Capítulo 8

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«Si quieres que nadie te destruya mejor ve preparándote para estar solo, porque las personas somos sinónimos de destrucción.»


Han escuchado que se dice que cuando lloras, si la primera lágrima sale del ojo derecho, es de felicidad, si sale del ojo izquierdo, es de dolor.

Ya entiendo porque cada vez que se me escapaba una lágrima siempre me limpio la mejilla izquierda.

Que mis padres no me hayan dejado entrar en la universidad solo para que trabaje y les lleve dinero ya que ellos salieron con la excusa que me ayudaron siempre y que ahora era mi turno de ayudarlos, que estaban cansados, pero me cansé.

Aquí estaba, dubitativa en abrir mi correo para ver si había sido aceptada en la universidad que ingresé carpeta escondida de mis padres.

Si me aceptaban, no me importaba sus críticas que debía trabajar para mantenerlos, me iría si era necesario. Pero no quería terminar como ellos, peleándose por todo, viendo como mi padre engaña a mi madre, como mi madre finge que no sucede nada.

Aunque lo cubrimos y no lo podremos ver, se siente y el sentirlo es la peor sensación que observarlo.

Usted ha sido aceptada.

Esas cuatro palabras fueron las que cambiaron mi vida radicalmente, por creer algo mejor de lo que la vida me daba, por querer progresar terminé peor de lo que estaba. Quizá, solo quizá, sino hubiera ingresado estuviera trabajando en esa tienda de ropa con trago en mi bebida, con mis padres y no se hubieran separado, no hubiera conocido Arquímedes, ni hubiera sucedido el robo, ni a Erick, ni hubiera existido alguna vez Amalia.

No se si arrepentirme o no.

Maldigo el día que me aceptaron en esa facultad.

(...)

—No lo entiendo —me llevo la tarta a la boca. — ¿cuál es su problema? ¿por qué me miró así?

—Hablando metafóricamente, no es su problema sino el tuyo —la escruto con la mirada, gélida. Su cabello rojo se ve café por el simple hecho de que este húmedo. —quizá ella solo observo el lugar y cruzó mirada contigo

—Lo más triste es que tienes razón —casi temblando, saco de mi bolso la cajetilla de cigarro, que cuando salieron a relucir de mi bolso, me fue arrebatada.

—Melanie ¿sabes lo prejudiciar que es esto? —Samara agita la cajetilla mientras habla dando a entender lo maligna para la salud que es esta. Revuelo los ojos.

—Hay cosas más prejudiciales —suelto, ella me reta con la mirada. Sonrío.

— ¿Como cuáles? y el alcohol no está en la lista —me reta con la mirada, exhalo.

—Enamorase —comento con sarcasmo.

—Bueno, aunque el consumo excesivo de alcohol es más si lo agregamos a la lista —piensa. —es malo para el hígado y lo más importante hace que llames al ex —suelto una risa de mi garganta, amarga mientras agarro otro trozo de tarta y me lo llevo a la boca. —pero esto se va a la basura. —Ella abre el basurero y tira la cajetilla.

Le despide con la mano.  Con eso se vuelve a sentar en la silla frente a mi escritorio, sin saber si seguir con la charla de cosas buenas y malas o a mi comentario sarcástico.

—Yo —rompo el ambiente perturbador e incómodo que se instaló hace segundos. —tengo que entregarle unas carpetas a Eduardo Bernat —me levanto y agarro la pila de carpetas que estaban encima de mi escritorio.

Samara solo se me queda viendo, no sé qué pasa por su mente, solo se queda analizando mi cambio brutal.

—Tienes razón, ya mismo me toca una videoconferencia —respira hondo mientras se acomoda su uniforme. —debo preparar lo que tengo que decir

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora