Capítulo 22

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«Arriesgarse es a veces la única forma de decir que amaste.»






Flashback completo. (cabe recalcar que esto pasó en otro tiempo en el que se está transcurriendo la historia)


Llegamos del maldito hospital después de los exámenes de rutina que demostraron involuntariamente que Amalia no es hija de Erick, aunque esos exámenes no son involuntarios, Erick quizá nunca estuvo seguro de su paternidad y yo en ningún punto del embarazo dudé siendo sincera y había dando por sentado que era hija de Erick porque fechas coincidían y bueno lo había elegido a él, por otro lado, él no me había dirigido la palabra entre todo el trayecto. Mi respiración se aceleró en cuanto entró al departamento que compartíamos. Amalia estaba dormida en mis brazos. Entré y lo vi sentado en el sofá, con sus codos apoyados en las rodillas y sus manos en la cara.

—Erick —lo llamé, mis manos temblaban. Observé a Amalia, ella no tenía la culpa, era yo.

—No me dirijas la maldita palabra ahora, Melanie —me escrutó de reojo, su mandíbula apretada y sus manos hechas puños. Me puse nerviosa. Mi dolía la garganta por apaciguar un sollozo.

—Yo no sabía —musité acercándome. Sus globos oculares zafiros estaban muy oscuros de la furia. Le duele, él pensaba que era su hija, se encariñó mucho y yo no sabía. Él la llevaba al parque, se levantaba cuando estaba cansada en la madrugada para ver lo que sucedía.

—Ve a dejar a la niña en su cuarto antes que la despiertes —soltó con la voz rasposa. Asentí y sin replicar fui al cuarto de mi hija.

La dejé con cuidado en la cuna, la observé con detenimiento, su cabello negro estaba revuelto, es muy chiquita para verle o compararle con alguien. Sus ojos son azules como los míos que son muy parecidos a los de Erick. Le quité el chupón despacio para que no llore, no dejaré que se acostumbre a esto.

Era hija de él. Sentí como mi corazón latía con ímpetu, queriendo salir del pecho, ha sido un año desde que no lo veo, desde que lo engañé y no hay día que no me recrimine. ¿Cómo estará? ¿Qué haría si sabe de esto? ¿La aceptaría? ¿Me aceptaría? estaba claro que no, yo tampoco me aceptaría recordando lo que le hice pasar. Pero la niña no tenía culpa de que yo haya sido una idiota.

Quise llorar por sentir que de una u otra forma engañaba a Erick no de cuerpo, sino con el corazón, la opresión de la caja torácica no me dejó respirar. Salí lentamente para no despertarla.

En la sala se encontraba Erick cuando sintió mi presencia se dirigió a mí.

— ¿Dime quién? —profirió dolido. — ¿Quién maldita sea?

—Te lo juró pensé que era tuya, yo no quería —sollocé acercándome a él, pero simplemente dio un paso atrás. Duele. —Arquímedes, ese es el tipo de sangre de Arquímedes

—Lo hiciste porque sabías que él no te quería por engañarlo, no se iba hacer cargo —gritó y soltó una risa irónica. Nunca he visto unos ojos que el simple hecho de mirarlos es como si la persona estuviera muerta en vida. —por eso me hiciste saber que era mía

—Que no sabía maldita sea, esto es de igual de confuso para mí —mi voz salió gutural. No podía verlo más a los ojos.

—Ahora ve, corre a sus brazos y dile que es su maldita hija —me agarró por los hombros obligándome a que lo mire mientras expuso lo que él pensó que era lo obvio. —te perdonará está claro

—Cállate, Erick —no procesaba bien la información. Me logré soltar, él se pasaba las manos por el rostro imaginando que todo lo que sucedió no es cierto. —lo siento

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