Capítulo 32

2.3K 226 10
                                    

«Tal vez era necesario encontrarnos de nuevo, cuando ya hemos crecido emocionalmente, más maduros y que ninguno esté con problemas y entonces seremos los indicados y valdrá seguramente la pena.»






Las personas suelen esconder muchas cosas porque suelen pensar que es por el bien de uno o de los demás y se obligan a grabarse que nada pasó.

Y la gente siempre espera estar fuera de sus cincos sentidos para decir todo lo que nos da miedo decir sobrios, por experiencia.

Mi mente está a punto de un colapso mental mientras observo lo grande que es la ciudad en frente a mis ojos, como las luces exuberantes magnifican algo que en lo personal es contaminación visual. Me atrae mucho para ser sincera a la vez me aturde por todo lo que tengo acumulado en la mente.

Un manojo de nervios queda corto para lo que estoy sintiendo en este preciso momento. Sin saber por qué mi madre me ha situado en este lugar. Me dijo que era de suma importancia y con urgencia debía presentarme. Así que aquí estoy.

Las casas alejadas de la ciudad son las pertenecientes a gente que puede pagar grandes extensiones de tierra para hacer inmensidades de edificaciones. Me quedo estupefacta a ver cada una de casas. Son extravagantes y lujosas. Las luces de estas me ciegan un poco hasta que el auto se detiene en una de esas casas y veo como las puertas metálicas se abren dándonos el paso.

El frío del anochecer roza mi piel como tal bofetada, gélida e inexpresiva.

El chofer se adelante el salir y abrirme la puerta, un poco indiferente por sentirme fuera de lugar salgo. Hace una seña para que lo siga mientras me guía hasta la entrada.

Nos dirigimos hasta una sala que supongo es la principal.

—Tome asiento señorita Rosell —me abrazo a mí misma y me siento en el sofá antiguo, pero muy bien cuidado.

Me siento liliputiense tanto que llego a recordar la primera vez que pisé intolerante el edificio Bernat.

Aun así, no comprendo porque Savannah me citó en un lugar como este y otro punto a resaltar ¿Cómo consiguió este lugar?

El tapiz de las altas paredes le hacen dar un aspecto clásico y moderno. Este lugar con modestia se lo puede decir casa, porque no le llega ni a una. Cada cosa que yace solo en este lugar brilla por dinero algo que me hace sentir muy fuera de órbita.

Hay una gran chimenea que en lo personal es más de lujo que otra cosa porque lo máximo que puede haber en esta ciudad son climas bajos, pero no al borde de una nevada.

Apenas graniza cosa que sucede muy rara vez. Casi una vez o dos al año.

Encima hay una delicada foto. Sin más me levanto como si mis sentidos se gobernaran.

Me abrazo a sí misma y con pasos cautelosos me dirijo hasta la chimenea. En ella se encuentra numerosas fotografías, pero hay una que me llama la atención.

Es una fotografía un poco antigua, en ella dice la fecha y con letra cursiva California.

Es como en un jardín muy amplio y a lo lejos se ve una casa semejante o más grande que esta.

Ahí están Madeleine y Anthony Hamilton sonriendo con la flor de juventud encima y una chica de unos veinte años muy hermosa entre ellos con una sonrisa que poco más opaca la belleza de la foto en sí.

Esa chica se me hace muy familiar, unos globos oculares con un iris verde que tanto he visto en mi vida y que puedo reconocerlo donde sea, su cabello castaño cayendo en sus hombros y la sonrisa que hace mucho no he visto.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora