Capítulo XII: Detrás de ti

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El avión había arribado a Barcelona cerca de las dos de la tarde, los tres agentes caminaron hasta la zona de seguridad y un guardia se asomo.

―¿Os puedo ayudar en algo? ―Mendoza, junto con los otros dos, sacaron unas placas, el guardia sin hacer preguntas dio el paso y ellos entraron al ala privada del aeropuerto.

―Necesitamos revisar sus grabaciones, de al menos hace tres meses ―Mendoza se quedó mirando las pantallas y después miró al guardia que estaba parado en el mismo lugar sin comprender nada―. Es para hoy, por favor ―gruño molesto. El guardia corrió a un estante y busco las grabaciones del mes de Abril hasta la fecha.

―Estas son unas copias, espero que le sirvan ―murmuró el guardia asustado.

―Gracias ―Vicente tomó los discos y los guardó en su maleta, los tres caminaron a la puerta y salieron.

―Ahora vamos al hotel, el coche debe de estar aquí en unos segundos ―una camioneta se detuvo frente a ellos, un acomodador le entregó las llaves y los tres subieron al vehículo.

―¿Está seguro de lo que hace jefe? ―preguntó un chico de al menos veinte años de edad, su cabello era corto y color castaño.

―¿Por qué la pregunta, Marcus? ―respondió Rogelio.

―Usted a trabajado antes para el joven Davalos, sabe todos los crímenes y estafas que a hecho el señor Davalos... ¿Está seguro de esto? ―volvió a preguntar.

―Antonio me salvó la vida hace años, sé que jamás voy a poder estar a mano, pero quiero ayudarlos en lo que pueda ―Rogelio miró por la ventana y el auto comenzó a avanzar―. Hay una estación de tren a treinta minutos de aquí. Comenzaremos allí.

―Como ordene jefe.

Después de unos minutos llegaron a una hermosa estación de trenes. Estacionaron el auto cerca de la entrada, Marcus se quedó en el auto mientras que Mendoza y Vicente se abrían paso entre la multitud para entrar. Caminaron hasta una ventanilla y una linda chica de cabello azabache les sonrió.

―Hola buenas tardes. ¿En qué puedo ayudaros? ―Mendoza sacó una fotografía y la pegó a la ventanilla.

―Busco a esta chica, pensamos que ella pudo estar aquí ―la chica torció la boca, recargó el mentón sobre su mano.

―No, jamás la he visto ―respondió dulcemente

―¿Está segura?

―Trabajo todos los días, desde la mañana hasta la noche y jamás le he visto pasar por aquí.

―Bien gracias ―Mendoza y Vicente se alejaron de la ventanilla, ambos sabían que era inútil preguntarles a todos y cada uno de ellos si la habían visto―. Necesitamos las grabaciones...

―Iré por ellas ―indicó Vicente.

―Te llamaré cuando estemos en el hotel ―Vicente asintió y se alejó de él. Su celular comenzó a sonar y Mendoza contestó al instante.

―Mendoza ―inició.

―¿Has encontrado algo? ―preguntó Antonio.

―Aún no hemos tenido suerte, tenemos los vídeos de seguridad del aeropuerto.

―Bien, eso me parece perfecto.

―Estamos en una estación de trenes, pero no la han visto, Vicente fue por las grabaciones.

―Esta bien, informame cuando tengas algo nuevo.

―Será un placer ―terminó con la llamada y a paso veloz caminó hasta el auto que lo esperaba en la entrada. Marcus abrió la puerta desde adentro y lo miró―. No la han visto por aquí.

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