Capítulo 16

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«No tengas miedo a llorar ¿Sabes? Porque llorar es la manera de dejar al corazón hablar.»



A veces nos lamentamos por cosas muy comunes como un simple café derramado sobre la ropa o hacer algo mal en el trabajo, cuando sucede algo realmente terrible le suplicamos a un Dios en el que talvez no creemos que nos devuelva los pequeños horrores y se lleve eso.

Simplemente a veces recurrimos a algo o a alguien cuando nos conviene y cuando esas personas piden nuestra ayuda no estamos disponibles.

Y como ejemplo propio, no hay que ser así porque simplemente después ya nadie nos querrá ayudar.

Las personas nunca cambian solo cambia sus actitudes sobre alguna gente, nos enfocamos en lo mal de sus acciones y nunca en el porqué de los hechos. Somos instintivos, y ese simple hecho nos hace no pensar en nuestro alrededor.

Esa gran tempestad grisácea remueve todo lo que hay en mí. El calor corporal que era obtenido del cuerpo de Eduardo por su cercanía ya no está dejando que mi cuerpo cole el frío de la noche.

Soy un maldito premio.

El hecho pensar que Eduardo solo me quiera por sobrepasar a su primo me produce arcadas. La tensión de la mandíbula del hombre con iris color tormenta desafía al de su primo, quien no se queda atrás.

La calidez color miel de Eduardo y el frío tempestad de Arquímedes son como el fuego y el hielo, pero hay que tomar en cuenta que en algunas situaciones el hielo quema más que el ardor de una flama.

Mis piernas por acto reflejo funcionan y me incorporo colocándome a lado de Eduardo, Arquímedes sin cambiar dicha expresión que el solo admirar me da un escalofrío. La ansiedad vuelve a mi cuando observo a un demandante Arquímedes acercarse a nosotros.  Su traje azul marino le queda impecable y atractivo porque no tiene la corbata y con eso, tiene los primeros botones desabrochados.

Suspiro con ansias.

Eduardo se tensa, me gustaría saber sus pláticas o porque la indiferencia entre ellos, bueno la que presiento cuando estoy cerca.

Nadie pronuncia palabra alguna.

La pesadez en el ambiente me aturde por su voluble cambio, cuando todo hace unos segundos era remolinos y euforia.

— ¿Qué deseas? Porque hace una hora me dijiste que ni ibas aparecer —la voz petulante de Eduardo rompe la muralla de silencio entre nosotros. Arquímedes tantea una sonrisa genuina que en vez de ser agradable me da desconfianza.

—Gabriel quiere que estés en el grupo Bernat ya que como vas a ocupar mi lugar quiere dejarte unas cosas claras —en eso su mirada penetrante se posa en mi persona. Trago duro. —ya que lo que te digo no te importa —no sé porque pienso que se refiere a mí, el solo pensarlo me oprime mi caja torácica.

—Le dije que iba a estar ocupado —suelta exasperado Eduardo, sus facciones surca fastidio. —ya voy primero tengo que... —es interrumpido cuando Arquímedes chasquea la lengua cuando se pone tediosa la diatriba de Eduardo.

—Le diré a alguien que lleve a la señorita Rosell a su casa —sentencia, intolerante y sé que, porque el tiempo no está a su favor, Eduardo accederá. Me barre con la mirada haciendo que mis rodillas flaqueen. Su mirada ávida me aturde.

—No creo que sea conveniente —refuta el hombre a lado mío, me da una fugaz mirada, sus ojos mieles dicen algo que no puedo acertar. —Debo dejar, si no te das cuenta a Melanie a su casa —su tono exorbitante no me agrada.

—No hay tiempo de jugar al caballero cuando sabemos que no lo eres —Eduardo se entumece cuando escucha dichas palabras salir por los labios de Arquímedes. No me gusta la actitud de Arquímedes solo por menospreciar un lindo gesto de Eduardo. —y mejor ve antes que el hecho de que estés en esta ciudad sea en vano —arguye como exigiéndole. Sus globos oculares se posan en mi mano que esta aferrada en el antebrazo de Eduardo, me suelto al instante. Ni sé cuándo hice contacto con él. Sonríe más. —y por la señorita Rosell no te preocupes —respiro un poco deprisa por el tono mordaz en sus palabras. Mi mirada no se despeja de la suya.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora