Capítulo 3

5.5K 316 13
                                    

«¿Por qué cerebro? ¿Por qué la necesidad de extrañar a personas que les hice daño o las cuales me lo causaron? ¿O te tengo que reclamar a ti corazón? Porque no encuentro a quien culpar y yo ya tengo muchos problemas como para hacerlo.»



Siento una opresión en mi pecho, la cual no me permite respirar adecuadamente. Un zumbido en mis oídos que me hace dar vueltas y un nudo en la garganta, que ni me permite tragar. La parte que se negaba a ver al pasado, ella misma agarro las llaves de esos recuerdos haciendo que aparezcan rápidamente que ni me da tiempo de apreciarlos.

—Qué casualidad, Rosell —su voz hace que vuelva en sí, mi vista se enfoca en su rostro, afeitado, sus ojos grises parecen negros, un simple color que puede volver demente a alguien cuerdo. —No te asustes —suelta una risa ronca—. lo personal no tiene nada que ver en lo profesional

Camina de un lado a otro, tiene su traje impecable. Si que ha cambiado y mucho.

—No, lo mejor será que renuncie —puedo ver como tensa la mandíbula ante mis dubitativas palabras, su cabello negro está perfectamente peinado que no queda nada del cabello rebelde. —sé que cuando viste mi nombre entre todos los postulantes no dudaste en escoger el mío para ver lo miserable que estoy —suelto, con un sabor amargo en mi boca y la impotencia en mis palabras.

Con determino, sin moverme es como si mi boca fuera la única parte de mi cuerpo que tuviera movilidad, mi mano que esta aferrada a mi bolso, está blanca por la presión que ejerzo.

Sus ojos grises son irracionales, intangibles, son tan oscuros que se hace imposible descifrarlos.

Me examina, como si de una prueba se tratara, buscando algo tipo una cura para algo irremediable.

«Como yo»

—Creo que una vez te dije, tu peor defecto es tu orgullo Rosell —fue él, creo que una parte de mi lo sabía, pero quería suprimir todo lo que me hacía daño. —y me conoces tan bien, pero no para burlarme sino para ayudarte —vuelve a sonreír y a martirizarme.

Logro tragar desvaneciendo un poco del nudo en la garganta.

—Ayudarme —repito con gracia. —perdón, pero lo último que recuerdo es que tú ya no querías saber de mí, peor ayudarme —hipócrita, casi suelto, sin embargo, estaba en todo su derecho de él reaccionar así en ese tiempo, no lo culpo, pero no veo la necesidad de hacer esto ahora. Puede ser su forma de vengarse o lo que sea, pero, me parece muy infantil.   

—Desde que me enseñaste que no era necesario —trago, me pican los ojos. —o no...

—Cállate —mascullo, respirando profundamente, mi mano libre está hecha un puño y siento como mis uñas se clavan en mi palma. Veo que sus globos oculares se dirigen en ese acto y crece en sus labios carnosos una sonrisa.

—Ten cuidado soy tu jefe —arrogancia se escucha en su voz,

—No si renuncio —advierto, no he si para mí mismo o para él. No se atreve a dar más pasos cerca de mí, contando lo amplia de su oficina, que se basa en su escritorio, una biblioteca de libros que supongo que son de economía. Y algún que otro sillón de cuero.

—No lo harás —sentencia, haciendo vibrar sus cuerdas vocales.

— ¿Por qué lo sabes? —trago, mantengo mi vista fija en su persona, con todas mis fuerzas para no desviarla.

—Porque lo necesitas, cuando vi tu jodido nombre, te investigué y se me hizo fácil ya que eres amiga de Samara una empleada de aquí de hace años, Cristian está en contacto con todo —maldigo mentalmente.

Hijo de...

—Hay muchos trabajos este no es uno —trato de verme indiferente ante a él, sentir que no sedo.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora