Capítulo 7

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«Admirar la capacidad de las personas construyendo amor aun estando destruidas, pero en realidad admirar su capacidad de regalar sus trozos a personas incompletas quedando sin nada.»



Se va a casar en menos de seis meses.

Yo tenía una idea cuando era pequeña, para que nadie me lastimara más de lo que estaba decía que cada persona tiene tres armaduras, para dar un ejemplo similar como las muñecas rusas, pero en vez de muchas de si, solo tenían tres.

Para que las personas que me lastimaran no tuvieran la facilidad de dañar mi corazón porque este estaba refugiado en mi tercera armadura.

Pero siempre hay que tener en cuenta que, la armadura se agrieta y las balas se recargan, hasta que el material de concreto que nos resguardaba se desvanece y las balas llegan al corazón impactándolo, sin cura, más brutal que una taquicardia.

Y para mí todas esas armaduras están hechas pedazos y mi corazón está expuesto.

El suspiro exagerado de Samara me saca de mis pensamientos, ella tiene un pedazo de brócoli en el tenedor y lo mueve mientras habla.

—Bueno, imagina que es para publicidad de ella, como un contrato beneficioso —hace una pausa y se lleva el vegetal a sus labios. —ella gana fama y él obtiene una buena imagen, por eso aceleran todo

Yo no puedo dejar de ver la revista que Samara compró antes de venir, y por casualidad nuestra atención recae en la sección de chismes y farándula.

Juego con la ensalada y lo máximo que he probado es el refresco por medio del popote.

—Basta —el sonido que hace con su boca me hace levantar la vista de mi apetecible ensalada. —capaz ni has desayunado porque te levantaste tarde y te rehúsas a comer

—No tengo apetito —me encojo de hombros, suspiro desganada al ver que ella no deja de escrutarme. —no me mires así —con el tenedor agarro una buena porción de ensalada y me la llevo a la boca. — ¿contenta?

Se ríe. —si sea mastica antes de hablar —lo hice para molestar. Terminamos de comer.

Me he dado cuenta de que ella ha hecho suficiente por mí.

—Han abierto una tienda en el centro comercial —me avisa al momento de salir del restaurante, caminando por la acera sin rumbo alguno. —vayamos a ver los precios para algún momento ahorrar —bromea, pero siendo sincera no me ha causado gracia, sonrío por cordialidad.

—Vayamos —y poder ver si así se despeja mi mente.

(...)

El centro es un caos, y la tienda no está repleta, pero si hay una cierta cantidad considera de gente. Entramos, la ropa era preciosa por así decirlo y entre más lujosa se ve más costosa.

Samara pasa las manos por unas prendas, quizá viendo la calidad o imaginándose poniendo una de esas lujosas prendas para salir.

En lo personal vestir glamurosa no es lo mío, quizá para un evento especial o una fecha, me gusta ir arreglada, pero ni siquiera me maquillo. No me gusta.

Camino por el local dando a entender que si sea estoy interesada mientras Samara se pierde entre los vestidores. En eso me tropiezo con alguien, por estar ensimismada y en lo que odio ir de compras.

—Lo siento ¿estás bien? —alzo la vista encarando a la chica. Su voz es suave, sus ojos verdes son tan llamativos que puedo decir que eso le da algo atractivo a su rostro.

Su sonrisa, esa misma que les dio a los empleados de Bernat Group. Susana Hamilton.

Balbuceo. —Sí...creo que... —niego para mí misma. Ella suelta una despiadada risilla que me irrita.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora