Capítulo XIV: Zeta...

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El calor se encerraba en la habitación, Amelia, a un ritmo constante movía sus caderas. Javier besaba su cuello y de vez en cuando le daba pequeños mordiscos. Sus pálidos y delgados dedos tomaron su rostro y le dedicó una mirada oscura llena de lujuria.

―Javier... ―musitó ella, tomó sus dedos y los metió su boca, los sacó y los dejó hacer su recorrido bajando por sus pechos hasta llegar a su intimidad. Comenzó a lamer con delicadeza cada parte, ella comenzó a soltar débiles gemidos. Volvió hacia arriba y la penetró, esto hizo que un fuerte gemido saliera de su boca. Comenzó con movimientos lentos, ella enredó sus dedos entre su larga cabellera y lo miró preocupada.

―¿Estás bien? ―susurró jadeando, detuvo sus movimientos y ella miró hacia otro lado.

―Tengo que decirte algo ―dejó caer las manos a la altura de sus ojos, él sin salir de ella, se recostó sobre su pecho desnudo―. Me están siguiendo...

―¿Quien?

―Alguien ya sabe que estoy aquí, puede ser mi padre, mis hermanos o... ―su voz se apagó.

―¿Tu ex novio? ―Javier se apoyó sobre sus codos y le tomó el rostro―. No dejaré que te haga nada... 

―Es que tu no entiendes ―Amelia lo alejó de él desesperada, se sentó sobre la cama y tomó su ropa interior del suelo―. No los conoces, a ninguno de ellos y tengo miedo ―se giró para verlo, él estaba sentado en la cama cubierto con delgada sábana―, no quiero que te lastimen. No ahora que serás famoso...

―Puf... ―hizo un ademán con la mano y sonrió―. Amelia ¿por qué no quieres que te ayude? ―Amelia se recostó boca abajo en la cama, metiendo sus brazos debajo de la almohada, giró su rostro a él. Él estaba recostado de lado.

―Muchas personas han intentado ayudarnos en el pasado y las cosas no terminaron muy bien que digamos. Mi padre tiene sus contactos, puede terminar con la vida de una persona con tal solo estornudar o tirarse un gas... ―Javier soltó una risita y negó con la cabeza―. No quiero que algo malo te pase...

―¿Por qué?

―Por qué... ―Amelia volvió a hundir su rostro en la almohada y murmuró algo.

―Perdona, no te escucho... ―Javier se sentó sobre sus rodillas, pasando cada una al costado de Amelia, pasó sus manos por su espalda, con su dedo índice recorrió su espina dorsal, haciendo que Amelia se removiera, con sus dos manos rozó sus glúteos y poco a poco bajó la pantaleta de encaje color negro. Amelia subió un poco su cintura invitándolo a entrar de nuevo a ella, Javier entró lentamente en ella y se recostó sobre su espalda, con la mano izquierda tomó el rostro de Amelia y lo hizo levantarse―. ¿Podrías repetirlo? ―murmuró cerca de su oído. Amelia sonrió y negó―. ¿A no? ―volvió a negar―. Bien, tendremos que hacerlo por las malas...

―¿Esta es la forma mala? ―hizo su rostro de lado, apoyó sus manos sobre la cama, trató de levantarse pero Javier la detuvo. Ella gimió―. Si me vas a castigar así cuando haga algo mal... ―la volvió a embestir, Amelia mordió su labio y sonrió―. Tendré muchas razones para portarme mal..

―Cállate y abre más las piernas...

―¿Perdona? ―se hizo la ofendida―. No eres el tipo bueno y callado que pintas ser...

―Por favor... ―Amelia lo obedeció y comenzó a embestirla mucho más rápido.

―¿Tan-to t-te cost-taba decir-lo? ―trrató de decir, le faltaba el aliento, él cada vez aumentaba sus movimientos y era algo que a ella le fascinaba.





―Jefe... ―murmuró Marcus, Mendoza abrió los ojos con pesadez, se sentó sobre la cama mientras restregaba ambos ojos con sus manos.

―¿Qué sucede?

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