Capítulo 23

3.3K 253 16
                                    




«La vida es como un juego del casino, no tan solo es de nuestros actos sino de las situaciones y esas las decide el destino quien es la persona que juega con la vida, y le encanta jugar al azar.»





Me gustaría renunciar, está claro, debería. Sin embargo, mi carpeta no es la más limpia por culpa de Savannah y el robo que causó a mi nombre en mi antiguo trabajo, aunque gané y demostré mi inocencia, en cada trabajo me miran sospechosa o no apta.

Me quedaría sin trabajo y aunque Savannah —mi madre. — me haya dejado una cantidad de dinero sumamente grande, no me servirá para muchos años y prometí no volver a tocarlo.

Aun es de madrugada, me tomo la pastilla para dormir que dejé en la mesita de noche porque como siempre esto sucede, muchas cosas rondando en mi mente que me consumen las horas de sueño dando la bienvenida a unas grandes ojeras matutinas que me cuestan ocultar.

Sigo sin creer lo que sucede, capaz se unieron y crearon un grupo de: Corazones que rompió Rosell, venga inscríbete.

Me río con ironía por las estúpidas ideas que suelen venirme en momentos tan inoportunos. Capaz me vaya del país, pero parecería muy cobarde de mi parte. Si pude afrontar lo de Arquímedes y a mi propia madre también puedo esto.

Si la vida me los puso en el camino será para que le demuestre que soy fuerte y puedo superarlo sola para así, poder comenzar.

El peor odio nace en la madrugada cuando uno mismo se sincera, me doy cuenta de que me detesto.

El sueño me invade, después de lo terrible que es recordar y reviviendo lo que sufriste en carne propia.

(...)

Hice ápices de la poca dignidad que me queda y ya no reclamar ¿Quién soy yo para reclamar?

Me repaso mi labial rojo por el grosor de mis labios. Ya lloré, ya sufrí, incluso me deprimí. Ahora ser yo, de verdad y viviré por mí y sonreír mostrando que ya nada me afecta. ¿Por qué darles el gusto?

No quiero que me vean destrozada ya no, seré yo, nueva, no la antigua que al parecer terminaré peor.

Agarro un cigarro y me pierdo en el humo y el olor de la nicotina que me desestresa, solo uno y los demás los boto. Ya no más, esta es una maldita adicción.

Cuando se acaba lo apago en el cenicero que en ese mismo instante lo quiebro botando los pedazos al basurero. Al parecer los sermones de Samara me han hecho recapacitar de cualquier forma.

Y hablando del rey de Roma...

El timbre hace que suelte un ligero suspiro. Le abro la puerta y la veo sin maquillaje algo raro en ella, no es muy exuberante, pero si para notar un cambio cuando este carece. Entra y se queda estupefacta viendo el lugar. Siento mi boca seca al saber que lo primero que viene a su mente es ¿dinero?

Ella es la primera que rompe el silencio pesado.

—Con que aquí vives ahora —la escucho decir un poco dolida. — ¿cómo lo conseguiste? —insiste.

—Samara —me siento a su lado, que no ha podido de coger cualquier adorno a su paso.

No sé cómo actuar, o el hecho que me asocie a algún convicto me pone nerviosa y su mirada acusadora no aporta nada.

—Melanie no me digas que te endeudaste, Dios no... —se lamenta y cuando va a seguir la interrumpo.

Tardo unos minutos si decirlo o no, sin embargo, la conciencia me carcome y tengo que contárselo a alguien. Samara es una buena opción.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora