Capítulo 31

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«Y el problema es que solo imaginamos y deseamos, pero nunca hacemos nada al respecto para que se vuelva realidad.»






No entiendo como dos personas se extrañan y están pendientes uno del otro, puedan estar separados por el orgullo.

Al parecer hay que tomar en cuenta que cada quien sufre a su manera y eso no significa que un dolor sea mayor que el otro.

Ojalá fuera fácil estar con la persona que uno sueña, quiere y piensa.

Al parecer me pongo a pensar que las personas no deben esperar a que les hablen, que las quieran, que las extrañen o que les importe porque al final todo se trata de ganas y se nota cuando no las hay.

Hay días que me digo a mi misma: donde está mi premio por actuar como si nada pasara y todo estuviera bien cuando en realidad hay muchas cosas que no han concluido y por rara razón me siguen lastimando.

Ya no sé nada de Erick porque está donde nunca debería salir. Es un peso menos, pero sin embargo al recordar al niño me parte el alma en mil pedazos imposible de volverlos a unir y muy dentro de mí espera que ese niño pueda ser buena persona y que corrija y haga las cosas bien cosa que su padre no hizo. Y algo de mí sabe que lo hará por él y su madre.

Demostré mi parte blandengue al hacer cosas que no debí solo por ayudar, no decir hasta saber cuándo era el momento y demostrar que importa aun así sigo sin entender que pasa o que sucede.

Saliendo del consultorio de la doctora Cristal, le dije a Samara que hoy no vamos a correr porque la vi muy estresado con el trabajo así que hoy y solo por hoy se libra del sufrimiento muscular. Pido un Uber al lugar específico. Donde siempre voy, donde siempre pienso con claridad.

Aun merodean por mi cabeza el mensaje de Savannah trato de estabilizarme.

Al llegar me registro sin ver los demás nombres.

Camino por el sendero hasta llegar a lápida que me sé de memoria y me petrifico al verlo ahí.

Lleva puesto los pantalones de vestir de un traje negro y una camisa blanca que lleva los botones superiores deshechos. No sé dónde dejó el saco ni la corbata. Dándole un aspecto desaliñado y refinado a la vez. Muy contradictorio siendo él.

El aire cola mi anatomía haciéndome estremecer con estupor y siento que estoy lívida ante la sorpresa.

Aun así, me repongo dándome a entender que él tiene todo el derecho de estar aquí.

Dubitativa si en irme o quedarme mis piernas actúan solas contradiciéndome.

Camino lentamente hasta llegar a tras de él haciendo que mis zapatillas hagan un sonido seco contra el pavimento.

Su mirada tormentosa se ensombrece al instante que me ve y no sé qué expresa. Sin inmutarme al ver el gesto herido o enojado que transmite, me adelanto a estar uno pasos casi delante del él.

Un silencio mortuorio se instala volviendo un aire pesado por la incomodidad.

— ¿Cómo era? —su voz claramente gutural me eriza la piel haciéndome reaccionar.

Quiere saber cómo era ella. Una opresión se instala en mi tórax y logro formular:

—Tengo una foto —mi voz sale rasposa tan bien por el clima que está un poco fresco y sin esperar replicar busco en mi bolso la fotito y al sacarla puedo ver como mis manos quieren temblar, sin embargo, me obligo a mantenerme estable.

Cuando le extiendo la mano para entregarle la foto su mano roza la mía quemándome por el roce de piel y Bernat se queda así durante unos segundos hasta que la alejo. Sus ojos escanean la foto y un ápice de aflicción se le instala en la mirada.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora