Capítulo 25

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«Algunos dicen que se llega a conocer a una persona por cómo te trata cuando ya no te necesita, pero no hagas caso, yo siempre te necesitaré, solo que siempre fallo al demostrártelo. Quizá por eso me merezco que no estés...»






«Pusilanimidad.»

Esa es la palabra que en ocasiones logra representarme.

O más bien siempre, trato de decirle a Eduardo, dándole indirectas como si debería investigar más y él solo me da motivos para referirse a Castro como un buen socio.

—Rosell, sé que desconfías y estás preocupada por mí —suelta, reviro los ojos. Eduardo se burla. —Pero tengo que mostrarle a Arquímedes que yo puedo elegir muy bien a mi gente y estoy apto para el puesto

En eso hago un hincapié a lo que me dijo Samara hace unos días.

Una disputa entre el poder conmutativo.

Aunque lo creo porque Arquímedes es bien selectivo y desconfiado en lo que trabajo corresponde. Y si se está arriesgando con Erick es para darle el beneficio de la duda a su primo.

Aunque no le agrade y Eduardo no logre verlo, tolera a Erick para que su primo muestre que si puede ser responsable.

Pero nadie lo nota porque no es muy expresivo.

Lo único que sé es que Eduardo Bernat está logrando que no le den ni la gerencia de su propia vida al confiar en un Castro.

—Señor, pero... —me interrumpe en media oración, algo de exasperación crece en mí y la suelto en un sonoro suspiro. Eduardo está irritado. Sus ojos mieles aún tienen la comprensión, pero está un poco dolidos por la desconfianza a lo que él y negocios respecta.

—Alguien debería confiar una vez en mí —reclama pasándose una mano por el cabello, su tono de voz me hace estremecer y me recae el pesar de su mirar. —y perdón por lo que voy a decirte Melanie —me tutea para no volver la conversación incomoda. —Eres una empleada que debe acoplarse a las decisiones de esta organización y no cuestionarlas —puntea. —puede que seas la secretaria de Coello ya que es más flexible porque necesita una opinión por ser el jefe de edición, pero no...

—No me refiero a eso —aclaro con un timbre de desesperación en mi voz. Agrio.

—No sé si te confundiste por lo que pudo pasar entre nosotros o lo que no —aclara algo que para mí está más claro que el agua, creo que para él sigue turbia. —te considero una amiga si me lo permites y puedes confiar en mí, pero afuera del grupo Bernat porque dentro soy el subgerente

—Siendo así nos vamos afuera ya que ahí eres mi amigo y puedas confiar si sea en mis palabras —ironizo algo que no tolera Eduardo por la forma que me escruta. —lo siento

— ¿Tienes algún problema con Castro? —curiosea, se pasa la punta de la lengua por los labios ansioso por una respuesta, sé que igual que Arquímedes es una presión que para ser sincera hasta mí me asfixia. 

—No ninguno, pero soy de las personas que tienen corazonadas y siento que no...

—Por algo estúpido no voy a perder un contrato millonario, Rosell —sentencia con irritación saliendo de sus poros.      

Y me dejó ahí en la sala de reuniones ya vacía. Ahora puedo comprender porque Arquímedes no dijo nada al respecto, aun así, pudo hacerlo entrar en razón y no cuando Castro y su equipo les haya lavado de lamente de esa forma, así como lo harán con su dinero. 

Sé que no fui directa, pero intenté ayudar y me salen despreciando. Las revistas explotan por la noticia de la unión de los Castro con los Bernat.

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