Capítulo 4

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«En una guerra entre el corazón y la razón nunca va haber un ganador.»



—Melanie verifique unos datos y si ve alguna anomalía, avise —ordena Cristian, con su exactitud y su vestimenta me hace cohibir al límite de sentirme insignificante. —Y hablando de...

Lo interrumpo.

—De nada señor, es asunto de Samara —me apresuro a decir sin sonar descortés. Mi jefe se acomoda su saco con inercia. Yo no corto el contacto de los ojos.

Mi madre decía que por eso era fácil descifrar lo que sentía. Porque mis ojos lo gritaban al momento de hacerme sentir fuerte.

Yo soy un libro leído, que nadie quiere volver a leer por su insatisfecho final y que para su suerte ya no tiene hojas para poder reiniciar otra historia.

Respiro hondo.

Cristian asiente sin sacar el tema a la luz y se retira antes revisando los puestos de los empleados para verificar que estén realizando su trabajo.

Me quedo mirando las carpetas sin realizar movimiento alguno. Ahora soy la pobre chica que necesitaba ayuda e intercedió por Samara por apoyo.

Genial.

—Melody —la impotencia recorre mi torrente sanguíneo. Estoy por explotar.

—Sé que has hecho mucho por mí, Samara —la encaro la pelirroja tiene en su mano un café y la otra su cartera.

—Quise pasar a saludar antes de irme a trabajar —su ánimo efusivo me irrita. Le vendría bien esa café hirviendo encima.

—No necesito ayuda entiéndelo —vocifero, llamando la atención del gentío del piso. Los observo a todos con una expresión poco agradable.

—Hablamos en el almuerzo —susurra antes de hacer sonar sus tacones y dirigirse al ascensor. Lo de ella no es llamar la atención, lamentablemente eso es lo mío, aunque no quiera.

Sus facciones eran apáticas.

No es agradable lo que me tiene que decir y lo que yo tengo tampoco.

Agarro las carpetas y comienzo a trabajar, aunque en sí no sé muy bien lo que hago.

(...)

La secretaria de Arquímedes —Lucía. —no se encuentra donde deber estar y tengo que entregar estos documentos sin ningún cambio antes de irme. Cristian ya no se encontraba cuando lo fui a ver, así que tengo que recurrir al gerente.

Trago duro.

Como no hay nadie decido caminar hasta el final del pasillo y tocar la puerta. Nada.

Mi mano dubitativa agarra el pomo de la puerta y lo giro lentamente.

Mis entrañas se oprimen y las ganas de vomitar se acumulan. Ellos no se hubieran dado cuenta si las carpetas no se me hubieran caído de mis manos por el estado estupefacto en el cual me encuentro.

Ella se baja la falda tan rápido me ve y Arquímedes....

—Lo siento, enserio —no me atrevo a levantar la cabeza, lo que he intenso desde que llegue, pero es inevitable ante esto. Cierro la puerta detrás de mi mirando el vacío pasillo aguantando la risa.

Qué vergüenza.

(...)

Nadie va a contratar a una ladrona, nunca. Así es imposible renunciar.

—Ella es una...—no logro terminar y paso mis manos por mi cara tratando eliminar la imagen de mi cabeza.

—Lucía hasta con el uniforme del trabajo se ve puta —respira hondo, dándose cuenta de que hay más personas, ladea una sonrisa. —Bueno son rumores, el más conocido es que hubo una desgraciada que lo hizo así —se encoge de hombre y comienza a comer la ensalada.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora