Capítulo 10

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«El mal es lo que nosotros mismos decidimos elegir para nuestra vida, el dolor es parte de esta, son pruebas para revelar si somos dignos de la felicidad y definitivamente no soy digna de ella.»


Aprieto mi bolso con mi mano, dándome confianza. Trago y me encamino hasta el puesto de Lucía —secretaria de Arquímedes—.

—El jefe de edición me ordenó que le digiera algo urgente al gerente —le suelto con indiferencia, ella por su parte se comunica con Arquímedes por el teléfono.

—Dice que puedes pasar

—Gracias —camino decidida.

Cada vez que mano hasta la puerta se ve más lejos, al llegar ni para que tocar si ya sabe de mi presencia, solo abro lentamente la puerta por si encuentro algo raro como esa vez.

—¿Cuál es el asunto de suma importancia? —indaga, levantando una ceja.

—La trabajadora sexual, digo social lo está esperando —le sonrío, bueno mi equivocación está justificada, porque al parecer esa señora le falta ropa.

—Bueno —sus ojos grises cautivan al solo mirarlo. —Melanie lo de las escrituras...

—No importa, puede ser que alguien se dio cuenta que iba a ver una requisa y dejaron esos documentos ahí —digo despectiva, restándole importancia.

—Las cámaras fueron revisadas y falta una, no puedes ser tú porque solo gente personalizada tiene acceso a ellas y Samara tampoco porque en esos momentos estaba en una reunión con conmigo e inversionistas —hace un hincapié. —y Cristian confirmo que estabas con él

—Lo sé —mantente en margen, estás a prueba en este trabajo no tienes contrato.

—Tenía que asegurar —Aparto la mirada, coloca ambas manos en su escritorio, haciendo que resalten sus bíceps. —es que debe ser alguien que sabe de ti y tu punto débil que es ese y por lo cual pasaste en tu antiguo trabajo

Trago duro. Comienzo a temblar, el simple hecho de esa mínima posibilidad me asusta ¿Quién?

—Y si es tu...—su respuesta tajante me corta la diatriba.

—No —sus ojos se oscurecen por el hecho que sabía lo que mis labios iban a soltar. —Bueno ve y diles que ya estaré —habla de Coello y la trabajadora social.

Estás paranoica, Rosell.

Asiento, mis manos tiemblan al ver que quedé como una estúpida delante de él.

Salgo y sin decirle nada a Lucía.

(...)

—Sé que no eres el tipo de chica que le gusta lo elegante —llegamos a un restaurante super sencillo y adecuado, como los cuales suelo ir con Samara.

Sonrío al suponer bien.

—Diste en el blanco —jugueteo y él se ríe. Nos sentamos en una mesa cerca de una ventana, el mesero pide orden.

—Lo especial de la casa —dice Eduardo y el chico asiente. —Cuéntame sobre ti

—De mí, mi vida solo se va en trabajar y llegar a casa, y los fines de semana solo estar en casa —suelto casi con una risa.

—No de ti, no de lo que haces, que te gusta, canciones, libros o cualquier tontería que te haga ser tu —ser miserable es una cualidad.

—Me gusta dormir, pero no lo suelo hacer suficiente —por el insomnio. —canciones, me voy por las antiguas, no leo porque el tiempo no me da, me gusta el helado de vainilla, aunque algunos dicen que es como tomar leche y para serte sincera, un día probé el helado y la leche a la vez para ver si sabía igual, saben diferentes —escucho su risa, relajada y despreocupada.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora