Capítulo VI: Un paseo por el parque.

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Cuando Javier despertó se sorprendió a si mismo de despertar en una habitación diferente, sobre la almohada había una nota y veinte euros, cuando la leyó este sonrió. Había jurado que solo había sido un sueño, un sueño del que no quería despertar. Salió de la cama y trató de arreglarla. Era raro, ella no tenía ninguna foto de ella o sus padres.

Cuando bajó las escaleras miró por las paredes en busca de alguna foto, pero no había nada. "Es comprensible, se acaba de mudar", salió de la casa y caminó a la suya. Subió a su dormitorio y vio la cama intacta, tomó algo de ropa limpia y se metió al baño; después de casi media hora salió del baño con ropa limpia, miró el reloj colgado en una pared y las manecillas marcaban la una y media de la tarde. Pasó una toalla por su cabello, quitando el exceso de agua. 

Bajo las escalera, soltó un suspiro y salió de la casa. Caminó hasta su auto y lo puso en marcha. Después de casi media hora de camino llegó a una pequeña casa de cultura.

―Hasta que te dejas ver Zeta ―Leo estaba esperándolo sentado en la barda, Javier salió del auto y caminó a él.

―He estado un poco ocupado ―lo saludó―. ¿Qué hay de nuevo por aquí? ―los dos comenzaron a caminar.

―Nada nuevo, lo mismo de siempre ―entraron al edificio―. Tienes más alumnos que todos aquí... ―los dos miraron unas cuantas personas esperando fuera del salón de clases.

―Vaya ―respondió Javier pasando los dedos por el cabello.

―¿Cuando me presentarás a tu vecina? ―Javier lo miró algo ofendido―. No es en mal rollo, solo quiero conocerla.

―Espero que pronto, aun no la conozco bien...

―Pero pronto lo harás, solo sé tu mismo y ella caerá a tus pies ―Javier lo miró sonrojado―. Bueno, no tan tú, sé un poco más como "Zeta" y no tanto como Javier.

―Pero Zeta y Javier son los mismos.

―Solo que Zeta tendrá que hablar y cantar para más de mil personas en unos meses.

―Eso no ayuda en nada Jimenez ―Javier caminó al salón―. Pero tendré en mente eso cuando la vea.

―¿Salimos a comer cuando termines?

―Esa es una buena idea ―Javier entró al salón y todos caminaron detrás de él.


―¿Cómo te sientes? ―preguntó Braulio pasando sus manos por la espalda de Amelia.

―Mejor, de hecho me siento increíble ―miró al chico que estaba atendiendo, le entregó su cambio y le dedicó una hermosa sonrisa.

―Me alegro... ―Braulio se recargó en la barra―. ¿Porque te pusiste así?

―Por nada, no importa ya ―dos chicos entraron a la cafetería y entre risas caminaron a la barra―. Hola bienvenidos, ¿qué les sirvo?

―Realmente nada, estamos bien así ―respondió sonriente un chico de cabello negro, miró a su amigo moreno y de cabeza rapada, los dos sonrieron―. ¿Puedes darnos tu número de teléfono?

―Lo siento, pero si no van a ordenar nada les voy a pedir que se marchen ―Amelia trató de seguir sonriendo. Su paciencia estaba apunto de agotarse.

―Oh vamos, solo es tu número ―respondió el moreno entre risas―. ¿Tienes novio? ―el rostro de Amelia se volvió tenso, una fuerte oleada de calor la recorrió y negó con la cabeza con la mirada baja.

―¿Tan bonita y sin novio? ―el de cabellos oscuros trató de tocar su rostro, pero Amelia retrocedió.

―Chicos ―cerró los ojos mientras reía con el rostro hacia abajo, tomó un bate de béisbol y lo mantuvo abajo, los miró sonriente y ellos se ruborizaron. El chico con de cabellos oscuros recargó los codos en el mostrador y le hizo un ademán con el dedo para que se acercara, ella se acercó un poco a él.

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