Capítulo 20

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«Te dije que nunca me dejaras, no con palabras si no con los ojos y como tú ni me miraste, te fuiste y me dejaste.»






Recuerdo que mi madre hablaba a veces y nunca supe con quién, pero ella lucía devastada y perdida.

Una batalla con un soldado no gana la guerra y aunque haya apoyo no se puede vencer por la fuerza del contrincante, aunque lo desees. Pero nunca supe cuál era el contrincante.

Quizá mi padre.

En cada lágrima hay sentimientos que no los puedes expresar con palabras si no con gritos hechos miradas. Puedo decir que nunca logré conocer ni a mi propia familia, bueno quizá si a mi padre un poco.

Por eso me dolió que me dejara y no me llevara con él. Mi madre hasta cierta edad fue muy buena conmigo, pero su voluble cambio de actitud me destrozaba. Mi abuela paterna murió cuando yo era pequeña, pero si la puedo recordarla al igual que el olor a galletas de jengibre cada domingo que mi familia la visitaba.

Cuando todo era perfecto, cuando mi padre tenía trabajo estable y no tenía amantes y mi madre no actuaba extraño.

Cuando era una niña y no una hija de...

Pero aun así me ocultaban algo. Y en ese momento descubrí que ni conocía quien era mi familia.

En verdad no conozco a nadie, bueno llegue a conocer a alguien a la perfección.

«Quien descubre el quién soy descubrirá el quién eres.»

Me duele el saber que me privaron de mi maternidad, me arrebataron los primeros pasos de mi hija, sus primeras palabras, las ganas de comprarle ropita, que me diga mamá, su primer día de clases o ver sus dibujos de kínder y poder pegarlos en el refrigerador.

Si no hubiera invitado a Erick hacer ese puto trabajo al departamento que compartía con Arquímedes, si no...

Capaz ahora no sé, podríamos ser una familia.

Todo es relativo.

Pero recuerdo sus palabras hostiles que, aunque no lo expresé, me terminaron de destrozar.

'Porque si no me hubieras engañado con ese hijo de puta ahora estuviera contigo, unidos por una hija sin poder disfrutar de lo que tengo en un chasquido de dedos.'

No la hubiera aceptado porque podía arruinar lo que ahora tiene. Arquímedes lo dijo.

Me remuevo entre las sabanas cuando mi celular suena. Me siento y abro un poco lo ojos acostumbrándome de la luz mañanera. Con cautela reviso el celular esperando que no sea Savannah. Ya que sus mensajes son tópicos.

Estefan Castillo:

"¿Qué te parece si te invito a almorzar?"

Sonrío al leer tan inesperado mensaje de texto del chico quien me ayudó a conseguir este departamento. Le aceptaré por agradecimiento.

Y al parecer es muy madrugador por el hecho que son las seis de la mañana y yo me levanto a las siete, una hora antes del trabajo. Le respondo:

"Me parece estupendo, salgo a las dos."

No espero mensaje de regreso porque creo que di finalizada la conversación. El lugar se me hace desconocido y un poco incomodo por el hecho que es mi primera noche aquí.

Ayer dejé a Samara en su casa y cogí un taxi para llegar a mi nuevo departamento.

De otras maneras, la sensación de enojo me invadió toda la noche hasta irme a dormir.

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