!- exclamó agachándose para tomar nieve.
Y así comenzamos una guerra de bolas de nieve. Él me lanzó una que castigó contra mi hombro izquierdo y yo le lancé una dirigida a su pecho, pero el muy idiota se movió y aterrizó en su cara, aprovechando ese momento en el que él se sacaba la nieve de sus ojos, corrí hacia él y lo tacleé. Ambos caímos sobre la nieve, yo encima de él, partiéndonos los dos de la risa.
-¡Me rindo!- exclamó con sus manos en alto.- Me rindo.- se apoyó en sus codos y yo me senté junto a él, quedando enfrentados.
Me acerqué lentamente a él, con la intención de besarlo, pero en el momento en que cerró sus ojos y mis labios rozaron los suyos... le dí un gran soplido en la cara.
Él abrió sus ojos consternado y yo salí corriendo.
-¡Vuelve aquí y dame mi beso!- gritó mientras me alejaba.
-¡Si lo quieres ven por el!- le respondí deteniéndome y volteando a verlo, pero para mi sorpresa el ya no se encontraba tumbado sobre la nieve.- Uhh... ¿Gale?- lo llamé pero no obtuve respuesta.
Mis ojos viajaban de un árbol a otro, pero no encontraba rastro de él. Hasta que sentí un gran golpe en mi flanco izquierdo, haciéndome caer en la nieve y pude sentir que alguien más caía sobre mí. Cuando saqué la nieve de mi cara ví ese par de ojos grises que tanto me gustan.
-Siempre voy por lo que quiero.- me advirtió.
-Eso veo.- contesté con una sonrisa.
Él salió de encima de mí y se sentó en frente de mí, mientras yo también me sentaba.
Él comenzó a acercarse a mí...
-Si me soplas en la cara lo lamentaras .- susurró en mis labios divertido.
-No lo haré.- contesté tragando saliva sonoramente y con mis ojos cerrados.
Él rozó sus labios con los míos...
-Adoro tu aroma.- volvió a susurrar sobre mis labios.
-Bésame ya.- susurré demandante.
Pude sentir como sus labios tocaban los míos delicadamente como si fueran de porcelana, mientras que yo sentía los suyos como dos pétalos de rosa. Poco a poco y, disfrutando el momento, mi boca le fue permitiendo el paso a su lengua.
Nuestros labios se acoplaban tan bien que no había duda de que su Diosa Luna no se había equivocado en cuanto a su mate.
Nos separamos, ya que si nos quedábamos un segundo más nuestras cabezas explotarían, debido a la presión, y que estas exigían por la falta de oxígeno.
-Nunca me voy a cansar de decirte lo mucho que te amo.- dijo él mirándome a los ojos.
-Es que es imposible no amarme. Mírame soy un ángel.- dije señalándome y riéndome de mi misma.
-Ríete todo lo que quieras, pero yo así te veo. Eres como mi pata de conejo.-
-¿Te lo tomó como un cumplido?- pregunté.
-Eres mi ángel, punto.- respondió quitando un mechón de cabello de mi rostro.
-Y tú el mío.-
-¿Soy tu ángel o tu pata de conejo?- preguntó divertido.
-Mi lobo favorito.-
-¡TIN, TIN, TIN! ¡Tenemos un premio a la mejor respuesta!- exclamó mientras yo le hacía señas para que baje la voz, mientras me reía junto con él.
-Deberíamos volver.- dije al cabo de un rato.- Mi trasero se está mojando.- me quejé.
-Eso te pasa por salir con esos pantalones que no resisten la nieve.-
-Bien, vamos.- dije y él se levantó del suelo.
Pero antes de que me levantara, tomé una última bola de nieve. Miré a Gale y ví cómo se sacudía los restos de nieve que habían quedado en su pantalón, me acerqué lentamente a él con una sonrisa coqueta y cuando él me vió se acercó mí y me atrajo de la cintura. En el momento en que se disponía besarme, abrí su pantalón y metí la bola de nieve, haciendo que sus ojos casi salgan de sus cuencas y su boca se abra tanto que, de no ser por los nervios, los tendones y demás huesos que la sostenían, ya estaría en el suelo.
-Tu pantalón no aguanta nada.- dije y comencé a correr en dirección a la mansión.
-¡Está me la vas a pagar!- gritó y giré para verlo correr con sus piernas abiertas como si se hubiera hecho pis encima.- ¡¿No puedes ser una novia normal?!-
-¡Noup!- le grité y seguí corriendo, pero no tan rápido. Era divertido verlo correr así.
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Mil disculpas!!! No sé que le paso, pero acá está.
Perdón por cortarles la emoción.