Capítulo 18

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«Quizá, si otras fueran las circunstancias posiblemente estuviéramos juntos. Solo quizá.»



No sé cuánto tiempo ha trascurrido o solo mi mente hace que las cosas pasaran como en cámara lenta. Puede que me haya dado algo como una parálisis o simplemente mi cuerpo quería desaparecer de la realidad.

El zumbido incontrolable en mis oídos hace que se me reviente el tímpano, voy al ascensor figurativamente tirando a un lado las cosas o gente a mi paso quienes apenas se limitan a mirarme.

Con tal nadie me ve, nadie siente lastima por mí. Todo es producto de mi mente.

Con mis manos temblando presiono el botón de mi destino. Cuando las puertas metálicas se cierran puedo respirar.

Simple coincidencia, solo ha sido eso.

El ascensor se abre cuando me siento más tranquila. Lucía —secretaria de Arquímedes. — está plácidamente sentada andando en el ordenador, aunque su expresión facial parece de concentración.

Toso llamando su atención. Ella al ver de quién se trata resopla, pero mantiene postura profesional. —vengo para mostrarle la nueva portada al gerente

Asiente y le agradezco que no haya abierto la boca y poder ahorrarme el escuchar su voz.

Con un simple gesto con la mano me indica que pase y con mis tacones retumbando camino hasta la puerta de vidrio esmerilado. No es necesario tocar ya que él sabe de mi presencia en su lugar ya que él mismo me ha solicitado.

Mejor dicho, invocado.

Puedo percatar lo ancha de su espalda ya que se está sirviendo algo en su vaso en la licorera.

Su cabello está perfectamente peinado que unas ganas incontrolables crecieron en mi para acercarme y pasarle mis dedos desordenándolo.

—Aquí está la portada —se gira y sus ojos grisáceos son como una bofetada de emociones. Su sonrisa jocosa me hace enojar en pocos segundos, lo es porque me tengo que dirigir a él solemnemente y no como el déspota que merece.

—Después de casi una hora, Rosell —recalca acercándose y estas son las situaciones en la que me río para no salir llorando y mostrando que, no soy una maldita débil.

Cuando está ya a una distancia prudencial simplemente extiendo la carpeta donde yace la portada para que evite más su cercanía. —No pienses que me emociono cuando me llamas, trato de huir, mejor dicho —le sonrío de forma turbia mostrando mi interés de estar aquí con él.

—Haces bien de no acercarte a Eduardo —contesta ignorando lo dicho, sus ojos color tormenta son como un enigma, herméticos por así decirles.

Me gustaría saber que pasa por su mente. Eso sería descubrir la teoría del todo.

—Si lo sigues diciendo más lo haré así que no me tiente, señor Bernat —sonrío de la misma forma que lo hace y suelta una risa gutural que me hace estremecer.

—Como diga, señorita Rosell —su jocosidad me da ganas de golpear mi cabeza contra una pared del enojo que me causa. Me aferro a mi bolso para que este no salga volando por los aires directo a su rostro.

Sus ojos grises resplandecen por la mortecina luz de la tarde dando paso a la noche, cargados de algo de diversión y algo que soy capaz de acertar.

Se está burlando de mí. A su manera, pero lo hace.

Abro la boca para soltar algo totalmente sarcástico e hiriente, pero la puerta se abre de manera brutal haciendo que la vista fría de Arquímedes se dirija hacia ese lugar.

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