Capítulo 29

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«Me despedí, aunque te quería. Me fui sin importar que estabas, no miré atrás, aunque me veías y comencé de nuevo, dejándote en el olvido sin importar que no quería.»

(La mitad de este capítulo es flashback)





Mis manos sudaban por el nerviosismo y Arquímedes manejaba, miré la ventana mientras viajábamos al condominio donde vivían los padres de Arquímedes. Hace un mes me pidió ser su novia y no dude en aceptar, en todo ese lapso de tiempo su madre —Viviana. — insistió que me presentara y bueno aquí estábamos.

—No estés nerviosa, amor —despejé mi vista de la ventana hacía él. Su sonrisa mordaz me tranquilizaba, aunque sea de burla.

— ¿Cómo quieres qué no esté nerviosa si voy a conocer a tus padres? —solté una risilla y troné mis dedos en un acto de nervosismo. Arquímedes esbozó una sonrisa para calmarme, pero más me estresaba.

—Bien dicho mis padres no al presidente de la República —soltó una risa gutural y yo le respondí golpeando en el hombro. —con cuidado con tu agresividad porque después lo único que vamos a conocer es una sala de hospital

—Pudimos haber muerto —exageré con el nervio a flor de piel.

—Si hubieras muerto los ángeles harían fiesta en el cielo por la llegada de otro ángel —se soltó a reír cuando me mi expresión incrédula por lo que dijo.

—Gracioso —le reproché mientras lo observaba, después de todo lo único que me daba seguridad era él. Siempre él. — ¿y si no les agrado?

—Si a mí me encantaste a ellos les fascinaras —comentó haciendo reír para no ponerme roja y viera que aún no me acostumbraba al cambio y a sus comentarios algunos tiernos y otros fuera de límite.

Sin darme cuenta de la noción del tiempo Arquímedes estacionó el auto haciendo que cayera en la realidad.

—Llegamos —dijo sacando las llaves del auto. Miré cada uno de sus movimientos dando a entender la parsimonia que tenía.

—No me digas pensé que se había acabado la gasolina —expuse un poco nerviosa viendo como salía.

—Melanie —recriminó cuando salí. Me pasé mis manos por mis jeans por acto de nerviosismo.

—Lo siento es que estoy nerviosa —me justifiqué haciendo que él respire hondo.

—Ven —me abrazó y después me miró unos segundos. —no estés nerviosa, solo actúa natural como eres —asentí y acercó su rostro al mío para darme un tierno beso en la comisura de mis labios y yo me adelanté para profundizarlo.

«Siempre estaremos solos, siempre seremos tú y yo, solos en la tierra para empezar nuestra vida.»

Me encantaba y sigo sin entender hasta ahora por qué no me pareció suficiente, quizá porque quería experimentar.

Nos separamos y caminamos hasta el porche de la casa. En el jardín delantero había muchas flores bien cuidadas, tan hermosas y delicadas mientras Viviana —madre de Arquímedes— vivía.

Arquímedes sacó unas llaves de su abrigo para abrir la casa.

—Mis padres me dieron una llave extra por si un día me peleara con mi novia y me botara —bromeó chocando su hombro con el mío para que entendiera la indirecta. Revoleé los ojos cuando escuché su risa.

Entramos y la casa se encontraba vacía.

—Ahora con gusto lo haré, créeme —acuné su rostro porque odiaba que lo hiciera y antes que quitara mis manos de su cara, lo besé.

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